—¿Qué hiciste?—Ángel estaba serio. Me miraba desde arriba mientras yo estaba botada en el piso. Apenas era consciente de lo que pasaba. Veía el techo, mucha oscuridad a mí al rededor. Un olor dulce y potente, algo pegajoso sobre mis labios… algo incómodo, ¿qué era eso?
—¿Ángel?—alcé mis manos, ya volvían a parecer las mías. Toqué mi cuerpo por encima, la parte superior parecía indicar que era yo.
—¿Por qué te estás manoseando?—tomé impulso y me quedé sentada en el piso. Ignoré a Ángel y seguí con las lagunas en mi cabeza. ¿Qué diablos había sido todo eso?
—Yo era tú…—balbuceé. Todo seguía pareciendo raro.
—Sí, y yo era tú. ¿Recuerdas qué te lo dije?—Primero negué con la cabeza, luego asentí al recordar, pero finalmente volví a negar. No comprendía mucho.
—No pensé que fuera así…
—¿Qué ocurrió? Ahora pienso que fue una pésima idea, la verdad.
Me encogí de hombros. Decidí que ya era hora de ponerme de pie.—La verdad es que fue divertido ser tú por un rato…
—¡¿Por un rato dices?! Sofía, te la pasaste siendo yo el día completo. Me fue muy difícil dar contigo.
—Tú me pusiste en esa situación.
—Tenía curiosidad por averiguar de tu vida.
—¿Y qué averiguaste?—inquirí.
—Que si te lo propones, puedes pelear realmente bien.
—¿Te peleaste con alguien siendo yo?—entré en pánico casi al instante. ¿Qué si había ido a mi escuela y se había enfrentado a Anna? ¡Oh, no! Ángel podría meterme en problemas.
—Nadie me vio.
—Maldición… Ángel, ¿qué demonios hiciste?
—No puedes hablar de ángeles y demonios en una oración.
—Lo acabas de hacer.
—Sí, pero yo dije que tú no podías.
—¡Sólo estás evadiendo mi pregunta!
—¿Qué es eso que tienes en la boca?—Tan despistada estaba que había olvidado la sensación incomoda en mis labios, de pronto un sabor dulce comenzó a perturbarme—, ¿Te comiste mi pastel?
Llevé dos dedos a mi boca y limpié, ahora tenía una crema blanca en ellos.
—Yo no sé cómo llegó eso a mí, ¿lo has hecho tú acaso?—Ángel alzó las manos, enseñando las palmas en señal de inocencia—. Debiste de haberlo hecho tú—insistí—de ningún modo pude haber sido yo. ¡Estaba dormida!
—Sí, pero llegaste al ático por tu cuenta.
—¿No me trajiste tú?
—No.
—¿Cómo diablos lo hice? ¿Estás siendo sincero?
—Me ofendes, Sofía.
Puse los ojos en blanco, algo en su actitud me hacía dudar—Está bien, da igual. Lo importante es que ahora soy yo, o al menos eso parece.
—Pero eso no resuelve el enigma de mi pastel.
—¿Te das cuenta de que en realidad tu pastel es irrelevante?
—Eso lo diría alguien que seguramente se ha comido mi pastel, obviamente para restarle importancia—con cada palabra que decía, Ángel achicaba más los ojos, como atacándome con una mirada inquisidora. Volví a poner los ojos en blanco.
—Estuve en la casa de una chica, creo que es tu amiga—Ángel me quedó mirando estupefacto apenas anuncié la oración. Seguía inspeccionándome con la mirada, pero esta vez de una manera curiosa. Supuse que debía continuar hablando—, su nombre era… ¡Ah! No lo recuerdo bien, pero era una chica muy bonita… alta, casi de tu porte, cabello claro… ¡ojos dorados!
—¿Dorados?—Pensé que en Magicolandia aquello era normal, pero su reacción me hacía deducir lo contrario.
—Sip, dorados. También conocí a su hermano, él también tenía los ojos así. ¿Qué hay con eso?
—¿Era Anastasia?
—¿Anastasia?—No, no. Apenas recordaba el nombre, pero estaba segura de que no era ese—, estoy casi segura de que no… Empezaba con “T” Te… ¡Tasie!
—Sofía… Tasie es un apodo—Me sentí torpe al analizar esa frase.
—Jamás lo había escuchado…—me defendí, al momento que desviaba la mirada al piso.
—Tasie es la chica de la cual te hablé una vez, la que puede ayudarme a traer de vuelta el honor a mi familia.
Mi mente estaba hecha un lío, apenas podía conectar con coherencia los hechos.
—¡Oh, ya recordé! Tu plan es enfermo.
Esta vez fue él quien puso los ojos en blanco. Vale, quizá mi comentario había sido algo inapropiado.—Cuéntame, cómo fue que diste con ella. Digo, te dejé en un lugar en el cual era casi imposible que te pillaras con alguien.
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Editado: 28.10.2018