The Game

22. Flirteo.

Estoy de regreso en la secundaria, mi tercera clase está a punto de comenzar y como cosa rara,  voy tarde, corriendo través de los pasillos vacíos. 

Alguien choca conmigo a mitad del camino, tirando mis cosas y haciendo que queden desperdigadas en el suelo.

—¿Por qué siempre soy yo quien termina mal entre los dos? —le pregunto al bestia que tengo por amigo mientras me ayuda a recoger las cosas que él solito tiró.

—No tengo idea —me las entrega con una sonrisa ladina y me mira directamente a los ojos.—Lo siento.

Me limito a negar con la cabeza pero él se acerca y me besa con suavidad. Abro los ojos con sorpresa.

—¿Qué haces?—Lo golpeo levemente en el hombro. Bajo la voz hasta convertirla en un susurro —. Alguien nos puede ver. 

Porque parece que solo me preocupa eso y no que acaba de darme un beso.

—Todos están en clases, incluyendo a los profesores. Además, esta no es una zona frecuentada del edificio.— Se acerca de nuevo, mis libros como única interrupción. Continua enarcando las cejas con chulería.— Es más, podríamos hacerlo justo ahora en la mitad del pasillo y nadie se daría cuenta.

—Eres un pervertido.—Lo empujo y él solo rie.

Idiota.

—Igual me quieres.—Sonrie y yo me derrito.

—Si, te quiero.—El timbre suena como segunda advertencia, haciéndome reaccionar.—Me tengo que ir. 

—Shhh.—Me atrae hacia sí de nuevo deslizando su mano por mi cuello y acariciando mi mejilla con el pulgar, sus labios levitando sobre los míos. El gris azulado de los ojos de Ethan brilla con cariño y diversión a la luz que entraba por la puerta. No aguanto más y acorto la distancia entre nosotros.

Arrastra su lengua por mi labio inferior y yo tiemblo. Tanto que se me caen los libros.

De nuevo.

Sobre sus pies.

—¡Ah!—Arruga el rostro.

—Lo siento muchísimo, yo...—Me silencia plantándome un último besito y se aparta levantando el pie, apoyándose en la pared.

—¿Qué decías sobre quién termina mal entre los dos?—Ruedo los ojos.— Ahora, ignorando que me duele el píe, vámonos porque tengo un trabajo práctico que hacer y tú vas a ayudarme.

—Pero si tengo clase—Protesto y justo en ese momento, como dándome la razón, suena el último timbre, sacándome del sueño y regresandome a mi habitación envuelta en la penumbra de la madrugada. 

Estiro el brazo hacia la mesita para apagar la alarma y vuelvo a acomodarme bajo las cobijas, suspirando.

La cantidad de veces que ese chico ha aparecido en mis sueños últimamente es de no creer. 

A ver, recapitulemos: es sábado y han pasado trece días exactamente desde nuestro caótico fin de semana, tiempo suficiente para que a) luego de una semana infernal de estresantes exámenes parciales, hayamos terminado académicamente este semestre y podamos volver a dormir en paz y b), para que la cara de Jake luzca más como una cara y los moretones aclararan al punto de poder ser escondidos mejor con maquillaje para las grabaciones del videoclip para la nueva canción de Daniel que no podían seguir posponiéndose. 

Si, Daniel. 

Después del éxito del primer sigle de su nuevo álbum - videoclip para el que adaptaron el salón de estrellas hace dos meses, de hecho- me moría de ganas por ver qué harían para el siguiente single, Partner in crime, cuando escuché por "accidente" el definitivo que Daniel le había enviado a Jake hace unos días. -Y con accidente me refiero a que me quedé escuchando a escondidas detrás de la puerta mientras él la escuchaba-. Le rogué a Taylor hasta la saciedad y finalmente accedió a dejarme ir hoy al set a hacerles compañía; además quería volver a ver a Daniel ya que, aparte de intercambiar un par de mensajes después de la fiesta, no habíamos vuelto a hablar. Así que, siempre y cuando firmara una cláusula de confidencialidad, no habría ningún problema. Obviamente firmé todos los papeles que el tío T me puso en frente sin pensarlo dos veces.

Mi única queja frente a lo que accedí, es que estoy despierta un sábado a las cinco y treinta de la mañana para poder llegar a tiempo junto a los demás. Pero, una fan no rechazaría ni en un millón de años la posibilidad de ver y escuchar una obra de arte como ésta antes que el resto del mundo. Sería una tonta si desperdicio la oportunidad. 

Me repito eso mentalmente mientras salgo del reconfortante calor de mis cobijas y me encamino al baño.

Luego de un rato, ya en el ascensor y con la suficiente cantidad de cafeína en mi sistena para que funcione de forma aceptable, miro mi reloj; son casi las seis. 

Jake se ofreció a pasar por mi hoy, lo cual es genial porque significa que no tendré que molestar a Jess pidiéndole prestado su auto. Ella dice que no es molestia pero, esta tarde organizamos una pequeña barbacoa en la azotea del edificio de los chicos por el final del semestre y sé que detestaría tener que usar el transporte público así que no le haré eso. Además, Jake me dijo que tenía una sorpresa para mi y, mientras que no sea una broma, cualquier sorpresa es bien recibida. 

Atravieso el recibidor y salgo para encontrarme con su auto aparcado enfrente de la acera.

—Hola—. Sonrío mientras entro y cierro la puerta. 

Me devuelve la sonrisa con una de las suyas; hoyuelos incluídos, marca de la casa, y se inclina para besarme la mejilla. 

—¿Que tal?—pregunta mientras se pone en marcha y retoma el camino con suavidad a pesar de que no hay ni un alma en la calle aún. 

—Estaría mejor si fuese dos horas mas tarde pero bien, gracias. ¿Cuál es la sorpresa? 

—Siempre he admirado tu paciencia, Kate—Rueda los ojos. 

—Como sea, ¿cuál es?—Suspira pero sigue hablando. 

—Alguien quiere verte. 

Me recojo una coleta. 

—¿En serio? ¿Quién? 

—¡Yo!—Grito del susto cuando Daniel salta desde detrás de mi asiento. Me llevo la mano al pecho con el corazón terriblemente acelerado. Los idiotas a mi lado solo se ríen como hienas. Jake lucha por mantener los ojos fijos en la carretera en mitad del ataque pero creo que Daniel ya se rindió porque está retorciéndose contra las sillas de atrás. 



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Editado: 21.09.2021

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