Todavia Guardo Tu Carta Bajo La Almohada

Capítulo 15

El amanecer trajo consigo una calma inusual, diferente a la quietud tensa de los días anteriores. La confesión de mi madre había liberado una pesada carga de la casa, y aunque el dolor persistía en sus ojos, había una ligereza nueva en el ambiente, una atmósfera de verdad que se sentía extrañamente purificadora. Pero con las revelaciones sobre Caleb y Elara, la figura de Charlie se alzaba aún más prominente en mi mente, no ya como un misterio insondable, sino como alguien cuyo pasado estaba inextricablemente ligado al mío, a una tragedia compartida que él quizá desconocía.

Desayuné en silencio con mi madre. Su rostro, aunque marcado por la noche de llanto, mostraba una serenidad que no le veía desde hacía mucho tiempo. Era la calma que sigue a una tormenta, cuando las nubes se disipan y el sol se atreve a asomarse. La tensión entre nosotras se había disuelto, reemplazada por una comprensión tácita, un puente de empatía que la verdad había construido. Sentía que ahora, por fin, éramos más que madre e hija; éramos dos almas que compartían un dolor y el comienzo de una sanación mutua.

La urgencia de hablar con Charlie se intensificó con cada minuto. Ya no era solo una intuición; era una responsabilidad. La promesa que Elara, su madre, había confiado a la mía, una promesa que mi madre no había podido cumplir. Ahora, esa carga recaía sobre mí. Pero, ¿cómo le diría algo tan delicado? ¿Cómo le revelaría una verdad tan compleja sobre su familia, sobre su hermano y su madre, sin romper la frágil conexión que habíamos empezado a construir? La pregunta se me anudaba en la garganta.

Decidí que el café era el lugar ideal para encontrarlo. Era nuestro punto de encuentro. Un lugar neutral, familiar, donde la gente se encontraba sin pretensiones, y donde nuestras conversaciones siempre habían fluido con una naturalidad sorprendente. La llovizna de los últimos días había dado paso a un sol tenue que apenas asomaba entre las nubes, proyectando una luz pálida sobre las calles de San Pedro Sula. El aire se sentía limpio, lavado, con ese aroma a humedad y a café que ahora asociaba con él.

Salí de casa con una mezcla de nerviosismo y determinación. Llevaba en mi bolso una copia de la foto de Caleb y Lily, y el medallón de Elara, envueltos cuidadosamente. Eran pruebas, sí, pero también herramientas para facilitar la conversación, para darle un asidero a la historia que estaba a punto de contar. Cada paso en las calles húmedas era un latido de mi corazón, que ahora parecía bombear anticipación en lugar de sangre por mis venas.

Cuando llegué al café, el aroma a grano recién molido me envolvió, un consuelo familiar. Y ahí estaba Charlie, sentado en su rincón habitual, cerca de la ventana, con un libro abierto en sus manos, justo como la primera vez que lo vi. Su cabello rubio caía ligeramente sobre su frente, y una taza de café humeaba a su lado. Era una imagen tan familiar que me dio una extraña sensación de calma, un bálsamo para mis nervios.

Nuestras miradas se cruzaron, y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, la misma sonrisa que había visto en la librería, cargada de esa melancolía que ahora entendía. Él asintió con la cabeza, invitándome a acercarme. Mis pies se movieron solos, un paso a la vez, como si una fuerza invisible me guiara hacia él, una fuerza a la que ya no quería resistirme. Sabía que esta conversación, aunque difícil, era necesaria.

—Hola, Charlie —dije, mi voz un poco más firme de lo que esperaba, a pesar del nudo en mi estómago. Él cerró su libro y me dedicó su atención completa, sus ojos azules fijos en mí, tan profundos y enigmáticos como siempre. Había algo en su mirada que parecía comprender la seriedad de mi visita, una intuición silenciosa que siempre flotaba entre nosotros, una conexión sin palabras que era inexplicable.

—Lizzy. Me alegra verte —respondió, su voz suave, con ese tono tranquilo que siempre me apaciguaba. Me hizo un gesto hacia la silla vacía frente a él, invitándome a sentarme. Tomé asiento, mis manos aferradas a mi bolso, buscando un poco de seguridad en el contacto con la tela. La atmósfera entre nosotros era la de siempre, tranquila y serena, pero debajo de esa calma, una corriente subterránea de verdades latentes burbujeaba.

—Necesito hablar contigo sobre algo importante, Charlie —comencé, mi voz casi un susurro, sintiendo que no podía andarme con rodeos. —Algo que he descubierto sobre mi familia… y creo que también te concierne a ti. Es una historia larga y… un poco difícil de asimilar. —Sus cejas se fruncieron ligeramente, sus ojos mostraron una mezcla de curiosidad y preocupación, pero asintió, invitándome a continuar, dispuesto a escuchar lo que fuera que tuviera que decirle.

Respiré hondo, buscando las palabras adecuadas para empezar. —Esto empezó con unos sueños… y una vieja libreta de mi madre —dije, observando su reacción. Sus ojos se abrieron un poco, y pude ver una chispa de reconocimiento en ellos, una señal de que mis palabras resonaban con algo que él también había experimentado. Esa conexión, una vez más, se hizo evidente, reforzando mi convicción de que estábamos en el camino correcto, en la búsqueda de una verdad compartida.

Le conté toda la historia, desde los primeros sueños con el niño rubio y la melancolía inexplicable, hasta el descubrimiento de la libreta negra y la carta de Elara. Hablé de la reacción de mi madre al escuchar el nombre de Caleb, de la búsqueda en el desván, de la foto, el pañuelo y el medallón. No omití detalles, relaté todo con la mayor claridad y honestidad posible, observando cada cambio en su expresión, cada matiz en sus ojos mientras absorbía mis palabras.

Cuando llegué a la parte donde mi abuela había revelado la muerte de Caleb en un accidente, y la identidad de Elara como su madre y la mejor amiga de mi abuela, el rostro de Charlie palideció. Sus manos se apretaron sobre la mesa, sus nudillos blanqueándose. Su mirada, antes curiosa, se llenó de una profunda tristeza, la misma que yo había notado desde el principio, y que ahora cobraba un sentido doloroso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.