Tintes de Otoño

43. Noche de brujas

Olvido es una palabra fuerte

Olvido es una palabra fuerte. Una que jamás me atrevería a usar o poner en práctica. Si alguien me dijese que puedo cambiar algo de mi pasado, para luego preguntarme qué sería lo que olvidaría o borraría, yo respondería que nada.

Quizá me hubiese gustado omitir el hecho de haber estado en un orfanato o ser albina. O muchas cosas más. ¿Y si todo eso al eliminarlo dejase de pensar como una pobre víctima que se detesta a sí misma?

Sin embargo, todos esos detalles me formaron. Sin todo aquello por lo que pasé, no sería la persona que soy ahora.

Jack respiró profundo y me observó a los ojos. Yo esperaba que me dijese ese algo de lo que quería hablar, pero solamente besó mi mejilla y se mantuvo observando sus pies, respirando con pesadez.

—¿Sabes, Emma? —preguntó— Eres, posiblemente, la persona más maravillosa que he tenido el placer de conocer —observó de reojo al otro lado de la calle, donde Clark, Tara y Peter platicaban divertidos—, me alegra de que hayas encontrado a ese alguien.

Contuve mi respiración mientras Jack soltaba sus palabras. No comprendí mucho de lo que dijo y tampoco quería hacerme ideas al respecto.

Mantuve mi mirar fijo en él, humedecí mis labios y alcé mi ceja.

—Me alegra haberte conocido, Emma y sé que puedo confiar en ti, ¿no es así?

El tono con el hablaba cambió de forma repentina. El Jack nervioso que había hablado yacía unos momentos había desaparecido. Curveé una sonrisa, ocultando la evidente sorpresa que sentí.

—Ya sabes que sí —respondí, encogiéndome de hombros.

Soltó un suspiro y volvió a observar al otro lado de la calle.

—Creo que me está gustando alguien —musitó, sin despegar la vista de nuestros amigos.

—¿Tara? —inquirí en tono curioso, acercándome con la intención de buscar sus ojos.

Jack me observó un tanto sorprendido, rascó su nuca y volvió a desviar su mirada. Asintió tímidamente con las mejillas encendidas.

—Ya lo sabía —musité con una sonrisa  con sabor a victoria—, estoy segura de que eres correspondido.

—¿E-eso crees?

Asentí con la misma sonrisa y observé a Tara, quien estaba de cuclillas hablando con Peter, quien observaba en nuestra dirección. Alcé mi mano y moví mis dedos como un saludo al pequeño Peter Pan, quien me regresó el saludo esbozando una sonrisa cual no estaba antes.

Al pequeño le tenía un enorme cariño, y parecía que él también sentía lo mismo.

Regresé a Jack, quien lucía motivado con lo que le había dicho.

—Claro que sí —contesté.

Y eso pareció hacerle un cambio a su sonrisa.

🍁

Clark tomó mi mano, Jack y Tara iban enfrente y, en medio, Peter, quien observaba a todos con sus grandes ojos. Peter era de esos niños tímidos que siempre son explosivos, con energía que muestra todos sus sentimientos, sin embargo, podría ser el niño más tranquilo y empático que jamás había conocido.

Había algo especial en Peter, algo que no cualquier niño tenía. Se sentía cuando estabas con él.

Se detuvo unos momentos hasta que llegamos muy cerca de él.

—¿Qué sucede con Jack? —preguntó, mirándome a los ojos.

—Cosas... tontas de adolescentes —respondí con una sonrisa ladina.

Peter se mantuvo observándome fijamente hasta que, una mujer delante de nosotros exclamó de felicidad, llevando sus dos manos a su pecho con una flamante sonrisa.

La reconocía.

—¡Eres la mismísima Reina Blanca!

Esbocé una sonrisa tímida y me encogí de hombros. Noté la divertida sonrisa de Clark, quien asintió afirmativamente.

—¿Puede creer que la mismísima Reina Blanca accedió a dar un paseo conmigo? —preguntó, acercándose a la mujer.

—No me sorprende —contestó—, eres muy guapo. Hacen una pareja divina.

Ambos nos observamos mientras nuestras mejillas se encendieron.

—¿Y este chiquitín viene por Niños Perdidos? —interrogó la mujer acercándose a Peter.

El pequeño se encogió de hombros y dejó escapar una risilla.

—Ay, pero qué bonito eres, Peter Pan —la mujer volvió a retroceder para despedirse, meneando su mano y deseándonos una buena noche.

Volvimos a avanzar, percatándonos que habíamos perdido de vista a Tara y Jack.

El príncipe azul y yo intercambiamos miradas, entreabriendo nuestros labios y sin hallar las palabras correctas.

Ahora debíamos buscarlos.

Clark y yo volvimos a sujetarnos las manos y yo tomé la de Peter. Me sentía como en El Mago de Oz, cuando avanzan por el camino amarillo cantando you're off to see the wizard, the wonderful wizard of Oz, you'll find he is a whiz of a whiz if ever a whiz there was, if ever, oh, ever a whiz there was, the wizard of Oz is one because...

Avanzamos largo rato por la calle, nos detuvimos en algunas casas porque Peter tenía antojo de recibir dulces (y la verdad era que Clark y yo también). Varios al abrir la puerta exclamaban que estaban en un cuento de hadas. Hasta que encontramos a Jack y Tara charlando en una banca, despreocupados de nosotros.

Me dio un poco de vergüenza plantarnos delante de ellos, pero me había parecido de muy mal gusto el que nos hayan abandonado así como así. Clark tomó mi mano, yo ya tenía la de Peter, así que, como cadenita, llegamos frente a la banca, donde Tara y Jack hablaban seriamente, con diminutas sonrisas.

Ambos levantaron la vista para dar con nosotros.

—Hola —sonrió Jack.

—Sí, hola —respondí—, ¿no olvidaste algo, Murphy?

Jack se levantó de la banca, lucía un tanto nervioso, asintió tímidamente llevando sus manos a su nuca.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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