19 Años después...
El día brillaba en su máximo esplendor cuando Hermes alzó sus alas en vuelo para cumplir el designio de los Dioses. Atravesó valles y largos ríos, viajó entre las nubes salpicando sus enormes alas con un fresco rocío de lluvia hasta divisar a la distancia las gigantescas montañas del este coloreadas de tonos ocre oscuro olvidadas para muchos Altivos.
Atravesó la espesa bruma que cubría el extremo de la cima contemplando el bello Palacio echo de plata y marfil resplandeciente como una estrella del cielo. Sobrevoló su jardín aterrizando en la entrada, deslizó su mirada por el lugar notando la presencia de una encantadora joven vestida con bellas telas de seda en colores turquesa, haciendo resaltar su cabellera rubia la cual caía hasta los bordes de su cintura. Hermes arregló su atuendo y la saludo con cordialidad.
-Buenos Días Señorita. Al oír su extraña voz la muchacha volteó rápidamente sosteniendo con fuerza el ramo de flores blancas contra su pecho.
-¿Quién es usted? ¿Y que hace aquí?-El Dios le sonrió gentilmente y se inclinó ante ella, deslumbrado por aquélla mirada azul única entre los herederos de Poseidón.
-Disculpeme no fue mi intención asustarla, soy el Dios Hermes mensajero de los Olímpicos, tengo un recado muy importante para ti y tus demás compañeros ¿Podrías avisarles que estoy aquí? Cuento con poco tiempo.
Ella se acercó lentamente hacia él con cara de asombró preguntándole:
-¿Mi padre envío algo para mí? -El hombre asentó mostrándose amable y sereno.
- No sólo tu padre, los demás también tienen un mensaje de aquellos que le dieron vida. Su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, tomó el ramo con fuerza y atravesó el jardín a toda velocidad, mientras Hermes reviso en su bolsa contando con los ocho papiros a entregar oyendo el leve murmullo que con cada nuevo paso se intensificaba viendo aparecer nuevamente a la joven trayendo a tirones a una de sus hermanas, era incluso más hermosa que la primera chica su tes era blanca como la luna, sus labios carmín como pétalos de rosa, los ojos grises como cenizas y una larga cabellera negra que resaltaba cada detalle de su ser.
-¡Liria basta sueltame de una vez! Sabes que odio que me arrastres a tus cosas- La muchacha no apartó la felicidad de su rostro ante la buena noticia respondiendole alegremente.
-¡Es Importante no seas así Cala! Te prometo que te gustará.
Los demás habitantes del templo comenzaron a llegar a su encuentro, las jovencitas revosaban de belleza y encantó una tras otra mientras que el único Muchacho le recordaba un poco a su padre con una única diferencia ya que él no cargaba tristezas del pasado.
-Buenos Días a todos, lamentó interrumpir sus quehaceres pero la tarea que debo cumplir será rápida.- El Dios observo a cada uno notando la ausencia de una persona.
- Lo lamento pero necesito que estén todos aquí...y por lo que veo falta una de ustedes.
Pasos ligeros fueron acercándose cuando se postro delante suyo una muchacha menuda luciendo un largo vestido blanco.
-Aquí estoy ya puedes dejar los rodeos y entregar lo que te pidieron darnos.- Hermes miro de reojo la sobriedad de la muchacha diciéndole:
-¿Tú debes ser la hija de Atenea,no? La famosa Horiamy con el poder de ver el pasado y el futuro. Ella lo miro con frialdad respondiendole:
-Me hará esperar mucho más o dirá lo que desean los Olímpicos.
Hermes decidió no perder más tiempo con ella alzando su voz para ser escuchados por todos.
-El Soberano de los Cielos quiere Celebrar su natalicio y llegada a la madurez con un banquete en el Olimpo- Sacó de su bolso los papiros cerrados y con el nombre de cada uno, llamó en orden entregándoselos en mano.
-¿Y esto?-Pregunto una de las jóvenes.
- Es un mensaje privado de sus padres, por lo que vi, están muy contentos de volverlos a ver. El Dios sonrió y saludo con una reverencia a todos diciéndoles:
-Ha sido un placer haberlos conocidos, pero ahora debo partir aún me quedan muchas entregas por realizar, esperó tengan un buen día. Hermes se elevó en vuelo y desapareció en el infinito del cielo.
Los hijos de La gruta regresaron a sus tareas interesados en aquel misterioso mensaje, Liria se sentó de inmediato en el borde la fuente ansiosa por leer las palabras de su padre cuando vio a Horiamy romper el papiro en mil pedazos y dejarlo volar con las odas del viento.
-¡Oye! ¿Por qué hiciste eso? ¿No tiene interés en saber lo que escribió tu madre?- La mirada de Horiamy sería y alejada no cambio ni un milímetro.
-Ya se lo que dice y no me interesa. La muchacha se levantó de su lugar poniéndose frente a ella intentando sacar lo positivo que tendría.
- No hables así, comprendo ...no te gusta hablar mucho respecto a ella, su relación no es de las mejores...pero al fin de cuentas casi ninguno de nosotros a podido relacionarse con ellos, sólo Cala a contado con esa suerte...¿Por qué no le permites acercarse? Y le dejas demostrarte el cariño que siente por ti.- Horiamy observó la bondad y benevolencia que sus ojos expresaban, el alma de Liria era justa y compasiva deseando la armonía y la resolución de conflictos sin violencia.
-Se que tus intenciones son buenas Liria...pero lo que me pides no puedo hacerlo. La hija de Poseidón miro con pena su decisión respondiendole:
-Espero que no te arrepientas en el futuro. Su amiga le clavo la mirada antes de decirle.
-Y yo deseo que tu bondad no se nunca herida por la culpa de tu padre. Se dispuso a irse cuando el cuerpo comenzó a paralizarse, las piernas se entumecieron cayendo bruscamente al suelo.
-¡Horiamy!- Liria saltó rápidamente sobre ella tomándole la cabeza con cuidado.
-¡Noah! ¡Noah! Esta pasando de nuevo ¡Ayúdame!-La muchacha podía oir su palabras lejana y su figura desdibujada mientras que de sus propias sombras una voz la invadía con más fuerza y poder exigiéndole amenazante.
-Debes reunirlos a todos, no hay más tiempo que perder.