Había pasado un largo día, entrenamiento tras entrenamiento adiestrando a soldados nuevos, bajo los jolgorios festejos de bienvenida habían dejado su cuerpo a la miseria, se echó sobre la cama recordando una y otra vez las encantadoras jóvenes que su padre le había presentado, pero ninguna rozaba el embrujo divino de Liria, sólo imaginarla robaba nuevamente su suspiró. Apoyó su mentón sobre la almohada dejándose rendir por el cansancio bajo el influjo del latente recuerdo.
Apenas reaccionó cuando sus manos quedaron extendidas bajo las almohadas. El frío metálico rozaba su piel ligeramente generandole una molesta comezon.
-Dime, donde está y juro que no te mataré. Su voz lírica endulzaba sus oídos, igual a esa hermosa sensación formándose bajo la piel.
-¡Oh! Me darías una pista más específica ya que mi vida depende de eso. Daratos siente sus dedos rosandole la piel cuando lo obliga a voltearse.
- Suficiente Príncipe de caserola, ahora dime lo que te pedí.
-¿De caserola?-Daratos apreta los labios desviando su atención por la habitación.
-¡Ya entiendo! Por lo comestible ¿No? Eres una pícara, no te consideré tan rápida.
Apenas Liria se contuvo de atravesarlo con su lanza, concentrándose en lo único que quería.
-¡Ya basta! Quiero lo que me robaste ¡Ladrón!- El príncipe subió los brazos hasta su nuca mostrándose glorioso, sus músculos desnudos se encurbaban igual a las líneas de su torso en infinitos caminos, un fino rubor corrió por la reina concentrándose en su cara altanera desafiante contra ella.
-¡Vamos humano! Deja de hacerme perder mí tiempo.
-Eres muy tosca para ser una dama, ni siquiera dices por favor, así quieres que te ayudé.
-¿Ayuda? Ridículo, te arrancaré la cabeza si no me respondes, dame mi pulsera.
-No lo pediste bonito, eso me ofende, deberías pedirmelo de vuelta con educación y puede que te perdone.
-¡Eres un! ¡Eres un Odioso! ¡Ladrón! ¡Te mataré!-Daratos observó la posición de sus manos y pies, dibujando una sonrisa en el rostro.
-No lo creo, porque ni siquiera estas con el arma a tu favor. El príncipe sacó las manos debajo de su nuca tomando la lanza desde la punta hechandola a un lado de su cama, Liria no llegó a soltarse sintiendo sus enormes brazos enredandose alrededor de ella. Daratos de un saltó se puso en pié mañatandola con su propia arma, sujetandola por detrás, no quería hacerle nada, pero le daba mucho placer verla gruñir derrotada.
-¡Sueltame ya! ¡Atrevido! ¡Soy una altiva! ¡Eres un insolente sin medida!- Daratos se pegó a su oído, dejándose impregnar por el aroma a cientos de flores, olía mejor que el bosque en primavera, endulzandole los sentidos como el más fino de los licores.
-¡Déjame! ¡Ya!
- Sí tan sólo te detuvieras a mirar y pensar, encontrarias la forma de Liberarte, yo no te tengo prisionera, tú lo quieres y así te mantendras si lo deseas...o puedes cambiarlo, sólo debes pensar.
Liria se calló viendo su brazo envolverse a la altura de sus hombros mordiendole la piel como un Jaguar hambriento, piso su pié obligándola a soltarla, corrió rápido con la lanza hacia la puerta viéndolo aún más furiosa que antes.
El príncipe alzó su brazo hacia arriba enseñándole la línea roja correr lánguida por él.
-Esto no se hace, debería considerarse intentando de canibalismo.
-¡Me obligaste! Si me hubieras dado mi pulsera cuando te lo pedí no hubiera llegado a esto.
-¡Te pedí pensar y defenderte! ¡No que me mordieras!
-¡Ya basta no quiero pelear contigo! Sólo dame lo que es mío y me iré. Daratos rompió una punta de la sábana envolviendose cuidadosamente sobre la herida, escuchando con atención sus palabras.
-Sinceramente estoy muy decepcionado, te encontré medio muerta, te cargué en mi caballo hasta aquí, hice que mi padre trajera un sacerdote especialmente para ti, vele por ti y que hiciste señorita... me lastimaste y me increpaste mucho ¡demasiado! Eso me hirió. Se sentó en la cama preparando nuevamente las sábanas.
-Sino te importa no se como serán los seres celestiales pero yo quiero dormir.
-¿Dormir? Príncipe de Caserola que crees que haces, no puedes dormir ahora.
-Claro que lo voy hacer, así que puedes retirarte ahora o quedarte a observar mi reino si quieres, pero yo voy a dormir. Daratos se metió nuevamente a la cama agarrándose de las suaves almohadas.
-¡No te duermas! ¡Dame mi pulsera!
-No lo voy a hacer, tal vez cuando se me pase el enojó contigo sí.
Liria se acercó hasta su cama empujandolo y moviendolo pero era inútil el príncipe se mantenía sereno y calmado buscando conciliar el sueño.
-Es inútil pequeñita, he dormido en luchas, combates y bajo muchas tormentas, tus manos sólo son arruyos para mí.
-Te mataré dormido, es una promesa.
-Hazlo pequeñita te lo permito...pero una sola cosa, si me matas no volverás a encontrar tu preciada pertenencia nunca más, está muy bien guardada. Deseaba arrancarle la cabeza, picarlo con la lanza una y otra vez pero en una cosa Daratos la había superado sólo él sabía dónde estaba guardada su pulsera, se sentó en la alfombra cruzada de brazos esperando verlo dormirse, observó para ambos lados notando los muebles y armarios, decidiendose a echarle una cabezadita, después de todo el príncipe la había obligado.
Horiamy se acostó en su cama aún algo pensativa entre los hechos ocurridos, La Gruta estaba desprotegida pero aún así una ligera calma la envolvía serena y confiada, se tiró sobre las mantas, notando aún el aroma de Nehuem ahí, llevandola más rápido a los brazos de Morfeo.
Llegó a los mundos de los sueños, viendo el hermoso día resplandeciente frente a sus ojos, la Gruta había cambiado estaba luminosa cubierta por un enorme Rosal de flores rojas, Liria estaba feliz recostada a su lado cantando bajito, Cala y Noah peleaban igual a cada día por el jardín divertidisimos mientras Nehuem sostenía su cabeza contra su pecho.