Titanes-La destrucción de un Imperio.

Capítulo 33- Hermano

La altiva no perdió un instante tomó su capa colgandosela del cuello, salió al Jardín viendo a la magnífica mascota aguardando el regreso de su ama.

-Cerbero tengo que pedirte una última cosa, prometo recompensarte más tarde  con unas sabrosas almas como a ti te gustan. Él cachorro movió la cola feliz de su promesa.

-Tengo que irme ahora, tengo algo importante que hacer ¿Sí? Necesito que cuides La Gruta y a mis amigos como si fuera el mismo Inframundo ¿Entiendes? No dejes que nada extrañó entré, lo que veas peligroso haces eso que también sabes hacer. Cerbero se sentó obediente en el jardín con la atención hacia adelante.

-¡Eres muy bueno! Te agradezco esto.

Cala avanzó hacia delante y desapareció frente a él, viajando hasta el templo sagrado de Dionisio, entró luciendo como una doncella más, subiendo por las escalinatas apenas pudo distinguir la escultura labrada en marmol y oro del Olímpico colocada de forma central mientras a sus alrededores se distinguían la imagen de los distintos Altivos, se asqueó con rabia al ver la imagen de Zeus, corrió la cara deseando poder tirarla fuera del recinto sagrado pero se calmó, encendiendo una vela a los pies de la escultura rezandolé al Dios.

-Dionisio, necesitó de usted, por favor le ruego que me escuché no tengo a quien más recurrir, se que no le gustaba manifestarse pero es urgente, Me llamó Cala soy hija de Hades y buena amiga de su hijo, lo he buscado por cada rincón que conocía en este mundo pero él se esfumó y necesito encontrarlo por favor, se que usted debe saber dónde poder hallarlo, guieme se lo suplicó, Nuestras hermanas y  su único amigo están en un riesgo mortal, dependen de él, sino lo encuentro su muerte pesará por siempre sobre ambos. 

Una mano se apoyó sobre su hombro haciéndola voltear, viendo las mismas facciones del muchacho.

-Señor. Una sonrisa iluminó su rostro al ver el semblante contemplativo de Dionisio.

 

 

El sol nacía sobre la Costa este de Mikonos apenas amanecia y los siervos comenzaban su tarea en los campos recolectando parte de la cosecha de trigo. Las mujeres con canastos se movían directo a la plantación mientras los niños se demoraban detrás de ellas disfrutando con gozo los malabares que realizaba un extraño joven con cuatro manzanas, se sentaban a sus pies y disfrutaban ese breve instante antes de comenzar a trabajar.

Una madre observó la felicidad dibujada en sus rostros pero aunque no le gustará quitarsela, la obligación de ellos era otra.

-Niños, es hora de iniciar nuestro labor, Mineas también debe hacerlo. Un bufido exalo al unísono pero el joven reparó diciéndoles:

-Les prometo que cuando terminemos, tendré una sorpresa nueva para ustedes, pero si la desean no quiero ver una cara triste ¿De acuerdo?-Los pequeños respondieron "Si" con emoción levantándose del suelo, antes de perderse entre los extensos trigales.

-Eres un buen muchacho Mineas, te agradezco lo que haces por ellos. Él apretó su hombro con una débil sonrisa cordial.

-Gracias Neris. La mujer miro tiernamente al muchacho preguntándole:

-¿Algún día me dejaras ver una linda sonrisa en ese rostro? - Él beso su frente antes de dirigirse al campo.

-Tal vez cuando llegue el momento, pueda darte esa dicha...¡Nos vemos después!-Entró corriendo perdiendose rápidamente de vista.

 

 

Cala llegó sujetando la mano cordial del Dios quien la depositó suavemente sobre la hierba, observó de re ojo el lugar notando cercanas algunas edificaciones humanas.

-¿Dónde estamos?

-¿Importa eso ahora?-Ella negó cuando lo vio apuntar a un lugar en específico.

-Ve hacia allá, espero tengas mejores resultados que yo y logres llevarlo a casa.

-Gracias. La muchacha se alejó de él volteando una última vez para verlo dándose cuenta que ya no estaba. 

Avanzó colina abajo viendo algunos arboles crecer de forma salvaje, mientras miraba de un lado a otro buscando con la mirada aquellos ojos color miel que tanto deseaba, caminó escuchando unas leves voces intensificandose al acercarse distinguió las canciones que solían cantar las mujeres. 

Apesar de no desear ser vista por los mortales Dionisio le había señalado ese lugar decidiendose a avanzar. Su larga capa se colocó entre los pasajes de los  trigales llamando la atención de los cosechadores. Las damas quedaron en silencio viéndola pasar, los hombres suspiraron sin poder quitarle los ojos de encima Cala era distinguida por ser una belleza exquisita, piel tersa y blanca como el marfil, labios redondeados de color rosado despertando el fervor masculino, ninguno siquiera podía sospechar la temible herencia que corría por sus venas, sólo viendo el reflejo que regalaba el exterior.

La altiva observó de un lado a otro viendo la infinidad de miradas entorno a ella pero ninguna era la deseada, continuando hacia adelante, los niños vieron cruzar a la hermosa mujer deslumbrandose, una de las pequeñas corrió contenta hacia su lugar estirando las ropas de Mineas hacia abajo con emoción.

-¿Qué sucede Hada? 

-Mineas, Mineas ¡Vino una princesa! ¡Tienes que verla es hermosa!- Él observó con incredulidad las palabras de la infante sin poder creerlo.

-¿Una princesa? ¿Estás segura de lo que dices?- Ella lo arrastró hacia atrás.

-Sí, ven antes que se vaya. El muchacho se sujeto de su mano cuando volteó a ver; sintió el corazón quedar detenido en el tiempo al ver nuevamente el gris de sus ojos entornados a los suyos dejando entre ver la luz esplendorosa que brillaba al verlo bajo un manantial de lágrimas cristalinas.

-Noah. Ella se abalanzó hacia él colando los brazos alrededor de su cuello escondiendo la cara, estaba agotada y cansada dejando caer todo su pesado cuerpo entre los brazos del muchacho.

Había quedado estático ante la sorpresa luego de tantos días, pero lo más extraño era oírla sollozar entre sus brazos como una criatura herida,  buscando un refugio cálido donde albergarse, soltó la mano de la pequeña enredandolas sobre su cintura. El perfume de Vainilla se coló por cada rincón de su cuerpo trayendo consigo el peso de los recuerdos así como también la añoranza que sentía por ella.




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