The Scar: Soñadores del Destino

Capítulo 8

CAPÍTULO 8

 

Durante la semana que siguió, me ofrecí por las mañanas como voluntario en el hospital para estar más al pendiente del señor Anselmo. No le darían de alta hasta después de un par de semanas más, solo para no correr el riesgo de otro infarto. A él no le disgustó la idea ya que en casa no había nadie que lo esperase y en el hospital le tenemos atención las 24 horas. Siempre que le visitaba, llevaba conmigo algunos juegos de mesa para matar el tiempo en las horas de visita, puesto a que nadie le visitaba más que yo y Grayson. Cuando estoy con Anselmo puedo dejar mis preocupaciones de lado y solo enfocarme en él, eso me ha hecho reponer más en que en estos días ha estado intentando decirme algo, pero nunca acaba por encontrar las palabras correctas y termina desviando el tema. Lo hace notar muy seguido cuando buscamos algo de que hablar. Por otro lado, me hallaba en una lucha constante por no salir despavorido mientras él estuviese internado. Me prometí a mí mismo que estaría a su lado sin importar cuanto odiara el hospital y la sorpresa es grande porque lo estoy controlando como todo un campeón.

El servicio como voluntario me era de ayuda para ver la otra cara del hospital, no todo lo que veía allí era agobiante. Después de todo, repartir el correo y llevar flores a las habitaciones me resultaba entretenido. Aún más cuando me tocaba ir al ala infantil. Ver a los niños entusiasmados por sus envíos me conmovía y no podía evitar platicar con ellos para hacerles compañía unos segundos.

― Ethan ―Llama Jessica, una de las enfermeras que trabajaba con mi padre― ¿Puedes venir un momento?

Tenía que llevar en ese momento unas flores a la habitación 207 y ya los otros encargos se empezaban a amontonar. No sabía cuánto tiempo le iba a tomar a Jessica decirme lo que me tuviese que decir. Dejé las flores sobre la mesa y la seguí a lo largo del corredor, hasta llegar al cuarto de archivos clínicos. Allí había más empleados desplazándose de un lado a otro y organizando los distintos estantes, se veían bastante ajetreados. Por suerte no hay voluntariado para organizar los archivos del hospital.

― ¿Podrías entregar esto a tu padre? ―Pregunta, entregándome una carpeta amarilla.

Usualmente los auxiliares eran los que se encargaban de los archivos de los pacientes, no entendía por qué ella me estaba entregando ese tipo de documento. Se metería en problemas si esa carpeta se extraviaba.

― Entrégalo a tu padre ―Reitera mientras se aleja con prisa.

Quizás a Jessica no se le paso por la cabeza que el hospital era demasiado grande como para saber dónde está mi padre exactamente. Tendría que preguntar en recepción y con suerte ellos sabrían como guiarme. Me acerqué a un hombre en la parte de información, no parecía muy feliz de estar trabajando.

Aclaro la garganta para llamar su atención― ¿Podrías decirme donde se encuentra el doctor Miller? Es algo importante.

Él me inspecciona cuidadosamente y mira la carpeta en mis manos.

― ¿Es tu primer día como voluntario? Los paquetes se entregan a las habitaciones de los pacientes y nadie puede interrumpir a los doctores en sus labores.

― ¿Disculpa? ―Sacudo la cabeza y de pronto me dan ganas de partirle la boca tan arrogante que tiene― Llevo aquí una semana, sé lo que se tiene que hacer ―Pienso en decirle lo de Jess, pero eso sería meterla en problemas y no quiero eso― Necesito entregar esta carpeta al doctor porque se han confundido de sección y lo han dejado en sala de envíos.

El hombre de quizás unos veinte siete años se levanta del asiento y coloca parte de su peso en el mostrador, apoyándose y mirándome más de cerca. Me echo un poco para atrás ante su cómoda confianza en comportarse de esa manera.

― ¿Carnet de voluntario? ―él extiende su mano hacia mí.

Increíble, no puede haber persona más insoportable en el mundo que este tipo. Respiro hondo para mantener la calma o llamaría la atención de enfermeros y familiares en la sala de espera. Saco mi identificación y la paso por encima del mostrador. No era por creerme más que él, pero incluso las personas de limpieza tenían mi rostro grabado por las mañanas, pero no podía esperar mucho de alguien nuevo. Por el aspecto hostil que denotaba, me hacía pensar que probablemente lo habían bajado de puesto. No permitían que personas con ese tipo de carácter trabajaran en el hospital, o eso quiero pensar. Si bien me he acostumbrado al hospital supongo que todavía a las personas me les mantengo reservado, pero hay uno que otro que se ha ganado mi confianza.

Él toma la tarjeta de plástico, leyendo las líneas donde resaltaba mi apellido. Después lo desliza con más fuerza hacia mí, provocando que cayera al suelo.




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