—¿Piensas ir?
Aaron se inclina hacia mí, tratando de leer la carta. Contengo el aliento para no ponerme mas nerviosa. Podía sentir como los pelos de mi nuca se erizaban, y él solamente había chocado su hombro con el mío para poder ver bien las letras de la carta de aceptación de la beca.
—No… digo, no se —aparto la vista—. Tengo que hablar con papa primero.
—Así que América, ¿eh?
—Bueno, mande la solicitud por recomendación de Rachel —mi profesora de biología. Había sacado 10 en el ultimo trabajo final, y ella me dio un folleto donde hacían intercambios a acuarios para aquellos alumnos destacados. Un día me vi mandando mi trabajo completo, y a la semana siguiente tenia la beca completa aceptada. El curso era todo el verano, y era en 3 días.
—Claro que hiciste eso, cerebrito —choca su hombro con el mío—. Deberías ir.
—El lunes es tu cumpleaños —le recuerdo. Si aceptaba ir, el domingo estaría arriba de un avión para cruzar todo un océano, lejos de él y no quería perderme su cumpleaños.
—¿Y? el año que vine también —rueda los ojos —. No dejes pasar esto por mí.
Hago una mueca. Podría dejar pasar todo para estar con él, pero me lo reservaba para mi y para mis sesiones con Phoebe, también lo hablaba con Mila y muchas veces me dijo que tenia que hablar de lo que sentía. Era doloroso ver como el chico que te gusta se paseaba con otras delante de ti.
—Tengo tiempo para pensarlo —digo.
Me levanto del suelo de mi habitación y tomo mi caja de acuarelas. Me relajaba pintar con acuarelas desde que era pequeña, era algo así como un ritual para no perder los nervios y recurrir a las pastillas de la ansiedad. Aaron lo sabía, por eso se acercó a mí.
—¿Dejaras pasar esto por mí? —me toma de la mano, y la caja de acuarelas tiembla.
—S-si… yo —me trabo. Siento mi cara arder de vergüenza, odiaba trabarme mientras quería hablar.
Aaron me mira fijamente, sin parpadear y me saca mis anteojos. Sus dedos pasean por mi mejilla con suavidad, haciendo que tiemble, el espacio entre nosotros se reduce, de un momento a otro y su cabeza se inclina tan cerca de mi que cierro los ojos. Sus labios entran en contacto con los míos, y me derrito. Son tan suaves, tan tersos, que suelto un suspiro. Me pongo de puntitas para poder rodearlo con mis brazos, sus manos pasan de mi cara a mi cintura y ambos retrocedemos hasta chocar con mi librero. Sus hábiles labios ayudan a los míos inexpertos a encontrar la sincronización adecuada.
Cuando comienza a faltarme el aire, Aaron se separa y choca su frente con la mía. Sonrío leve, para que no note que dentro mío una colonia de mariposas emprende vuelo por todo mi estómago. Todo mi mariposario completo ha escapado luego del beso, y dudo mucho que luego puedan volver a entrar.
Aaron pronuncia un agradecimiento por haber recordado su cumpleaños y algo sobre ir a su casa porque es tarde, luego me da un beso en la frente y se va. Dejándome en medio de mi habitación temblando y con las manos sudando.
Me tiro a mi cama con la ropa puesta, importándome poco si se llega a arrugar y doy vueltas en la cama, tratando de dormir, pero es imposible. Mis labios pican en el recuerdo de hace rato, me paso los dedos deseosa e hipnotizada.
Ese había sido mi primer beso y me había dejado completamente atolondrada por el resto de la noche.
Al otro día, no podía dejar de caminar de un lado al otro en mi habitación. Hablé con Mila temprano sobre lo que había pasado, le conté todo y me sugirió la idea, otra vez más, de confesarle todo.
—No es bueno guardarse cosas así, cariño. Posiblemente te arrepientas si no le dices.
—Posiblemente me rechacé si le digo.
—¿Qué sientes cuando te mira, Tess?
—Y-yo… siento que existo, aunque sea un momento.
—Ahí está. Si cuando te mira sientes que vives, el amor que tienes por él tiene que ser suficiente para ser valiente y decirle todo.
Ni siquiera me había cambiado el piyama cuando baje a desayunar. Papa como siempre estaba en el trabajo, desde que murió mama parecía que era lo único que no podía dejar de hacer. Decidí, entonces, mientras me dirigía a las escaleras, que iba a suplantar el enamoramiento que tenia por Aaron por valentía, iba a confesarle todo y si no sentía los mismo… bueno, siempre estaba mi almohada para llorar hasta dejarme seca.
—¿Sabe siquiera tu padre que tu hermana recibió esa carta? —me quedo quieta, detrás de la puerta de la cocina.
Era Bruno, uno de los amigos de mi hermano. No era sorpresa que estuviera en mi casa a esta hora, los amigos de James siempre venían a casa. Lo que me sorprendía era como Bruno sabia de mi carta de aceptación.
—No. Creo que no sabia nada, Tessandra siempre hace las cosas sin consultar —espeto James.
Fruncí mi ceño. Yo no hacia las cosas sin consultar, fue una recomendación de mi profesora, además claramente iba a contarle a mi padre todo.
—Ha estado muy rara últimamente —ese era Hugh.
—Ella es rara —mi corazón se detiene al reconocer una cuarta voz. Era Aaron.
—Ni me digas, se la pasa llorando por las noches y casi siempre la escucho hablar sola —todos se ríen.
Me la pasaba llorando por las noches porque extrañaba a mama, extraña como papa me arropaba por las noches y hasta cuando me leía un cuento, hasta cuando nosotros nos llevamos bien los tres. No hablaba sola, hablaba con Mila, Jude y Cassi.
—Algún día tendrá que madurar, hermano, y crecer ¿Cómo es posible que se vista como una niña y use esos horribles anteojos de abuela? —sabia que no le caía bien a Bruno, pero no sabia hasta el punto de burlarse de mi apariencia. Tenia 15 años, dentro de 1 mes cumpliría 16. Todavía era una niña.
—Me da mucha lastima, parece perdida todo el tiempo —Aaron suelta una risa, y todos lo siguen.
Para este punto, yo ya estaba llorando en silencio. Gruesas y calientes lagrimas escurrían por toda mi cara mientras me dirigía a mi habitación con el corazón y la dignidad pisoteada. ¿En que momento pensé que Aaron podía sentir algo por mi que no sea lastima? Por dios era tan ilusa, todo el mundo sentía lastima por mí, y todos los días me convencía tontamente que eso iba a cambiar, pero era obvio que no.