«La felicidad no ocurre por casualidad, sino por elección», Jim Rohn.
Dos días después de la pequeña crisis de Verónica, esta se sentía mucho mejor. Se había puesto en contacto con su terapeuta quien le indicó que iniciarán una vez más el proceso de desintoxicación. También se comunicó con sus familiares y tras enterarse del motivo por el cual sus padres y su hermana no le respondieron el teléfono aquella noche, se sintió fatal.
Ellos estaban en un evento de la empresa de la que Óscar era socio, por ende, no tenían los teléfonos a la mano y cuando intentaron comunicarse con ella, tenía el teléfono apagado. Como siempre, se auto saboteó, pensó lo peor y se dejó llevar por la tristeza que la embargaba, fallándose y recayendo en el alcohol.
Lo mismo le pasó con sus suposiciones sobre Mateo. El rubio le aclaró que la relación que tenía con la tal Heidi no era nada formal, pero que de igual manera conversaría con ella para ponerle punto final a lo que tenían. Su intención no era jugar, ni lastimar a ninguna de las dos y quería que ella le diera la oportunidad de conocerla mejor.
Ante ello, fue incapaz de dar una respuesta negativa pesé a que, en un principio, le dijo que estaba loco al querer conocer a alguien con problemas de alcoholismo. Pero él, siempre tan caballeroso, le aclaró que ella era mucho más que su problema y que quería conocer a la verdadera Verónica, esa que se escondía tras la bebida.
Que él quisiera ver más allá de sus problemas la sorprendió y emocionó a la vez. Le costaba creer que aquello fuera real, se repetía una y otra vez que era una locura y que les esperaría un final catastrófico. Sin embargo, le gustaba tanto Mateo que decidió darse la oportunidad, ya el tiempo se encargaría de darle o no la razón. Estar con él le hacía bien y eso era lo que importaba. A fin de cuentas, no le hacían daño a nadie, solo querían conocerse mejor.
En cuanto a Marcela, esta estaba más calmada. Verónica le prometió que el día del cumpleaños de su madre, harían una video llamada y, juntas, partirían un pastel en honor a Gabriela. Ni la distancia les impediría honrar al ángel que desde el cielo las protegía.
—Esto me tiene que salir bien —dijo para sí mientras ordenaba sobre la encimera de la cocina los ingredientes necesarios para elaborar un bizcocho.
El día del cumpleaños finalmente había llegado y prepararía el pastel poniendo en práctica lo aprendido en sus clases online de repostería mientras asimilaba el vuelco que había dado su vida en tan poco tiempo. El dolor, la depresión y su problema de alcohol seguían allí, pero por primera vez sentía que podía seguir adelante, que había una luz al final del camino.
Dejó de batir la mezcla de la torta y, tras servirla en un recipiente, la metió al horno y se dispuso a encender su laptop. Tendría una sesión especial con su terapeuta. Sabía que le esperaba una dura hora de conversación, en la cual, el tema de conversación sería su madre, pero agradecía tener con quien hablar al respecto, ya que no quería agobiar a ninguno de sus padres con el tema. Ese era un día que los afectaba a todos por igual y no quería que ninguno sufriera más de lo que ya lo hacían.
Se sentó frente al ordenador y luego de activar la aplicación por donde hablaría con su terapeuta, se puso en contacto con ella y la saludó:
—Hola, Lea.
—Bienvenida, Vero. ¿Lista para la sesión de hoy?
—¡Lista! Comencemos.
***
Del otro lado de la ciudad, Mateo no podía concentrarse en los documentos que tenía enfrente, sus pensamientos estaban con Verónica y en lo difícil que le sería afrontar ese día en particular. Quería terminar sus actividades lo antes posible para poder marcharse, pero cada minuto que pasaba todo se complicaba.
Nuevamente, tenía problemas en una de las líneas de producción, aunado a eso, debía asistir a un par de reuniones y revisar unos informes financieros. A ese paso saldría muy tarde de la empresa y eso acrecentaba el temor de que Verónica, al encontrarse sola por mucho tiempo, pudiera caer en la tentación de ir por un trago.
—Marlene por favor tráeme una pastilla para el dolor de cabeza —pidió a su asistente por el intercomunicador.
Se llevó la mano al puente de la nariz e inspiró hondo. Sentía que la cabeza estaba a punto de explotarle. Entre Verónica, el trabajo y la reunión que mantuvo a tempranas horas con Heidi, desataron su mal humor. La reunión que mantuvo con su ahora ex amante no terminó como esperaba.
A pesar de que Heidi intentó disimularlo, fue evidente que no tomó de buena manera el hecho de que él quisiera poner fin a sus encuentros, ya que intentó persuadirlo alegando que podían seguir viéndose siempre que ninguno de los dos tuviese una relación formal con otra persona.
La joven, al no ver razón aparente para que se dejaran de ver, le insistió e indagó sobre si existía alguna otra persona que haya provocado su repentino cambio (actitud, afecto, gusto) hacia ella, pero él lo negó. No vio necesario mencionar la existencia de la modelo. No estaba en una relación formal con Verónica, solo se estaban conociendo y como decía Megan, su abuela paterna, no se podían contar los pollos antes de nacer.
No obstante, en su interior sabía que desde que sus pensamientos fueron ocupados por Verónica, ya no existía nadie más que ella. Por ello, había decidido conocerla mejor. Quería explorar eso que le hacía sentir y, ahora que sabía de su problema, quería apoyarla, quería ayudarla.