La mirada de Sam se agudiza inútilmente sobre él.
—¿De qué hablas? —Pronuncia parpadeando en un par de ocasiones. Mueve la cabeza con desconcierto y vuelve a parpadear—. «¿Quién más podrías ser, sino él?» ―Ahora se siente confundida. Lo observa de nuevo, pero continúa sin lograr apreciar bien su rostro. La verdad es que está muy obscuro y por ende sus deducciones habían concluido que era Steve con quien hablaba―. Entonces, ¿quién eres? —Pregunta.
—Que yo sepa no me parezco en nada a él. O, al menos, fue eso lo que siempre me dijeron.
Los hombres, que al parecer continuaban trabajando sobre el cableado eléctrico, terminan por descubrir el misterio. Las luces se encienden sobre ellos, alumbrando desde el camino, la casa entera y hasta el fondo. Toda la propiedad se ilumina por completo; al igual que el rostro de aquel quien mira a Sam alucinado y sin poder, siquiera, pestañear.
Es allí, en medio de la claridad de las luces que confunde sus ideas, que ella consigue admirarlo y se sorprende al saber que le están diciendo la verdad... ¡Él no es Steve!
Una amable sonrisa se adueña con placer de aquellos labios carnosos, ocultos tras esa barba poblada. Se denota que hay gozo, y en gran manera, al ver la confusión en el rostro de Sam.
—¿Ha pasado mucho tiempo, no es así? —Menciona la caricia de su voz, tan varonil como la cálida nostalgia que le acompaña. Entonces, prosigue un breve silencio que se une a la mirada del hombre. Su mirada, aquella tácita contemplación y la cual traspasa los ojos de Sam con dolorosa intensidad. Tan profunda y penetrante es, que al instante se da cuenta de que es verdad, no es Steve con quien habla, sino que es él...es David quien se encuentra, ahora mismo, frente a ella.
El asombro se le escapa a través de la expresión.
—«¡No puede ser!» —Gritan sus pensamientos con frenesí—. «¡Esto debe ser una jodida broma! ¡No es posible que él haya cambiado tanto así, no de esa manera!».
Se detiene y repara muy meticulosa sobre su apariencia. La incredulidad la lleva a escudriñarlo con abiertas miradas. Con descaro y sin tapujo desmedido. Un minucioso recorrido a través de la corpulenta silueta que se sostiene frente a ella. Unos segundos más y al final no lo logra; pues aquello, simplemente, es imposible. ¡Todo en él ha cambiado! Ya no es el chico flaco ni debilucho que alguna vez conoció. Especula que ha de haber crecido más de quince centímetros desde la última vez que lo viera. Ya no hay alambres en los dientes. Tampoco rastros del acné que, en algún momento de su vida, empañó la seda blanca que ahora se oculta detrás de esa barba, o enormes gafas opacando aquella misma perfección...
»No, el hombre que se posa frente a ella es grande, es fuerte, se le denota muy saludable y sí, ¿cómo pasarlo por alto?...Muy apuesto. La barba le hace aparentar tener un par de años más de los que en realidad tiene, pero se le ve muy bien —reconoce Sam sin poder dejar de mirarle—. «¡Cielos, esto es increíble!». Si no fuera porque reconocería ese par de ojos azules en cualquier parte del mundo, juraría que le están jugando una treta.
Y continúa mirándolo como si fuese una boba, intentando encontrar una explicación lógica y razonable a lo que mira, más sigue sin poder comprender.
—Está bien, admito que he engordado un poco en los últimos años; ¿pero, en verdad, no me reconoces? —Pregunta él en medio de un tono desconcertado.
Es como si no se diera cuenta de que no sólo es el hecho de que haya engordado un poco. Si no que todo él, completito, es una persona totalmente distinta. Tanto así que, si Sam se hubiese encontrado con David en la calle, habría pasado de su lado sin tener la menor idea de quién era.
Por supuesto que no lo admite frente a él.
—No, claro que te reconocí —balbucea con torpeza, tratando de disimular—, es sólo que en la oscuridad te confundí con tu hermano, es todo ―Intenta ocultar el shock en el que se encuentra y se dirige hacia él en forma serena y pausada; pero, en realidad, se siente consternada...Y bastante.
—¿Acabas de llegar a la ciudad? Yo tengo dos meses de estar aquí, haciendo algunos arreglos a la casa de mis padres y no te había visto hasta ahora.
—Llegué hace poco —responde ella con tonos vagos y pendencieros, mientras se aclara la garganta con cierta incomodidad. La verdad es que no le interesa dar muchas explicaciones sobre el asunto, por lo que prosigue un adusto silencio; pero éste no se sostiene por mucho tiempo en las emociones de su vecino.
—No sabes la alegría que me causa el volverte a ver —le escucha pronunciar Sam—, han sido muchos años ―Y el tono con que él le descubre esto, es una melodía muy suave para sus oídos…muy dulce, así como el precavido roce de la mano de David sobre su hombro. Sam esquiva el contacto de inmediato y se aparta de él—. Al fin pude constatar con mis propios ojos de que te encuentras bien ―continúa diciendo David—. Sé que tienes mucho que hacer en Europa y que por eso casi nunca vienes a casa.
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Editado: 12.05.2024