The Game

23. El amor, no la guerra.

Una media hora después, entro al apartamento detrás de Jake. La primera imagen que nos recibe es la de Shawn, literalmente chorreando agua,  con una toalla enrollada a la cadera, buscando no se qué entre los cojines del sofá. 

—¿Qué haces?—Pregunta Jake, mientras deja su mochila sobre el sillón. 

—No encuentro mi teléfono y estoy esperando la respuesta a un texto. 

—Y te saliste de la ducha solo por buscar tu teléfono—Señala las gotas de agua sobre sus hombros y las huellas mojadas que ha dejado a su paso a través del pasillo.— Al menos te hubieses secado un poco, animal.

El rubio se encoge de hombros y Jake se ríe con cansancio.

—No tengo energías para esto, o al menos, no antes de una ducha.—Levanta las manos y comienza a caminar hacia su habitación.—Kate, ¿Te importa esperar unos veinte minutos por el baño?

—Tranquilo, tómate tu tiempo. Usaré el del pasillo.—Hago un gesto con la cabeza, señalándolo. Él asiente.

—Eres la mejor.— Me lanza un guiño y se desaparece tras la puerta de su habitación. Me giro para encarar a Shawn, que parece haber encontrado su teléfono pero lo lanza de vuelta al sofá con decepción. Que bueno que Jake no está para atestiguar como el pasillo mojado fue completamente en vano. 

—¿Dónde están los demás?—pregunto mientras saco ropa limpia de mi mochila y la dejo en una esquina del sofá. 

—Ethan salió a comprar cervezas y Evan está preparando la parrilla mientras Jess le hace compañía.

Asiento.—¿Ya puedo usar el baño o de verdad saliste a la mitad de la ducha? 

Sus ojos azules me devuelven la mirada divertidos. 

—Ya había terminado.—Me da un toquecito en la punta de la nariz con el índice que me hace sonreír.—Las toallas en el toallero son todas limpias así que puedes tomar la que quieras. 

Hago mi camino hasta la última puerta 

—Eh, casi lo olvido,—Shawn me hace dar la vuelta.—El pestillo no sirve así que quizá quieras terminar antes de que bajen los chicos.

—Vale. 

Le da una pequeña palmada al marco de la puerta de su habitación antes de entrar a vestirse mientras yo entro al baño que sigue lleno de vapor. Abro la llave y me desnudo con rapidez y me hago un moño en la coronilla mientras espero a que salga el agua caliente. Compruebo la temperatura antes de meterme bajo la cascada templada que le viene genial a los músculos tensos de los hombros, evitando mojarme el cabello ya que no tengo shampoo aquí y no me apetece usar el de los chicos.

Termino con la ducha y comienzo a vestirme en poco menos de quince minutos, justo a tiempo para cuando escucho la puerta principal abrirse, seguido de voces amortiguadas y pasos a través del pasillo. 

—...Creo que están en el armario.

—¡No hermano, no entres...

Es lo último que escucho antes de que la puerta se abra y me deje ver a Ethan, cuyas cejas se levantan con sorpresa cuando nota mi presencia, solo en ropa interior, con la respiración agitada por pelear con los jeans enrollados hasta la mitad de las piertas, que se rehúsan a subir más allá. 

Durante un segundo la culpa de sus ojos se encuentra con la vergüenza de los míos hasta que finalmente reacciona y vuelve a salir, cerrando la puerta tras él.  

Cierro los ojos. 

—Lo siento, Katie.

Genial. 

—Está bien. 

Al menos llevo un conjunto de ropa interior completamente blanco, acorde a una adulta de casi veinte años y no los panties de cupcakes. 

Si, de cupcakes. Con cerezas y chispas de colores. 

Y son los mas cómodos del planeta tierra así que no pueden culparme. 

Mi subconsciente me mira con una ceja enarcada 

¿De verdad eso es en lo que piensas en un momento así, Katherine? 

Shhh. 

Termino de vestirme antes de que nadie mas entre y tenga que presenciar mi pelea contra mi ropa, o a mí semidesnuda, ya que estamos. 

Al salir para guardar la ropa sucia dentro de la mochila, Ethan está tumbado sobre el sofá, dejándola entre su cuerpo y la esquina donde la había dejado. Suspiro y levanta la vista de su teléfono cuando siente mi presencia. Una sonrisa ladina tira de sus labios y juro que mi corazón da un vuelco. 

—¿Crees que podrías moverte? Estás aplastando mi mochila.

—En mis tiempos existía algo llamado "modales" Kate, tal vez escuchaste sobre ellos en la escuela—Su tono es satírico y el gris de sus ojos reluce con humor. 

—Hola, Ethan—digo a regañadientes, conteniendo la sonrisa. 

—¿Solo eso? ¿Hola a secas?—Pregunta, lo que me hace fruncir el ceño. 

—¿A qué te refieres ahora? 

Su risa ronca de depredador llega a mis oídos mientras da palmaditas en el sitio a su lado para que tome asiento. Ruedo los ojos preguntándome qué pretende y sentándome porque, bueno, seamos honestos, me gusta jugar. 

Se incorpora y acerca su cara, ladeada ligeramente hacia mí, mientras se da toquecitos insinuantes con su dedo índice sobre la mejilla. Lo miro con una ceja enarcada. 

—¿De verdad estás intentando hacer una de las movidas mas clichés de la historia del flirteo en mí, Cloud? 

Asiente, orgulloso de sí mismo. Vuelve a tocarse la mejilla así que le hago caso y le doy una bofetada. 

Pone cara de ofendido y me mira con los ojos entrecerrados.

—¿Qué pasó con el amor y no la guerra?

—¿Qué pasó con la creatividad?

—Touché.— Asiente. Me río. 

—¿Puedes darme mi mochila por favor? 

—¿Me puedes dar mi beso por favor?

—Ethan, no empieces.—Me quejo. 

—Estás siendo una amargada, Katherine. 

Ruedo los ojos y me estiro para intentar tirar de la mochila yo misma. Él aparta mi brazo y se interpone para que no pueda alcanzarla. 

—Y tú estás siendo un infantil y un inmaduro, Ethan.

Después un breve forcejeo entre ambos mientras intento quitarle mi mochila y él intenta que no la alcance, toma mis muñecas con firmeza y las lleva detrás de mi espalda dejándome, sin aliento, contra su pecho. 



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Editado: 21.09.2021

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