«Familia… donde comienza la vida, y el amor nunca termina.»
«Tú puedes con esto», se repetía internamente Verónica intentando calmar su nivel de ansiedad.
Mateo al verla con la mirada perdida y jugando con sus manos intentó calmarla. No le gustaba verla tan preocupada, tan tensa, eso no era característico de ella. De haber sabido que el viaje la afectaría de esa manera lo hubiese cancelado. Lo menos que quería era hacer algo que afectara de alguna manera su rehabilitación.
—Cariño, respira —le susurró al oído justo antes de bajarse del auto— Recuerda que siempre estaré a tu lado.
Vero no tuvo oportunidad de responderle a Mateo porque este bajó corriendo a saludar a su madre, pero confió plenamente en sus palabras. Sabía que él no la abandonaría y que haría lo posible por estar a su lado en todo momento. Ya no había marcha atrás. Acababa de iniciar oficialmente el fin de semana familiar y solo esperaba pasarla bien y no hacer alguna estupidez que la pusiera en evidencia frente a la familia de Mateo.
—¡Mi príncipe, mi mini Thor, no sabes lo feliz que me hace tenerte aquí!
Ver como Lucia saludaba con emoción y ternura a Mateo le causó cierta nostalgia. Era inevitable ver a una madre actuando de forma cariñosa con su hijo y no recordar a Gabriela. Su madre también era muy afectuosa y siempre que quería apapacharla y demostrarle lo mucho que la quería, lo hacía sin impórtale el lugar en el que se encontraran. En realidad, así era toda su familia. Eran personas afectuosas a las que no les importaba el momento ni el lugar para demostrar lo mucho que se querían.
Internalizar eso le hizo darse cuenta de lo mucho que los echaba de menos. Necesitaba sentir los abrazos de su padre, los mimos de Marcela y los días de chicas que compartía con Daniela y su hermana Victoria. Por su problema con el alcohol se había alejado de ellos, no quería decepcionarlos. Pero quizás debía hacerles visita, así fuera una breve, porque si algo necesitaba era sentir nuevamente ese calor de hogar, ese amor incondicional que solo su familia le podía proporcionar.
—Cariño, ¿recuerdas a mi madre? —la voz de Mateo la sacó de sus pensamientos.
Verónica asintió antes de acercarse a la rubia y saludarla con un beso en cada mejilla.
Lucia respondió el saludo de manera afectuosa y posteriormente le dedicó una mirada inquisitiva a su hijo mayor.
—¿Cariño? —Primera vez en su vida que veía a su hijo usar un apelativo afectuoso para llamar a una mujer externa a su núcleo familiar— hijo, ¿tienes algo que contarme?
—Nena, no empieces —intervino Alex. Consiguiendo que su mujer cambiara la dirección de su mirada hacia él, lo que la hizo entender que lo mejor era permanecer callada.
Nervioso ante la situación, Mateo carraspeó. Lo que iba a hacer no le iba a gustar a Verónica, pero no tenía otra opción. De ninguna manera le podría ocultar a su madre lo que pasaba entre ellos. Lucia era muy persuasiva y no desistiría hasta saber la verdad. Además, sospechaba que su abuela Blanca se había encargado de contarle una que otra cosa referente a lo que creía era su relación con la modelo.
—Sí, mamá. Vero es más que la hermana menor de mi amigo Daniel. Ella y yo estamos saliendo —afirmó sin atreverse a mirar a la venezolana, quien soltaba chispas al ver lo que se había atrevido a decirle a su madre.
—¿Saliendo? ¿Eso quiere decir que son novios? Porque yo tengo entendido que crie a un caballero y un caballero no se conforma con «salir» con una chica cuando puede proclamarla como su novia.
—Obvio que somos novios, mamá. El término «saliendo» es otra forma de decirlo —se encogió de hombros con la intención de parecer relajado y cómodo con aquella conversación, cuando en realidad estaba nervioso y cruzando los dedos para que Verónica no saliera con una de las suyas.
—¿Perdón? —exclamó Verónica— Mira Catire, te pase lo de decir que estamos saliendo para no dejarte en ridículo delante de tu familia, pero no voy a tolerar que digas que somos novios cuando no es así.
—Pero, Cariño.
—Metete tu Cariño por el…
—Una mujer con carácter, ¡me encanta! —la interrumpió Lucia mientras pasaba un brazo alrededor del hombro de la joven— Ojalá yo hubiera hecho lo mismo cuando Alex se tomó el atrevimiento de decir, frente a su familia, que éramos novios cuando estábamos peleados y él ni siquiera me lo había pedido.
—Es decir que es algo de familia —soltó Verónica aun molesta por el atrevimiento de Mateo.
—Al parecer sí —agregó una sonriente Blanca, quien junto a su marido habían presenciado en silencio aquella escena.
—Creo que será mejor que terminemos de entrar a la casa. Alan y Luciana nos están esperando —comentó Alex con la intención de dar por terminada la conversación. Cada vez que su esposa recordaba los inicios de su relación terminaba reprochándole una que otra cosa.
—Punto uno —dijo Lucia.
—Aquí vamos… —expresó Alex mientras negaba con la cabeza.
—Les guste o no es algo de los Meyer tener problemas para admitir sus sentimientos y recurrir a las mentiras para lograr salirse con la suya; punto dos, aquí la que decide cuándo dar por zanjado un tema soy yo. ¿Estamos claros?