Salió de la estación y miro el edificio que por fuera parecía algo pequeño, pero al entrar se maravillo al ver que por dentro era enorme, bastante grande.
Emely se encontraba perdida en los pasillos de la escuela. Corría y corría para poder llegar a tiempo a su salón, pero era difícil para alguien que no estaba acostumbrada a la escritura japonesa. Siguió corriendo hasta chocar contra un chico un poco más alto que ella, lo miro y era él, era aquel chico del metro.
— Lo siento — Dijo él.
Un sin fin de sensaciones extrañas empezaron a hacer un leve cosquilleo dentro de ella; era algo inexplicable, algo nuevo.
— P-perdón — Respondió apenada.
Emely tomo sus cosas y se levantó lo más rápido que pudo para después salir huyendo del lugar dejando a aquel chico confundido, pero con una sensación de algo que lo hacía sentir una atracción hacía esa chica.
La pequeña por fin pudo llegar a su salón. Cuando se disponía a abrir la puerta alguien la abrió por dentro y ésta tropezó cayendo frente a toda la clase que empezó a reírse. El profesor miro a la clase y ellos se callaron.
— ¿Se encuentra bien? — Dijo el profesor mientras la ayudaba a levantarse.
Ella sólo asintió con la cabeza mientras se quitaba el polvo de su uniforme.
— Clase tenemos una nueva estudiante — Dijo — Por favor preséntate — Agregó el profesor.
— Me llamo Emely Sakurai Jones y... llegué a vivir a Japón hace un par de semanas — Dijo algo tímida.
— Con razón se ve lo tonta desde acá — Dijo una de las chicas.
La clase volvió a reírse mientras que una Emely triste agachaba la mirada.
— Busca un asiento vacío — Dijo el profesor.
Emely camino buscando un asiento, al encontrarlo se sentó y hundió su cabeza entre los libros. Se sentía humillada, triste ya que pensaba que iba a ser un lugar genial, pero en ese momento sólo deseaba regresar con sus padres y correr por todos los lugares del mundo.
Todo marchaba bien hasta que de pronto todo empezó a cambiar. El salón de clases se iba deteriorando, los alumnos habían desaparecido y sólo se encontraba ella en el centro de una zona completamente en silencio. Se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta que abrió lentamente y asomó sólo su cabeza.
— ¿Hola? — Pregunto un poco asustada.
Su voz hacia eco por el pasillo que tenía una vibra algo tétrica que hacía que estuvieras alerta a lo que pudiera salir de la nada.
Empezó a caminar por el pasillo y todo se encontraba en calma; los salones vacíos y el colegio vacío. Trato de mirar por una de las ventanas, pero no lograba distinguir algo del exterior. Siguió su marcha hasta que llegó a las escaleras principales donde se detuvo con temor ya que unos ruidos desgarradores se oían en la planta baja.
Empezó a bajar escalón por escalón hasta llegar a la planta baja y camino sólo unos metros cuando olió un horrible hedor. Se acercó lentamente al final de la pared y al dar la vuelta vio a un horrible ser de cuclillas devorando el vientre de una chica que aún respiraba. El ser al notar la presencia de Emely volteó y le sonrió dejando salir la sangre de su boca. Emely camino hacia atrás, pero tropezó cayendo de espaldas.
— Señorita Sakurai. Señorita Sakurai — Decía una voz a lo lejos.
Emely despertó de su trance y miro a toda la clase que la observaba como si hubiera hecho algo raro lo cual si fue así ya que se encontraba de pie.
— ¿Sabe la respuesta o no? — Cuestionaba el profesor.
— N-no profesor — Dijo sin entender nada de lo que estaba pasando.
— Por favor tome asiento — Contestó el maestro.
La pequeña se sentó y toda la clase sólo la miraba con burla y como si ella fuera un bicho raro.
Las horas pasaron, las clases pasaban hasta que llegó la hora de el descanso. Emely se dirigió a la cafetería, pero un trío de chicas la interceptaron, la rodearon.
— Tú has de ser la nueva — Dijo la líder del trío.
— Sí, soy Emely — Respondió con algo de emoción mientras extendía su mano.
La chica ignoro el saludo, en cambio la tomo y azotó contra la pared.
— Escucha bien Emely. Está es mi escuela y se dice lo que yo digo — Replicó.
— ¿Y si no accedo? — Cuestionó la pequeña con algo de valor.
— Te haremos la vida más miserable que lo que ya es — Le susurro al oído — Ahora puedes irte — Agregó con una sonrisa.
Emely se alejo de aquellas chicas y desde este momento estuvo con un profundo temor por el resto del día.
Acabo el día y Emely regreso a su casa después de varias horas de viaje. Ya era noche.
Llegó a su casa e ignoro el saludo de bienvenida de su abuela, fue directamente a su habitación, se encerró y se tiró sobre su cama donde empezó a llorar hasta quedarse dormida.
Mientras dormía, en sus sueños volvía a aparecer aquel castillo aunque está vez se encontraba en otra parte del mismo. En el camino llegó a una habitación que tenía la puerta entre abierto, ella la miro una sensación la invitaba a observar así que cedió y lo hizo. Al asomarse miro a dos hombres hablando muy preocupados.
— Pero señor. ¿Qué pasará con su hija? — Decía el hombre más delgado.
— Ella es la única esperanza — Respondía el hombre más alto.
La escena se puso borrosa hasta que despertó siendo movida por su abuela.
— Te buscan abajo — Dijo la anciana.
— ¿Quién? — Pregunto aún dormida.
— Tus amigas — Respondió algo alegré la mujer.
Emely se levantó con cara de extrañes y bajo las escaleras lentamente. Al llegar al cuarto escalón se detuvo en seco, ahí estaban bajo el marco de la puerta, eras aquellas chicas de la escuela.
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Editado: 25.06.2020