El árido suelo hacía contacto contra la planta de mis pies, la yema de mis dedos se enterraban entre la viscosa arena y con el mismísimo crujir del mediodía, bajo el imperioso Dios Ra, estaba esperando que viniesen por mí. Por su parte, el carro no tardó en llegar y los dos sementales se posicionaron frente a mí al escuchar la voz de alto del siervo que, a su vez, tendía su mano para hacerme ingresar al pequeño espacio que había junto a él.
Misma mano que no acepte y sujetando el lino de mi vestido me acomode, lista para dirigirme hacia mi destino.
Detestaba estar en el compartimiento junto a otro individuo, solo me daba una razón más para no querer regresar y para peores de mi desgracia iba a ser un arduo viaje hacia Tebas.
¡Por los Dioses!
Para ser honesta, no estaba segura de lo que iba a pasar cuando llegase a estar frente a él, pero de lo que si podía asegurarme es que nada bueno vendría después de esa visita. O al menos para mi.
Fue entonces, que los minutos tras las grandes puertas que daban entrada al trono donde yacía sentado el imponente faraón, junto a su esposa, empezaron a inquietarme. Mi corazón palpitaba con fuerza y tomando asiento en aquel banquillo, que había ordenado que prepararan, espere que se abrieran.
Levantando mi mentón en alto cuando los cuatro hombres levantaron cada pilar de este, logrando el efecto que había pensado, no podía ocultar la gran satisfacción que me provocaba al ver el rostro de aquel que me esperaba al final del pasillo.
Mientras que las doncellas bailaban al compás de la melodiosa arpa ,que le daba cierto efecto angelical e irreal a sus movimientos, las miradas de los presentes decían más de lo que se les tenía permitido hablar; cuando se abría paso a mi entrada.
Sin embargo, la penetrante mirada del joven rey estaba impuesta en mí desde que había ingresado hasta cuando se acercó a pasos lentos quedando a centímetros de mi rostro.
Que manía de invadir el espacio personal ... Aunque no me quejaba, ja
Su cálido tacto contra mi mejilla me generaban ciertas emociones que me negaba a demostrar, no a él.
—Mi reina ... — su pulgar recorría con delicadeza mis labios.
Entre abrí estos y sin apartar el contacto visual con aquella profundidad grísea podía notar el halo lujurioso que desprendían — Khalid ... — mencione su nombre de la misma manera y posando mi mano contra la suya, con delicadeza, la aleje dando algunos pasos hacia atrás con cierta diversión.
Por más que nuestras facciones no demostraban mucho, a tal punto de encontrarse neutras, como si se tratase de un maldito juego todo se centraba en nuestros ojos. Ellos hablanban por nosotros realizando promesas por cumplir y advertencias por omitir.
— Nuestra hora ha llegado, gobernaremos el alto y bajo Egipto como ningún soberano lo ha hecho jamás — una sonrisa esbozó enseñando su dentadura blanquecina que hacía contraste con su piel bronceada — ¡Oh mi reina!, perfecta representación de la diosa Isis despójame de todo lo que tengo pero prémiame con tu dulce presencia aquí a mi lado — tomo de mi mano y tiro de ella acercándome al trono junto a él.
En ese momento la furtiva mirada de Aisha estaba impuesta en mi, trasmitiendo rabia e impotencia y no era para menos que tu propio esposo le este jurando amor eterno a otra no debe ser algo agradable. Por otro lado, ¿Qué podías esperar de alguien que te ha desposado por obligación ?.
— ¡Un brindis por nuestra soberana de las dos tierras! —Alzo la copa en alto provocando que todos los nobles imitaran su accionar.
Me quede por unos segundos observando el espectáculo antes de colocar mi mano sobre su hombro para llamar su atención. Por más que disfrutaba la acogedora bienvenida, no me permitía olvidarme de lo que debía hacer. Aunque quisiese.
Cuando este se giró pudo apreciar los pétalos rojos que descendían a unos completamente negros; entre mis manos había dejado a vista la rosa, dejando fluir los recuerdos y el significado que le habíamos creado con el tiempo.
— Pídeme lo que quieras — la tomo con cuidado de no empinarse, para así apreciar el aroma que desprendía esta.
No aparto ni por un segundo la vista de mi , como si intentara descifrar que es lo que estaba buscando.
— Si su majestad es tan amable antes de hacerle conocer mi petición... — me relamí los labios que sentía medio resecos antes de continuar — Desearía que me acompañara a un paseo por el gran Nilo —
Él por su parte, dio un paso hacia mí y sin intimidarme ni un poco imité su acción quedando a centímetros de su boca. Por más que este me ganaba una cabeza de altura, podía usar a mi favor aquella desventaja.
— Me gustaría saber que es lo que deseas —
Solté una pequeña risa tras escuchar esas palabras.
Oh créeme que no te va a gustar.
—Prefiero que nos inundemos de los placeres que nos ofrece Egipto, ¿no? — coloque una mano en su pecho dejándola reposar unos segundos antes de empujarlo hacia atrás.
— Sois mala — ensancho su sonrisa dejando ver sus hoyuelos, mismos que combinado con sus marcadas y delicadas facciones hacían suspirar a cualquier doncella de la corte.
— Tal vez — me encogí de hombros y pase por su lado golpeando su hombro.
Pero no voy a caer
No iba a mentir, me era divertido provocar al león por más que haya posibilidades de que me coma ... O eso es lo que él creía, después de todo nadie puede contra el lobo vestido de cordero y cuando te das cuenta de eso ya es demasiado tarde. Estás jodido.
— Preparen la barca con todo lo necesario— ordeno antes de retirarse de la sala, confirmando de esa manera que había accedido a tal cuestión.
No lo podía culpar, era muy difícil decirme que no.
Cuando estas recién salido de la promiscuidad y empiezas a responsabilizarte de la vida de varias personas que están bajo tu autoridad es demasiado difícil olvidarse de lo que alguna vez fuiste. Eso pasaba con Khalid, era un león enjaulado que se había resignado en permanecer bajo las rejas por más que rugía por salir.