Es muy de mañana y David se levanta más temprano que de costumbre, antes del amanecer. Quiere dejar predispuestas las labores del día. Como recibir a los trabajadores, dejar instrucciones dictadas y terminar él mismo de ejecutar otras más.
Luego de un par de horas llama a Corey, quien acude enseguida a la voz de su amo; ambos suben a la camioneta y se ponen en marcha tomando la autopista norte hasta llegar al Hospital Central Universitario de Especialidades Médicas. Lugar que David visitara tantas veces durante su niñez y adolescencia. Su segundo hogar en aquellos años poco memorables para él. En realidad, no se siente muy a gusto de hallarse allí, pero esa fue la dirección que encontró en el bolso de Sam. Las puertas de cristal se abren ante él, siguiendo la orden de su presencia e ingresa y camina hasta la recepción, en donde encuentra a una joven ordenando una enorme pila de expedientes detrás de su escritorio.
—Disculpe, señorita —articula escuetamente inclinándose hasta ella—, ¿cree usted que pueda localizar a Sam Kendall? ¿Sabe usted si ella trabaja aquí? —Pero la chica no le muestra mayor interés, ni siquiera le alza a mirar, simplemente le pregunta en qué departamento labora.
David lo piensa por un instante. No sabe qué decirle. No tiene más que una tarjeta con el nombre de ella y la dirección del hospital vinculada a ésta, pero del departamento no tiene ni la más mínima idea.
—Necesito devolverle un bolso que dejó perdido —termina de informar a la joven.
—Lo siento, pero no puedo ayudarlo.
La chica continúa ordenando la larga pila de expedientes, ignorándolo por completo.
—Si, pero tal vez tenga usted alguna lista con los nombres del personal del hospital —insiste David. No piensa marcharse sin que la odiosa chica le brinde algún tipo de información sobre Sam. Si su nombre está vinculado con la dirección por algo será. Tal vez pertenezca al personal administrativo, como una secretaria o algo así.
La joven deja de hacer con indisposición y se prepara con todas las intenciones de ladrarle a la necedad de David. Alza la mirada con altanería y la dirige hacia él. “Por si no lo había notado ella se encuentra demasiado ocupada, márchese y no moleste más”. Y está a punto de decirle esto cuando aquel apático y odioso semblante se transforma, al instante, en una coqueta y amable sonrisa. Cortesía del bien parecido del joven.
Los tonos se vuelven seductores y los matices que emplean ahora sus gestos le expresan que ella estaría encantada de ayudarlo.
—Pero, necesito algo más de información...Como un nombre, por ejemplo ―indaga la atrevida.
—Bueno, como ya le dije su nombre es Sam Kendall...Samanta, tal vez usted...
La chica deja salir una estúpida carcajada que interrumpe a David. Se apoya sobre el mostrador y comienza a enredar sus finos cabellos rojizos en el provocativo juego de sus dedos.
—No, tontito, me refiero al tuyo…Pero...¡Oh, Kendall! —Brinca la tonta enseguida. De repente llega la luz a su torpe cabecita—. Claro, disculpa, es que no te escuché bien. Ella en estos momentos se encuentra en cirugía.
Y le deja ir esto a David sin aviso alguno. Sin anestesia que alivie el golpe recibido en el pecho.
—¡En cirugía! —Exclama éste de vuelta y en medio de una gran dificultad—. Pero, ¿cómo?...«¿Por qué estaría ella en una sala de cirugía?»...¿Está bien? Es decir, si apenas anoche estuvimos conversando y ahora usted me dice que ella...
La chica retrocede en respuesta ante aquella exacerbada reacción. Se ocupa de observarlo con detenimiento, como si no entendiese las razones del por qué se pondría así.
«Es muy lindo; pero, ¿qué acaso está loco?».
La Dra. Sullivan se halla justo detrás de ellos, escuchando toda la conversación. Se da cuenta de la confusión del joven, así que decide intervenir. Se acerca hasta él y le indica a Karen que continúe con sus labores, ella atenderá al caballero.
David aún se encuentra tomado del mostrador, mostrando todos los signos de una fuerte conmoción.
—Buenos días, soy la Dra. Sullivan. Entiendo que busca usted a la Dra. Kendall.
—No, bueno, yo...¿A quién? —Pregunta éste reaccionando.
—La Dra. Kendall —reitera Sullivan—; lo siento, pero ella se encuentra en este momento practicando una cirugía, así que no creo que pueda atenderle.
El rostro de David se ilumina por completo.
—¿Ella...ella es quien está efectuando la cirugía? —Pregunta con asombro.
— Así es.
—¡Oh Cielos! —David sonríe sin dejar de sostenerse el pecho. De nuevo logra respirar―. Esto es grandioso, no lo puedo creer. ¡Esto sí que no me lo esperaba!
La mirada de la doctora se eleva hasta él.
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Editado: 12.05.2024