Las sonrisas cesaron por unos pocos momentos y un incómodo silencio se instaló en medio de los dos, enfriando los ánimos. Así que se dedicaron a observar el “hermoso paisaje” de polvo, barracas y más campamentos instalados frente a ellos. El Capitán de un modo bastante despistado, continuaba dejándose fascinar por la belleza de Sam y confiando en la furtividad de sus movimientos, a cada instante, dirigía una silenciosa mirada hacia ella. La cual y por cierto, muy pronto fue descubierta por los propios intereses en Sam; porque mostrándose recíproca a los afectos del Capitán, volvió el rostro hacia él de forma directa y Crowe, viéndose descubierto, no hizo otra cosa que desviar la mirada hacia el frente.
—Hace mucho calor, ¿no cree? —Mencionó retomando el único tema que se le ocurrió en su intento por disimular ante ella. Se llevó una mano hasta el bolsillo de su pantalón y con la otra bebió de nuevo de la cerveza, olvidando que no debía hacerlo. De inmediato sintió el sabor de ella sobre sus labios y cerrando los ojos con evidente desasosiego, se deshizo de una vez por todas de la botella y la hizo a un lado, dejando salir un vasto suspiro de ansiedad.
El cual fue interpretado por Sam como un síntoma del bochorno que ella misma sentía.
—Si —le dijo—, en todo el tiempo que tengo de estar acá, nunca había sentido algo así tan sofocante.
—Y me lo dice a mí —respondió él comenzando a sentirse enfermo. Sin embargo, el aislamiento y la soledad, las vivencias y todo lo mencionado antes por él, fue sometido a la fuerza y no mostró mas que su caballerosidad y el verdadero respeto que en realidad sentía por ella—. Lamentablemente aquí no hay un buen restaurante —procedió a mencionar en medio de su nerviosismo—, ni las olas del mar se rompen en la orilla de una hermosa playa; pero…no lo sé, quizás a usted le gustaría salir a dar una pequeña caminata por los alrededores —preguntó Crowe y sin atreverse siquiera a mirarla, tomó la botella de nuevo en su poder y comenzó a rotarla de forma constante entre sus manos, mientras contenía la respiración en espera de su respuesta.
Para ser un hombre que estaba acostumbrado a estar de cara con el peligro y enfrentado a la muerte. Valiente y temerario, como escuchó hablar siempre de él, a Sam le pareció que esto era lo más difícil que el Capitán había hecho en la vida entera y por eso, su corazón comenzó a latir con tal fuerza por él, como no lo había hecho nunca antes por nadie más.
—Eso me encantaría —le respondió de inmediato.
Crowe consiguió respirar de nuevo y esbozando una disimulada sonrisa de satisfacción, la miró encontrándose de frente con la apenada sonrisa en el rostro de Sam.
—Después de usted.
—Gracias —respondió ella a su galantería y entonces ambos procedieron a salir juntos del lugar.
Mientras caminaban, iban conversando de todo por el camino. Hablando un poco de esto y otro poco de aquello. Platicando acerca de ellos mismos y de cómo era que ambos habían acabado allí; desterrados en un país a miles de kilómetros de distancia de su hogar.
Crowe le habló a Sam acerca de cómo toda su familia, desde su tatarabuelo hasta su generación presente, habían concretado una carrera militar. Tanto él como su hermano mayor provenían de una larga línea de pilotos de combate; remontándose el nombre de los Crowe incluso antes de la primera guerra mundial. Por desdicha, su hermano había fallecido unos pocos años atrás, cuando su avión fue derribado en plena acción; así que por ahora sólo quedaba él, llevando el legado de su padre hacia adelante.
—Siento mucho escuchar eso —Se pronunció Sam enseguida al oír todo aquello—. Entonces, ¿no tiene usted más hermanos?
—No —respondió él con cierta pesadumbre—. Tengo dos hermanas; pero son hijas de mi padre, producto de su segundo matrimonio. Aún son adolescentes y la verdad es que no he tenido el debido contacto con ellas. Casi no las conozco; no las he visto más que en un par de ocasiones. Creo que la última vez que supe algo de ellas fue en el funeral de mi madre y eso fue hace ya muchos años atrás. No me había percatado de ello —pronunció Crowe volviéndose un poco distante por causa de sus pensamientos.
—¿Perdió usted también a su madre? —Preguntó Sam obteniendo de nuevo sus atenciones.
—Murió cuando yo tenía dieciocho años.
—Lo siento.
—Está bien, no se preocupe. Como ya se lo dije, fue hace mucho tiempo.
—Al menos aún tiene a su padre —le dijo Sam intentando, en realidad, consolarse a sí misma. Esto debido a la pena que ahora sentía por él.
—SI, bueno, sobre mi padre —mencionó Crowe, dirigiendo la mirada hacia cualquier otro sitio que no fuese el rostro de Sam—…digamos que él y yo no tenemos una buena relación; así que…
—Comprendo —mencionó ella, enseguida, tratando de no ser tan indiscreta—, lo mismo me sucede a mí con mi madre.
—¿No se lleva usted bien con ella?
—Yo diría, más bien, que es una simple diferencia de opiniones —resolvió decir Sam frente al intrigado rostro del Capitán—. Ella siempre intentó manipular y controlar mi vida y yo…yo siempre me las arreglé para hacer todo lo contrario a lo que ella me ordenaba.
—Como quien dice toda una rebelde, pero con causa, ¿no es así? —Pronunció el Capitán en su ingenio.
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Editado: 24.05.2022