Tintes de Otoño

1. Carta recitada

Era yo contra una preocupación       

Era yo contra una preocupación. Mordí mis uñas con impaciencia al sentir las persistentes miradas de mis amigas, ellas tenían una exagerada sonrisa sobre sus labios, las cuales comenzaron a preocuparme, me imaginé en un circo, rodeada de payasos con maquillaje excesivo y toda su atención en mí, hostigándome con sus inquisitivos ojos.

Les tenía pavor a los payasos desde que era una pequeña ciruela, desconocía su profundo porqué, quizá los vi cuando era infanta y sus rostros llenos de mofa y burla causaron algo en mí que provocó la aberración. Así me sentía en el orfanato, rodeada de payasos que solo se burlaban de mí; sin duda alguna, mis amigas eran la fiel adaptación de unos payasos con sonrisas enormes sobre sus rostros.

Solté un áspero suspiro para luego tomar la pluma morada que Ella me había ofrecido minutos atrás, a la par ahogando una carcajada y alzando ambas cejas en un signo coqueto, anhelando que por fin me dignase a ponerles atención, a lo cual respondí ladeando una mueca. Mordí mi dedo pulgar sin provocar daños, los nervios me consumaban hasta al más no poder.

Mi mente daba vueltas sobre el cuaderno que descansaba sobre mi regazo. No podía creer que había sido convencida por las reposteras para hacer algo que me aterraba.

Su nombre derivaba de la comparación a los más exquisitos y finos postres, de donde brotaban aquellos tonos de color pastel, Dulces, reconfortantes y suaves, que podían endulzar la vida de cualquiera; en especial la mía.

Acaricié el tabique de mi nariz con nerviosismo, solía hacer eso cuando estaba confundida o inconforme con algo. La simple idea de comenzar a trazar sobre el papel me aterraba, ver el rostro difuminado de él en mi imaginación, también. Mi corazón se aceleraba y palpitaba con frenesí, mis palmas no tardaron en sudar, limpié éstas con mi pantalón; mis amigas, que me rodeaban sentadas en el suelo con las piernas cruzadas, esperaban con impaciencia que empezara a grafiar sobre la hoja de papel, pero como ésta, yo estaba en blanco.

—Emma, ¿qué esperas? —presionó Ella, las demás chicas asintieron en coro, mi corazón bombeó sangre tan deprisa que tuvo el descaro de enviar la sangre a mis mejillas, notando el contraste evidente con mi piel pálida.

—Déjenla que tome su tiempo —sentenció Lissa, aunque, muy en el fondo, al igual que a las demás, deseaba presionarme, sin embargo, de forma muy evidente, ya lo hacía con la mirada.

—Sí, no es algo sencillo para Emma —declaró Alex, dándole la razón. Ésta se acomodó sobre un cojín con forma de flor rosada y me observó.

—Yo ya no soporto, sólo hazlo —reprimió Mía sin darle importancia a lo que Lissa y Alex habían dicho—, sólo escribe lo que piensas, si quieres di tu rollo de los colores.

Observé a Mía, quien se había robado el foco con sus palabras, todas la observábamos a ella. Ladeé una mueca y, acariciando, una vez más, el tabique de mi nariz, me digné a colocar la pluma sobre el papel y comenzar a trazar las primeras palabras:

Querido Clark,

Con tan sólo haber escrito las primeras palabras, ya me estaba derritiendo como un helado bajo el sol. Tomé aire, las chicas volvieron a sonreír.

—Genial, ya llevas la primera parte, ahora continúa —espetó Mía, haciendo un ademán con la cabeza para que dejase de prestarle atención a ella y me concentrase en la hoja. Estaba desesperada, para ella este tipo de cosas eran sencillas, a diferencia de mí, era todo un reto.

Yeah —exclamó Lissa con cierto entusiasmo mientras asentía con la cabeza varias veces seguidas. Alex soltó una risilla ante el comentario de la verdosa.

Me digné a continuar escribiendo, añadiendo palabras sin ser consciente de lo que escribía.

Soy una boba, no tengo fuerzas para acercarme a ti, me siento inútil, pero me he percatado de una cosa que no puedo dejar en el olvido porque me acorrala. No es fácil deshacerte de ella, al fin lo comprendí.

La dueña de la habitación, Ella, con su cabello chino y esponjado, gateó a mi lado, pateando de forma espontánea a Mía, quien se quejó con un «ay» que hizo soltar a todas una carcajada, menos a mí, que estaba sumida en mi mundo fantástico interno. Agobiada gracias a lo que estaba haciendo y lo que luego de ello conllevaría.

Mía había dicho que sería una buena idea para hacerme soltar todo lo que traía atorado en mí, esas emociones que, de mala manera, suplantaban la comida que no me atrevía a digerir por los nudos que se formaban en mi interior.

—Tú continúa —comentó Ella, dejando de reír.

Y así lo hice, sumida en mi mundo y con los sentimientos a flor de piel, me digné a continuar con lo que ya había empezado.

Después de días sin comer, me animé a dejarte esta carta, con la presión de mis amigas sobre mí. No quiero ir directo al grano, me gustaría adornar de palabras sutiles, pero ¿cómo se hace? Eso no te lo enseñan en la escuela, y dudo que un padre hable de eso con su hijo. Hablo de que me gusta tu sonrisa, no, mentira, me encantaAdoro cuando hablas en clase y das tus puntos de vista, dirigiéndolos a temas artísticos o disparatados para muchos.

Me gustas, es lo que puedo decir. Sólo eso. Solamente me gustas. Me gustas al grado de sentir mariposas, tantas mariposas para que deje de tener apetito. Nudos que, si no te lo decía, no me dejarían comer.

Eres el color que combina perfectamente conmigo. Eres el color que, sin buscarlo, llegó a mi vida.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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