Titanes-La destrucción de un Imperio.

Capítulo 24- Miedo

Por un rato los dos marcharon juntos observando sólo las bellas margaritas blancas que crecían a su alrededor, mientras los pájaros resonaban en las copas de los árboles, Horiamy seguía aún perdida en sus pensamientos cuando lo oyó decirle:

-¿Aún continuas triste con la partida de Noah?-Ella deslizó la vista hacia él.

-Es una pena que pasará sólo cuando vuelva...pero tampoco puedo juzgarlo, lo que le tocó vivir no es fácil, Remenci fue su gran amor desde pequeño y haber sido traicionado por ella, es un gran dolor para él. Nehuem alzó su vista al cielo.

-Realmente estoy asombrado con cada día que pasa el sentimiento que sienten el uno por el otro, cuando Orión te enveno recuerdo el alivió en el rostro de Noah al verte regresar...estaba más que feliz y hoy cuando tuve que darles la notícia, me sentí algo triste por las tres, fue como si su mundo se detuviera. La joven se cruzó de brazos recordando amargamente.

-Nuestra vida ha sido construida a través de abandonos Nehuem, por eso nuestra actitud. Él se quedó quieto en el lugar mirándola con duda.

-No entiendo. Ella se quedó delante viéndolo con suma calma.

-Desde que nacimos hemos sido dejados, primero nuestros propios padres acataron la separación que Zeus exigió, entregandonos al cuidado de Ninfas. Aún la sorpresa inundó más los ojos de Nehuem.

-¿Ninfas?- La muchacha asentó mientras sus ojos se iluminaban al recordar.

-Sí, Ocho buenas y encantadoras Ninfas, Zeus las convocó de cada extremo de la tierra con la intención de velar por nosotros durante 2365 y así lo hicieron. Horiamy avanzó sus pasos con tranquilidad mientras Nehuem la seguía.

-Ella cumplieron fiel mente su deber, se volvieron lo más cercano que tuvimos a una verdadera madre, se encargaron de transmitirnos todos sus conocimientos, la música, las estrellas, la habilidad para desarrollarnos en algunas áreas como Liria, el amor que siente hacia las plantas, la forma para tratarlas las aprendió de Melité, cada una nos trato con el mayor amor del mundo, no podían llamarnos hijos les había sido prohibo por los dioses pero solían llamarnos "Mi pequeño" o "Mi pequeña" creimos que siempre estarían allí para nosotros, protegiendonos...aunque realmente lo que hacían eran prepararnos para su ausencia... Mi cuidadora se llamaba Mirra, la última noche me arropó y me dio un beso en la frente, podía sentir su esencia cambiada, estaba muy triste y aún así sonrió para mí una última vez diciéndome lo mucho que me quería y lo especial que era para ella...ninguna tuvo el valor para decir que se irían, la única que estuvo cerca de ello fue Dafne cumplió el mismo ritual que las demás ninfas pero le hizo prometer a Noah como el buen niño que era siempre proteger y cuidarnos a todas.

-Por eso Noah es así con todas ustedes. La joven asentó viéndolo de lado.

-Desde ese día, mi hermano cumplió su promesa, estando allí para todas, él cuando supo la verdad sobre nosotros nunca me juzgo o creyó que mentía, hizo lo mejor por mi aún que fuera peligroso ante los ojos de los Dioses. Nehuem deslizó su mano a través de los musgos.

-¿Y las Ninfas?- Horiamy vio un tronco caído de largos metros posado sobre la hierba despertando un impulsó incapaz de controlar. Tomó la punta de su vestido y subió sobre él caminando tranquilamente pasó a pasó para no caer.

- Ellas se fueron esa noche, ya habíamos aprendido a transportarnos viajamos a todos los lugares que visitamos juntos pero no aparecieron, yo creó que cada una regreso a casa y cada tanto pensarán en sus niños. Nehuem no pudo evitar sonreír con alegría al ver su mirada serena y cariñosa ante el recuerdo de aquellas mujeres, el verde de sus ojos brillaba con más poder que la copa de los árboles queriendo permanecer mirandos todo el tiempo posible.

-¿Y tú? ¿Cómo fue vivir con padres?-Horiamy anduvo despacio por el árbol caído hasta sentir una leve perdida del equilibrio yendo hacia uno de los lados cuando la mano cálida de Nehuem la detuvo uniéndose a la suya.

-Con cuidado, si quieres sostenente de mí y continúa. Ella aceptó su ayuda y continuó  avanzando por la delgada cortesa imaginando que si dejaba de andar por ahí caería en un infinito precipicio.

-No has respondido mi pregunta. Él agachó la cabeza y volvió a verla.

-¿No habías visto en mis recuerdos? ¿Para qué quieres que hable?- La muchacha alzó los ojos al cielo diciéndole:

-Siempre es mejor oírlo de sus propios protagonistas, los sentimientos cobran mayor valor. Nehuem suspiro profundo recordando claramente toda su vida al lado de los dos.

-Ambos fueron simplemente perfectos, eran agradables, personas de bien, preocupados siempre por mi bienestar desde el primer día, Mi madre solía abrazarme cada noche junto al fuego y decirme que yo fui su regaló de los Dioses, su vientre no había podido engendrar un hijo propio, pero...Atenea le entregó el anhelo más grande que guardaba. Ella se detuvo en secó clavando una mirada fija sobre él. 

-¿Cómo?- Él le sonrió tímidamente.

-Lo sé, para mí también fue extraño saber que la diosa Atenea tenía una hija. 

- La sorpresa es de varios, pero dime como es eso que fuiste un regalo de mi madre. Nehuem se rasco la barbilla recordando los relatos de su difunta madre explicandolo con un claro tonó fantástico.

-Una pareja de pastores abandonó su ciudad natal para comerciar en el Reino de Atenas, el pago por las lanas y algunos corderos fue bastante menos de lo esperado, poniéndolos en una encrucijada viajar de vuelta a casa y correr peligro ante los delincuentes de la noche, hospedarse en una posada y perder la mitad de lo que tenían para vivir o encontrar un refugió hasta que amanezca, bueno...eligieron la última, entre todos los lugares de la ciudad buscaron asilo de la oscura noche sin luna en el templo de Atenea, lo primero que vieron cuando entraron fue a una mujer portando una fina capa, volteó asustada a verlos pero cuando notó que no eran una amenaza corrió a ellos y dejo en los brazos de mi madre un canasto de mimbre y le dijo solamente "Su nombre es Nehuem".




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