Hace 4 años, 4 meses, 2 semanas y 7 días conocí a mi amada Haylei.
Siempre estaba rodeada de sus amigos y a veces la veía rodeada de chicos era obvio que pasara, Haylei es una chica muy hermosa y siempre lo ha sido tanto que enamora hasta el punto de hacerme perder la cordura y me ahoga en un mar de deseos obscenos. Aquella mujer es tan digna de admirar. Hace resaltar en ella sus hermosos ojos café claro que parecen aquel dulce chocolate por la mañana, su cabello castaño ondulado hasta la cintura como si acariciara su bella figura, su cuerpo que parecía como el de una frágil muñeca de porcelana que se la cuidaba como un tesoro pero lo que más me encantaba de ella eran sus labios gruesos y color carmesí, me hacía querer besarla y sentir sus dulces labios mezclándose con los míos, quería tenerla entre mis brazos para acariciar su delicada piel mientras le daba mi amor y la hacía mía.
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Me sentía dichoso con tan solo verla a lo lejos, pero a pesar de eso sentía celos inmensos al verla con otros muchachos. Celos de que la tocaran un solo cabello, incluso de que la miraran porque yo la quiero solo para mí porque estamos destinados a estar juntos, nadie puede interferir porque es mía y solo mía.
Decidí esperar, quería saber todo acerca de ella sin que lo supiera hasta el momento indicado donde le declararía mi amor. Solo observarla me resultaba muy tan placentero e incluso podría decir que excitante. Esperaba con ansias que fuera mía, que me mire solo a mí porque ella es será mía y yo seré suyo, pero antes de que me acercara para que todo eso sucediera, cambio radicalmente. Mi muñeca alegre y encantadora se rompió poco a poco en pequeños trozos, ya casi no la veía y raramente salía de su casa también perdió contacto en redes sociales, algo pasaba con ella, eso lo sabía perfectamente, se cómo es porque la amo. Me sentía muy frustrado al no poder verla, aquel placer que me daba eso ya no lo tenía, cada vez me ponía más ansioso de verla. Pero un día me adentre en su casa sigilosamente cuando se quedó sola.
La vi en su cama cual princesa durmiente, acurrucada entre las cobijas que abrasaban su cuerpo como si un capullo de mariposa se tratara. La mire durante mucho pues aquello no me cansaba quería observarla por siempre pero la noche era cruel y corta.
-Solo espera mi hermosa muñeca muy pronto nos encontraremos y por fin serás mía- le dije susurrando mientras salía de su habitación esperando volver a verla muy pronto.