The Moonwitch

CAPÍTULO III UNA MUERTE ÉPICA

Abro los ojos, pronto recuerdo todo y al parecer sí me desmayé. Melisande termina de colocar un vendaje en mi brazo. Estoy recostada en el suelo entre hojas secas y algunas otras aún verdes, parece que mi cabeza está sobre algo suave. –Qué bueno que ya hayas despertado- sonríe con amabilidad. Miro a mi izquierda y derecha. Estamos solas. Al frente hay una fogata y aún está oscuro por lo que supongo que no llevo mucho tiempo inconsciente. –Espero que no te duela, utilicé uno de los brebajes que Thomas me dio, se supone que te quitará el dolor, debes cuidar la herida para que no se infecte- explica sin dejar de mirar mi brazo como si creyera que en cualquier momento sangrará. Intento levantarme, no logro hacerlo, por suerte no lo nota. –Ha sido muy valiente lo que hiciste, ni siquiera sé que ha sido eso, pero fue realmente increíble. Por cierto, la chica loca de la flecha está muy enojada. Thomas y Ackerley casi inician una pelea por lo que hizo la bruja contigo. Después de eso dijo arrepentirse de no haber apuntado a tu corazón así que deberíamos tener cuidado con ella- sonrío, es buena y su manera de hablar es pacífica más no exasperante como la de Bentley, además de que ella no hace pausas cada vez que pronuncia una palabra.

-Te lo agradezco, no solo por la herida sino por los consejos. Te daré un consejo como agradecimiento- asiente una sola vez con la cabeza y espera a que le dé mi consejo. -No lo llames príncipe que su ego se alzará como no tienes idea, por eso yo lo llamo Brujilda- comienza a reír a carcajadas, niega con la cabeza sin parar de reír.

-Es tan gracioso. Sabes... siempre creí que eras una de esas brujas que odiaba a todo el mundo, que considerabas a todos por inferiores y sin derecho de dirigirte una sola palabra. Porque bueno, eres la única bruja joven en la aldea que tiene poderes, además ni siquiera necesitas de magia y hechizos para poder defenderte, todos hablábamos de ti siempre, sabíamos lo que tú, Thomas y Conrad hacían por nosotros. Solía espiarlos, siempre en el mismo lugar tú y Thomas entrenaban a solas y siempre lo vencías, soñaba en ser como tú, quizás así podría gustarle a Thomas- me mira de pronto asustada por lo que acaba de revelar, niega con la cabeza rápido y lleva ambas manos a su cabello. –Por favor no se lo digas y lo siento, no pretendía decirlo en voz alta ni en voz baja, pero... Lo siento, sé que ustedes son...-.

-Amigos- le interrumpo. –No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. Pero sería bueno que se lo dijeras. No le digas que yo te lo he dicho, pero le gustas- una sonrisa aparece en su rostro una vez más, sus mejillas se han enrojecido por lo que he dicho, además de que quizás el calor de la fogata ha comenzado a lastimarle el rostro o algo parecido. – ¿A dónde se ha ido todo el mundo? Tenemos que irnos, no podemos perder más tiempo-.

-Fueron a vigilar los alrededores, y no creo que vayamos a irnos pronto ya que algunos fueron a obtener más leña-.

-¿Podrías ayudarme?-.

-No creo que sea buena idea que te levantes-.

-Lo es. No te preocupes- se levanta y sujeta mi mano para ayudarme, por un momento creo que caeré, pero logro mantenerme de pie. Me inclino un poco para retirar las hojas secas en mi ropa y cuando me levanto la veo mirando por sobre mi hombro, está rígida y con una expresión de miedo. -¿Qué pasa?- me giro, maldición, ¿Acaso no me pueden dejar un momento en paz? Una bruja oscura está justo al lado de los caballos, creo que ha asesinado a dos de ellos ya que están tirados en el suelo. –Melisande detrás de mí- la bruja comienza a reír.

-¿Qué se ponga detrás de ti? Por favor yo...-.

-"Laftanus"- la bruja cae al suelo totalmente dormida, por lo menos permanecerá así lo que reste de la noche. –No puedo hacer más magia por ahora o me desmayare una vez más y ya no quiero eso- explico a Melisande. –Quizás haya más brujos rondando por aquí- miro hacia el cielo, la luna ha sido cubierta por un montón de nubes oscuras. –Si vamos hacia allá la luz de la luna me hará recuperar un poco de mi energía, si nos quedamos aquí otro brujo puede aparecer y entonces sí que estaremos perdidas-.

-De acuerdo, vamos. Llevaré tu espada-.

Caminamos lo más rápido que puedo, las ramas secas crujen bajo nuestros pies con cada paso. Estamos cerca, lo sé. La luz de la luna se ve a unos metros iluminando las copas de los árboles. Me siento cansada y sin aire, pero no podemos detenernos, hemos dejado a una bruja durmiendo en el lugar en que estábamos antes y si Thomas vuelve y no nos encuentra creerá que algo malo nos ha sucedido, además los brujos del sol no son los más fuertes ahora debido a la ausencia del sol. Por fin llegamos, caigo de rodillas en el centro de un círculo rodeado de enormes árboles, la luz de la luna se abre paso, poco a poco siento como mi energía vuelve, Melisande sonríe, esa sensación que solo los brujos de la luna sentimos, es como si acabarás de despertar de un largo sueño y todo en tu cuerpo tuviera la fuerza para correr toda la noche hasta el amanecer. Caminamos de vuelta, esta vez quien sostiene la espada soy yo, Melisande parece disfrutar de la caminata por ahora y también lo hago, claro, mientras que no aparezca ninguna otra extraña criatura y la luna me de fuerzas para defender a todos creo que todo estará bien. Casi llegamos, se escuchan voces con cada paso en que nos acercamos, Thomas grita a alguien así que corremos hasta ellos.

-¡Si algo les sucede no será más que tu culpa, bruja loca!- si Thomas no se calla atraerá a más bestias hacia nosotros.

-No hay sangre, quizás están bien, separémonos para buscarlas-.




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