Tengo Ganas de Amar

Capítulo 03: Mary

Capítulo 03: Mary

 

— Brett me ha llamado, tengo que verlo. — anuncia Enna.

Frunzo el ceño porque los cambios de humor de Enna pueden ser un tanto tediosos.

— Sigues saliendo con ese idiota. — Peter se tensa, me causa gracia que siempre actúe como un sobre protector cuando se trata de sus hermanas, en especial de Enna quien es la que se mete en más problemas.

— Si. — aprieta los dientes.

— Pero si hace un... — Dejo de hablar cuando sus ojos me lanzan rayos horribles de indirectas, entiendo que está mintiéndole porque se ira a quien sabe dónde. — Bueno... solo dile a Brett que se comporte.

— Bien.

Peter toma mi mano y le informa que iremos a su casa. Enna parece indiferente ante lo que le dice y yo prefiero no molestar a ninguno de los dos. Me mantengo al margen, con nuestras manos entrelazadas mientras él nos conduce hasta su auto que se encuentra estacionado a unos metros más allá.

— No te enojes con ella. — choco mi hombro con el suyo.

— Ella... Me desespera. — tuerce la boca. — A veces pienso que hace de todo por sacarme de mis casillas y llevarme la contraria.

— Eres su hermano, Pet, no actúes como su padre.

Subo al auto y él lo rodea, me gusta verlo sin que él se dé cuenta, su cabello rubio ya no lo es tanto como antes, ya que perdió una apuesta con Ethan y tuvo que pintárselo. Aunque sigue viéndose igual de guapo, su cuerpo es fornido y grande, su barbilla cuadrada en ese rostro endurecido, cualquier que no lo conociera diría que es el detective más sexy y serio que han visto jamás. Peter suele andar con cara de pocos amigos, y sus sonrisas nos las llevamos las personas que lo rodean y que somos su familia.

— Bien, no malograré este día. — toma mi mano y lleva mi dorso a su boca. Suspiro embelesada.

Me encanta cada fase suya, el hombre romántico, el chico malo, el hermano sobreprotector, el policía correcto e intachable, y sé que estoy cerca... Muy cerca de llegar a ese sentimiento profundo y verdadero, si es que no he llegado ya.

— Veo que andas de muy buen humor. — jugueteo con la pulsera en su brazo, el vuelve a sonreír y mi barriga da un vuelco muy parecido a mariposas revoloteando.

— Me han ascendido. — cuenta con alegría.

Abro los ojos en grande y cubro mi boca con mi mano.

— ¡¿Qué?! Oh por Dios, ¡Pet! — chillo y de no ser por el auto en marcha ya me habría lanzado a su cuello.

Su risa llena el auto, estoy contenta de estar aquí, de sentirme cómoda y feliz con las personas a quienes quiero.

Soy Mary Anne Hunter Mickelson, hija adoptiva de Daniel Hunter y Nina Mickelson. Un cargo importante que cayó en mis manos cuando era apenas una niña huérfana.

No recuerdo muchas cosas de mi niñez, me dejaron en el orfanato cuando tan solo tenía unas cuantas semanas de nacida, solía llorar mucho estando allí porque era infeliz, me sentía sola, sentía que alguien hacía falta a mi lado, suponía que se trataba de mis padres, ellos me hacían faltan. Siempre me he preguntado ¿Qué pasó con ellos? ¿Acaso me abandonaron? ¿Algo malo sucedió? Aunque muchas veces quise correr y averiguar más sobre mi pasado, mi cobardía nunca me permitió hacerlo, me daba miedo, tenía miedo de averiguar lo que había detrás de todo. Si en verdad mamá y papá eran unos monstruos como lo había imaginado en mi cabeza, o si algo más había pasado con ellos, y puede que no sigan vivos.

A veces, al cerrar los ojos imaginaba lo que era estar en el vientre de mamá, como era escuchar su voz, si era cariñosa, dulce. Quería creer que más que un sueño era un recuerdo lejano, que en verdad eso había sucedido, pero no tenía la seguridad de nada. Siempre he creído que en algún momento los volveré a encontrar o puede que ya lo haya hecho sin conocernos.

Pasé unos largos siete años en ese centro de cuidado para niños abandonados. Tenía pocos amigos, no porque fueran malos conmigo, solo que yo era un poco tímida y extraña, de pequeña no existía la Mary que soy ahora, antes me refugiaba en mi cuarto, pasar más tiempo triste y llorar mucho por las noches. Hoy en día soy feliz, alguien optimista que cree que las cosas siempre podrán mejorar.

Cuando Nina y Daniel llegaron al orfanato, fue un tanto extraño, habían llegado muchas personas buscando un niño para adoptar. La mayoría buscaba bebés o niñas pequeñas, alguien que mostrara mucha alegría y ternura, en cambio, yo huía, me escondía para que nadie me eligiera con la esperanza de que algún día mis verdaderos padres vinieran por mí.

Entonces apareció Dan, sentado en una de las bancas del gran gimnasio, Nina estaba encariñada con las demás niñas Y Dan se encontraba solo, pensando en quien sabe qué.

<<< Es un tanto extraño, parece triste... Triste como lo estoy yo, y eso llama mi atención.

Las personas que suelen venir siempre están alegres, se muestran esperanzadas, saben que encontrarán una familia y que serás felices. Él no lo parece.

Su rostro se gira pillándome desprevenida, me escondo detrás de la colchoneta para que no me vea y estoy tentada a correr y desaparecer, pero me quedo aquí.

— Hey. — lo escucho llamarme, miro por una rendija y entrecierro los ojos, no parece un hombre malo, contrario a eso, se le ve alguien dulce y bueno... Pero triste. — No te escondas, no te haré daño.

Con cierta timidez salgo detrás de la colchoneta, mis zapatos están muy sucios igual que mis manos aún manchadas de crayón y lapiceros.

— ¿Como te llamas pequeña?

Pequeña... Lo había dicho con tanto afecto y dulzura, sonreí levemente sonrojada.

— No... tengo nombre... — balbucí sin mirarlo del todo.

Noté que se acercó arrastrándose sobre las gradas, yo no me moví ni me escabullí para escapar, era la primera vez que no quería alejarme de alguien.

— Soy Daniel... Pero puedes llamarme Dan.

— ¿Dan? — entrecerré los ojos, algo en su nombre me resultaba extrañamente familiar. — Vas a llevarte a alguien... Dan.




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