Yo a usted la amo,
tal vez con absurda obsesión
y es aquí el quid del asunto,
que solo en usted brilla la resolución.
Hagamos una revolución,
levante su falda y le haré el amor
y entre guerras tal vez mengue este delirio
y se calme mi obsesión.
Tal vez le suene a horror,
pero mancebo soy
y un adicto rebelde sin compresión.
¿Le escribo una canción?
Mientras me poso en su razón.
No habrá orden de alejamiento,
ni fronteras, viviré en su corazón.
Ni siquiera la muerte en su arrebato,
acabarán con este celo ingrato
con esta ganas depravadas,
con este vicio tosco y mis ganas...
que buscan llevarla a la cama.
Este que busca en usted una cura
para recuperar la cordura:
es que yo la amo con locura,
con limerencia y obsesión insana
porque en usted veo la belleza más pura,
que desborda mis deseos y mis ganas.
Hagamos un juramento:
la llenaré de alegría sin tormento
regalos, detalles y flores;
chocolates y besos.
Sí, seré el romántico que busca,
con un deseo que corusca,
en una relación simbiótica y covalente,
donde nos entregamos salvajemente.
Deme un gesto y le robo un beso;
una palabra y la devoro con pasión,
aunque se arme la de troya:
la observo desde la secoya,
es usted mi joya, mi insólita tensión.
Venga bailemos esta canción:
con fuego y con pasión
hasta hervir nuestra sangre con una lujuria,
que eclipse a los amantes de Venecia.
Le haré el amor a la francesa
y un beso de Singapur...
seré su joven lacayo, poseedor y señor.
Usted se ríe con indiferencia,
mientras yo la amo con devoción,
pero sigo aquí con esta paciencia,
que la besa a veces sin control
entre amenazas, pleitos y chantajes;
veo cediendo su corazón.
Pronto la veré adicta y desquiciada,
sometida a mis deseos y mis ganas
y yo irascible abusaré de su cuerpo
y usted con gratitud me dará las gracias
y entonces, me buscarás de nuevo.
Solo déjate querer.