En la mañana Aaron sigue a mi lado en la cama, esta vez duerme abrazado a mi y Otelo esta a su lado con la cara confundida. Con mi dedo en mi boca le indico que guarde silencio, él siempre era revoltoso en las mañanas.
Miro a Aaron por unos segundos, en silencio, y luego decido despertarlo.
—Aaron —susurro —. Despierta, tenemos que bajar.
Se remueve un poco, pero ni siquiera abre los ojos. Otelo le salta encima, lamiendo su cara y no me queda otra que reírme a carcajada limpia. No le dio tiempo a nada, Aaron abre los ojos de golpe y aparta a Otelo con delicadeza.
—Buenos días —me dice, con la voz ronca.
Me sonrojo.
—Creo que alguien no te quiere en mi cama.
—Se olvido de la semana que se quedo en mi casa antes de venir aquí —lo mira con el ceño fruncido—. Es un traidor.
—Sabe quien es la dueña —le saco la lengua y me levanto —¿quieres ir a desayunar? Escuche que Charles hará wafles.
—Si —bosteza mientras me meto al baño a lavarme los dientes —¿Tienes otro cepillo?
Saco de un cajón uno de repuesto y se lo tiendo. Choca su hombro con el mío en broma, y trato de no reírme para no agotarme con la pasta dental.
—¿Tus padres ya volvieron?
—Lo hacen el lunes —dice luego de enjuagarse —. Tenían asuntos que resolver en España.
Asiento en silencio mientras limpio mi cepillo. Aaron era hijo único, sus padres estaban casi todo el año viajando y él se quedaba mayormente con nosotros. Sus abuelos vivían en Canterbury, a una hora de aquí. Aaron era muy pegados a sus abuelos paternos, tanto que los tenía tatuados en la costilla. Recuerdo el día cuando lo acompañe a tatuarse.
Termino de lavarme los dientes y comienzo a cepillarme el pelo. Aaron habla sobre el juego y de lo emocionado que estaba por la semifinal. Le digo que, aunque no halla entendido la mayor parte del juego, por no decir todo, la pasé genial. Le cuento también que probé un rompe cerebro y nachos con queso.
—Un restaurante mexicano puede ser el lugar de nuestra primera salida, ¿Qué dices?
Trato de no demostrar que su pregunta me afecto sentimentalmente. Una cosa así, para alguien normal, seria una cita. Pero en el plano de lo real, o sea, en mi vida, es una salida con mi mejor amigo/ amor de toda mi infancia. Era triste saber que no iba a ser más que eso, pero me conformaba con algo tan pequeño como una salida de amigos solo para poder calmar al monstruo sediento de atención que tenia en mi interior.
—Claro —sonrío, tímida —. Me encantaría.
—Entonces, el jueves podemos ir —choca su hombro con el mío —. No te lo olvides.
Me rio mientras los dos salimos de mi cuarto para ir a desayunar.
—Nunca lo haría.
—¡Es una cita!
—¡Por dios, Mila! —enrojezco dejando mi libreta a un lado.
La había llamado para ver cómo estaba y preguntarle por su embarazo. Aproveché el pequeño recreo que me di mientras realizaba mi tarea de alemán, ella encantada empezó a ayudarme y en un descuido le conté sobre Aaron.
—Pero Tessy, ¿es que no lo ves? —deja de lado el pintauñas y me encara —. Es una cita, ¿Por qué crees que vino a plantearte el volver a ser amigos, justo cuanto tu tienes unos nuevos?
—Quizás él se siente solo…
—Está celoso, cariño —me interrumpe —. Estas con 3 chicos todo el tiempo, sales con ellos y las pasas bien. Aaron esta celoso que lo hayas remplazado.
—Nunca podría —hago una mueca —. Él siempre será el primero en todo, pero desde que me fui a Florida las cosas se enfriaron un poco.
—Es porque guardaste tus distancias luego de que él fuera un cretino contigo —se enoja. Si, le había contado cuando lo escuche hablar con mi hermano —. Tiene que saber que tú puedes vivir sin él, se lo has demostrado a todos.
Ahora suena como una mama orgullosa y yo me pongo feliz. Todos los días le mandaba mensaje de cómo había sido mi día y como me trataban los chicos. Mila era la mas emocionada, Jude me había dicho que era obvio que alguien quisiera juntarse conmigo porque era demasiado cool y Cassi había dicho que me felicitaba por tomar la iniciativa, ella también cada vez que podía me escribía y me preguntaba cómo estaba y me daba consejos.
—Lo sé, Phoebe me lo dijo también —me encojo de hombros —. Pero no es una cita.
—Ah, yo decía lo mismo y mírame ahora —se acaricia la enorme barriga —. Estoy embarazada de dos desconocidos.
—¡Ey! —frunzo el ceño —. Mi ahijado no es un desconocido.
—Ni siquiera he elegido los nombres —me saca la lengua —. Así que por ahora son 2 N.N.
—¿Qué tal Mijaíl? —sugiero —Bulgákov estaría orgulloso.
Sabia cuanto amaba Mila a ese escritor. Para su cumpleaños le había mandado un par de libros de él, por no decir una colección casi completa, en inglés. Estuvo una semana entera agradeciéndome por eso.
—Ahora que lo pienso… es un buen nombre —se ríe —. El pequeño Mijaíl tiene la mejor madrina del mundo.
Me sonrojo con fuerza. Me encantaba que me diga madrina, me hacía pensar en cómo me dirá la pequeña copia de Mila cuando crezca.
—Todavía no me acostumbro a que me digas así —confieso.
—Yo no me acostumbro que dentro de poco alguien me dirá mama —sonríe, triste, pero luego se recompone levantándose de la silla y yendo a hurgar en su vestidor. Me muestra dos vestidos —. ¿rojo o negro?
—¿A dónde vas?
—Al hotel, es el ultimo día de trabajo antes de mi licencia de maternidad —dice, encogiéndose de hombros.
Me quedo callada. Le habían dicho que podía tomarse licencia desde el tercer mes de embarazo, pero Mila era terca. No paraba nunca, y menos iba a parar ahora que estaba embarazada.
—Escúpelo, Tess —rueda los ojos —. Estoy perfectamente bien, puedo trabajar y no me molesta hacerlo.
—Solo digo que bajes el ritmo —susurro —. El hotel se esta inaugurando y no debe ser un trabajo liviano. No te estreses mucho hoy, por favor —le ruego y ella asiente de mala manera —. Me encanta el rojo.