Tenebrae (segunda Parte)

Capítulo 13. Familia de todas partes

Capítulo 13. Familia de todas partes

 

 

 

 

Aura fue lo suficientemente sensible aquel día para para tranquilizar a Tet, haciéndole saber que entendía a que se refería. Fue lo suficientemente firme para reafirmar que estaba en contra de que se uniera a la Academia. Y fue lo suficientemente evasiva para no volver a mencionar al General y dejar en el aire ese ‹‹renunciar al General››.

Mireya y Mili también fueron amables y solidarias con el chico que se quedó con un beso en la piel y amargura en la entrañas ―y barro seco hasta en el pelo―, parado a mitad de la ampliamente vacía sala de estar. Ellas prometieron no decirle nada a Odori sobre la discusión con la Capitana. Incluso Joma y Luis se sumaron al voto de silencio; ambos muchachos habían escuchado todo. Cuando los encontraron en la habitación de Tet estaban exactamente igual que Tet; con grandes costras de tierra por todos lados, empolvando la cama y piso ―lo cual les gano una fuerte reprimenda por parte de Mireya.

Odori no apareció esa tarde, y aviso por la noche que se quedaría en su casa a dormir.

Los chicos comentaban que quizá se había enterado de la discusión entre Tet y Aura, por lo que le recomendaron a éste que hablara con ella lo antes posible. Lo que ellos prácticamente ignoraban era que Tet ya tenía planeado hablar con la chica, pero le faltaba paciencia y ánimo para ponerse a explicarles el complicado sentimiento de tranquilidad que le transmitía Odori, y que necesitaba tanto en ese momento.

Por dos noches Odori no apareció, y al tercer día ―más concretamente el martes 19 de enero del SineDie53― marcado por la ausencia de la sobrina de Aura, los chicos volvieron a sus casas. En el caso de Joma debía limpiar su ‹‹desastre de habitación›› en palabras de su padre cuando fue a, literalmente, arrástralo a casa. Mireya dijo que iría a visitar a su amiga. Sólo los Cardal se quedaron una noche más.

Tanto los Cardal como Tet coincidían en que no era posible que Odori estuviera molesta con Tet pues había estado llamando, argumentando lo ocupada que estaba con una visita familiar. Familia para quienes estaba en condición de guía turística por petición de sus padres.

Tet estuvo muy tentado a comentarle sobre sus disputas con Aura, pero considero que eso podría ocasionar conflictos dentro del círculo familiar, por lo que prefirió esperar a volver a verla en persona.

 

El resto de la semana Tet la pasó solo, pues; los Cardal habían roto uno de los mandos de su videojuego y se reusaban a jugar por separado, así como Tet se reusaba ser quien tuviera que pelear con el único mando útil ―porque antes perdía con el pedazo de platico aquel que con los extraterrestres―, por lo que decidieron dejarlo hasta que pudieran arreglarlo. Y como sus padres no parecían atender sus suplicas por teléfono debieron volver a casa para ‹‹darle seriedad al asunto››.

Joma y Mireya fueron a visitarlo un par de veces pero estando el moreno castigado por romper la aspiradora de su casa, y Mireya media vajilla por su lado, Tet se preguntó qué tan unidos podrían estar esos chicos como para que si uno rompía algo, los demás también parecieran sacar a relucir sus dotes de ‹‹armas-destructoras-de-inocentes-objetos-inanimados››. En verdad esperaba que Odori no fuera a romper algo también, pues con la suerte que tenía bien podían castigar a la muchacha y seguro no la vería hasta el próximo Festival de Luces.

Lo último que supo de ella fue por su propia tía, Aura, que le comentó lo aburrida que estaba la chica de escuchar historias absurdas y tediosas de su familia por boca de unos perfectos desconocidos que en lugar de alguna moderna computadora o teléfonos móviles de lo último en tecnología como regalos habían llegado ―desde algún lugar de nada más y nada menos que Cristalia― con libros viejos y álbumes de fotos.

No eran raros los visitantes de Cristalia en Mizu, en realidad en ninguna de Las Tierra¸ quizá ellos eran de los pocos ciudadanos de todas Las Tierras en ser bien recibidos en cualquier nación, y Las Nueve no era la excepción.

La melancolía que ataco al chico no sólo llegó junto a la posibilidad de que si en casi una semana Odori no había terminado de ser la guía de sus familiares, no lo sería en algunos días más. Sino también, con las dolorosas memorias de sí mismo ilusionándose con la posibilidad de haber podido hablar sobre su madre con el Teniente Márquez de Beta.

Un absurdo completo persistir con el hiriente auto convencimiento de que el hombre ―quien aquel día bien podría haber pasado por unas cien o doscientas casas― habría podía contarle algo de su madre, con la que apenas si cruzó un par de palabras. Admitía desde el hueco más profundo de su razón que se trataba de su vena adolescente que intentaba buscar drama en cualquier aspecto de su vida sólo para hacer más llevadero su aburrimiento. Porque no había nada más aburrido que vivir el infierno en que intentaba cada día no calcinarse.




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