Tiempos de Guerra

Capítulo 12 ~ 2011

 

2011

Los Ángeles, California

 

 

Toni seguía echado en la cama, incapaz de reunir las fuerzas suficientes para levantarse. Llevaba allí, quieto y a oscuras, desde que Andrew se había marchado, hacía casi una hora.

Cerró los ojos con tanta fuerza que los párpados le dolieron. Se sentía fatal, estaba muy cansado, tenía el estómago revuelto. Lo único que había comido en todo el día habían sido dos rebanadas de pizza que habían sobrado de la noche anterior, y era evidente que a su estómago no le habían hecho mucha gracia.

Giró sobre sí mismo en la cama y enterró la cara en la almohada. Le picaba el cuerpo, se sentía sucio. Lo estaba.

Su relación superficial con Andrew había estado bien por un rato, había servido como distracción por un par de meses, pero ya empezaba a cansarse. Era aburrido, era tedioso. Siempre era igual: Toni lo llamaba cuando se sentía solo, Andrew iba, se besaban un poco, bebían bastante, se acostaban. Andrew se iba. Y Toni se quedaba solo otra vez.

Tenía náuseas.

La próxima vez llamaría a aquella chica que había conocido en la fiesta la noche anterior. Roxana, o algo así. Había parecido muy interesada en él, había insistido en apuntar su número en el teléfono de Toni. Era guapa, le gustaban las rubias. Le apetecía un cambio. Andrew ya no era suficiente.

Se obligó a sentarse y el movimiento súbito hizo que se mareara. Parpadeó un par de veces, tratando de centrar la vista. Tenía que bañarse, le daba asco estar consigo mismo.

Cuando se levantó, su vista se posó sobre el vaso de tequila que descansaba sobre la mesita de luz. Quedaba solo un poco, pero no iba a desperdiciarlo. Lo levantó y se lo bebió de un solo trago. El alcohol le quemó la garganta y lo sintió avanzando hasta el fondo de su estómago, donde se asentó como si fuera ácido.

El dolor fue tan intenso, tan agudo y tan repentino que tuvo que agarrarse del borde de la mesa de luz para estabilizarse. La vista se le emborronó, la garganta se le secó. Y su estómago quemaba como si hubiera tragado fuego.

El corazón le latía muy rápido y lo sentía palpitar con angustia en cada rincón de su cuerpo. El abdomen se le contraía del dolor, y Toni se abrazó a sí mismo, tratando de calmarse, tratando de detener lo que sea que estuviera pasándole.

Pero no podía. Le dolía, le dolía demasiado.

Le iba a explotar el estómago. Se había tragado una bomba.

Se levantó jadeando, encorvado sobre sí mismo, y corrió al baño sujetándose la barriga. Apenas podía contener las arcadas, apenas podía contener las lágrimas de dolor.

Abrió la puerta del baño de un tirón y se inclinó sobre el inodoro desesperadamente, tropezando con sus propios pies. Vomitó, y vomitó, y vomitó por tanto tiempo que se preguntó cómo podía seguir teniendo arcadas si era imposible que le quedara algo en el estómago. La boca le sabía a ácido y sentía la garganta irritada. Aún tenía náuseas, en cualquier momento podría vomitar los intestinos.

La cabeza le daba vueltas, así que cuando se sintió lo suficientemente seguro de que no iba a vomitar nada más en los próximos segundos, se apartó del inodoro y se sentó contra la pared del baño. El corazón le latía  con violencia, a punto de abrirle el pecho, y sus ojos cansados veían manchitas negras en el aire.

Se estaba rompiendo.

No le quedaban fuerzas para levantarse, así que se hizo un ovillo junto al inodoro y se abrazó a su propio estómago. Cerró los ojos y se obligó a controlar su respiración, tomando grandes bocanadas y soltándolas poco a poco. Cada inhalación enviaba una nueva ola de dolor desde su estómago, y no creía que fuera a soportarlo mucho más.

Estaba aterrado. No entendía qué estaba pasando, no entendía por qué se sentía así. Le dolía todo, no podía pensar.

Se le ocurrió llamar a Morgan. Ella podría ayudarlo, podría decirle qué le pasaba, podría solucionarlo. Morgan siempre lo solucionaba todo. Pero no se atrevía… ¿Cómo podía llamarla ahora para decirle que se sentía mal cuando hacía tanto que ella le había dicho que se estaba destruyendo a sí mismo? ¿Cómo podía molestarla cuando sabía que ella no tenía ninguna responsabilidad sobre él, cuando ya lo había ayudado tanto? Ya estaba en deuda, no podía empeorarlo, no podía decepcionarla más. No quería ser una carga para ella.

Pensó entonces en sus padres, pero desechó la idea de inmediato. No soportaría llamar llorando a casa por un dolor de estómago, como si tuviera seis años, sabiendo además que hacía meses que apenas hablaban. Era un hombre adulto, tenía que aprender a lidiar él solo con sus problemas. Tampoco era que podrían hacer algo al respecto, ¿no? Estaban en Miami, al otro lado del país. No tenía sentido preocuparlos.

El dolor era demasiado fuerte, punzante, como si hubiera bebido un veneno muy eficaz. El estómago se le contraía y le provocaba más arcadas. Toni se agarró las costillas, respirando con dificultad, tratando de tranquilizarse.

Y así, con la frente apoyada en el piso lleno de lágrimas, acostado en posición fetal junto a un inodoro sucio, concentrándose únicamente en respirar, se dio cuenta de que estaba cantando. Era un sonido ronco e irregular, débil e inteligible, pero continuó. Necesitaba aferrarse a algo, a cualquier cosa, para apartar el dolor de sí.



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En el texto hay: musica, gay, lgbt

Editado: 18.04.2024

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