«No mires atrás, ya no vas por ese camino»
En el departamento de Verónica, Daniel aprovechaba de ordenar algo para cenar mientras que su hermana conversaba con Iván en su habitación. La práctica lo había dejado exhausto y después de lo de Berta lo que menos le apetecía era llegar a su casa. Su ex novia le pidió un par de días para mudarse y, a pesar de no querer dárselos, no vio problema ya que aprovecharía ese tiempo para estar con Vero y así cerciorarse de que se tomará los medicamentos al pie de la letra. De pequeña siempre que enfermaba solía armar berrinche cada que le tocaba su medicación.
Recordar eso le hizo pensar en sus padres y en cómo habían decidido ocultarles lo que había pasado. Verónica no los quería alarmar, sabía que Óscar era capaz de dejar todo de lado por ir a verla y consideraba que eso no era necesario. Sin embargo, Daniel sospechaba que lo que su hermana quería era evitarle la pena de tener que contarle a su padre que lo que sucedió fue por culpa de su descuido, por no haber prestado atención a las señales, por no darse cuenta de que su novia no era quien decía ser.
Dio un vistazo al reloj que tenía en su muñeca y vio que habían pasado cinco minutos desde que dejó a Verónica a solas con Iván. Intentó evitar que el futbolista fuera a visitarla, pero este al escuchar el comentario que le hizo a otro de sus compañeros sobre el motivo por el cual había llegado tarde a la práctica, no solo le ofreció su ayuda sino que insistió en acompañarlo una vez que terminaran el entrenamiento.
Que Iván quisiera verla no le pareció algo extraño, tiempo atrás ellos fueron pareja y desde el momento en que decidieron dejarlo los había visto actuar como buenos amigos. No obstante, el ver la cara que puso su hermana cuando lo vio entrar, le hizo pensar que quizás no eran tan amigos como él pensaba. A Verónica no le hizo nada de gracia su visita. Quizás se debía a que al tener un nuevo amor, no veía correcto estar con su ex en la habitación.
Lo mejor era evitar un problema y dar por terminada la visita. Si no lo mataba Verónica, lo haría Mateo. El rubio había tenido que ir a la oficina a firmar unos documentos, pero no tardaría en llegar. Su amigo no era una persona irracional, pero era un hombre enamorado y lo más probable era que le incomodara la presencia de futbolista.
Iba camino a rescatar a su hermana cuando su teléfono celular sonó y se vio obligado a atender la llamada, se trataba de su madre. Lamentablemente, Verónica tendría que aguantar la visita de Iván un par de minutos más.
Mientras tanto, en el dormitorio, Verónica e Iván mantenían una calurosa conversación.
—¡Estás loco! ¿En qué idioma te tengo que decir que no te quiero para que me entiendas?
Verónica mantenía la mirada fija en la puerta de la habitación en la espera de que su hermano apareciera. Iván estaba más incontrolable e insistente que nunca.
—Pensé que te había quedado claro. No pienso renunciar a ti, así que vete despidiendo de ese mequetrefe, o de lo contrario…
—De lo contrario, ¿qué? ¿Me vas a venir con amenazas baratas? —no se dejaría manipular tan fácilmente. No volvería estar con alguien a quien solo le satisfacía dañar y causar dolor, menos ahora que había conocido el verdadero amor.
Iván sonrió de manera maliciosa. Él tenía un as bajo la manga y estaba seguro de que conseguiría lo que quería con ello.
—Tengo fotos y videos donde se te ve pasadita de tragos. Y no solo son fotos y videos de la época en la que salíamos juntos, hay un par que son de tu época en Venezuela luego de la muerte de tu madre.
—¡Desgraciado! —quiso levantarse de la cama y darle un par de bofetadas, pero sabía que la violencia no la llevaría a ningún lado. Su hermano estaba afuera y esperaba que no se diera cuenta de lo que estaba pasando en esa habitación.
—Calma, preciosa —Iván hablaba de manera pausada mientras caminaba de un lado a otro con la intención de generar mayor tensión. Verónica era un hueso duro de roer y si quería lograr su objetivo debía asustarla lo suficiente para poder coaccionarla—. Te preguntarás cómo es posible que las tenga si para ese entonces no estábamos juntos. Debo decirte mi querida Verónica, que yo nunca me aleje del todo. Simplemente estaba esperando el momento en que recuperaras tu valor, que fueras digna de mí, que estuvieras nuevamente a mi altura.
—Si piensas que me vas a venir a cortar con ese cuchillo de cartón están bien equivocado. Saca las fotos y videos que te dé la gana, no le temo a la prensa —si pensaba que la coaccionaría con eso estaba bien equivocado, no sería ni la primera ni la última figura pública que lidiaría con problemas de adicción, además, contaba con un empleo y una carrera universitaria que le permitirían salir adelante.
—Quizás no le temas a la prensa, pero si a tu familia —su sonrisa maliciosa se intensificó— ¿O me vas a decir que ya papi y mami saben que su hija es alcohólica?
Verónica palideció y fue incapaz de responder, había tocado su punto débil. Ciertamente no le importaba la prensa, pero sí su familia. No quería defraudarlos. Ellos fueron el motivo por el cual decidió enfrentarse sola a su rehabilitación, para que su imagen ante ellos no decayera, no soportaría que la vieran de una manera diferente.
—Ya veo que no —se recostó sobre la pared y llevó sus brazos a la altura de su pecho—. Esto es lo que vamos a hacer, vas a terminar con tu estúpido noviecito o de lo contrario le enviare las fotografías y los videos a toda tu familia.