Casey escuchaba en silencio la incansable cantaleta de su amiga...hasta que por fin se decidió hablar.
—Tú lo que necesitas es esto —le dijo y girando hacia el asiento trasero, tomó del piso del auto una fina botella de whisky. Enterita, con todo y sello resguardando cada costosa gota contenida en su interior—; la tomé a escondidas del estudio de papá.
Las acusaciones en el rostro de Sam la miraron enseguida, mas no comentó nada.
—¿Qué? No te preocupes —reaccionó la chica en respuesta de aquella mirada—, tiene muchas. Ni siquiera se dará cuenta de que le hace falta una.
Como si la gravedad del caso fuera ese.
—Sabes que no debemos beber—la sermoneó Sam y quitándole la botella de las manos, la examinó con detenimiento al igual que a sus propias palabras.
Pero Casey se apresuró y la tomó de nuevo bajo su poder.
—El que no debamos no quiere decir que no podamos —exhortó quitándole el sello—. Pensé que después del baile podríamos divertirnos un poco con los chicos. Pero ya que todo se arruinó...Bueno, ¿qué estás esperando, bebe? —Dijo poniéndola una vez más entre sus manos— Sólo tomaremos un trago. Anda, vamos —insistió—; te hará bien para calmar los ánimos.
Sam examinó de nuevo la botella entre sus manos, observó el hermoso color de su dorado líquido balancearse de un lado al otro frente a su decepcionante velada. Frente a la traicionada confianza depositada en el ruin comportamiento que la llevase a estar allí en esos momentos. Se suponía que esa sería su gran noche —recriminó dentro de sus pensamientos con desilusión—. Toda adolescente sueña siempre con su baile de graduación, ¿no es así? Y aunque ella en un principio no se sentía tan emocionada, después si lo estuvo al ver a su pareja. Al ver el hermoso vestido que envolvía su realeza, el lujoso hotel y la limusina que la llevaría a compartir el esplendoroso momento con todos sus amigos, a disfrutar a lo grande de la majestuosa noche. Todo era perfecto...¿Cómo es que de un momento a otro todas sus ilusiones se habían tornado en la gran pesadilla que echase a perder la magia? Lo irreal del mundo ficticio en el que ella siempre se desenvolviera. No lo pensó más y quitando la tapa llevó la botella directo hasta su boca; vertiendo dentro de esta un generoso y acaudalado torrente de fuego que recorrió su lengua hasta llegar a su garganta, luego a su esófago y de ahí hasta su estómago. Al instante, su cuerpo se vio invadido de un intenso calor que aumentaba a cada segundo, quemándole inclusive el alma misma. Su inexperto paladar, jamás acostumbrado a lo intenso y lo característico de sus matices secos y amaderados, convergió en una retorcida mueca de repudio con la esperada tos áspera que ahogó sus intenciones de tomar un segundo trago. Tuvo que aguardar unos cuantos segundos más para animarse y poder empinar de nuevo la botella, buscando con desespero olvidarse de todo lo ocurrido horas atrás.
Por suerte Casey decidió mantener la cordura y no beber más, esto a pesar de ser la precursora del mal comportamiento. Advirtiendo que al cabo de una hora había desaparecido más de la mitad del Wisky, decidió intervenir. Trató de tomar la botella de boca de Sam, pero su fallido intento no hizo más que derramar el licor sobre el asiento de su auto. Sam con su torpeza se limpió con toda frescura la barbilla y el cuello, elevó otra vez el codo y continuó bebiendo.
—Oye, tranquila. Te dije un trago, no que te la bebieras toda —reclamó su amiga muy indignada—. Se te va a subir a la cabeza.
— Eso...eso es lo que quiero —trastabilló la ebria con desarticuladas palabras—, y no saber nada máss, de lo que pase en esta asquerosa nosshe...—Continuó bebiendo.
Ya iban a dar las dos de la madrugada y ambas permanecían varadas en el estacionamiento vacío de un centro comercial. Casey sin saber qué hacer ni a dónde ir. Con el estado en el que se encontraba su amiga no podía llevarla a su casa ni a la de ella. Sus llamadas a casa eran constantes, quería cerciorarse de que sus padres no hubiesen regresado; pero aún así no se atrevía a llevarla consigo, no en esas condiciones y Sam, podría decirse que después de media botella de Whisky no estaba en posición de tomar decisiones al respecto. Aún con botella en mano podía sentir como todo daba vueltas a su alrededor. Pasado el agradable adormecimiento que provocaran los efectos de los primeros tragos, ahora no comenzaba a sentirse muy bien. Su cuerpo no estaba acostumbrado a un golpe tan fuerte y directo de bebida tan elevada, y si hacía unos instantes el estado de relajación era sublime, ahora no...ahora éste comenzaba a esfumarse de ella. Dejándola a merced de una película de terror que, proyectada dentro de su mente, hacía mención de todo lo ocurrido una y otra vez.
Lo que más la sobrepasaba eran las duras palabras dichas por la señora Oliver. El martilleo era incansable dentro de su cabeza...¡Ushhh! esto era lo que más la atormentaba. Un desborde de rabia hizo erupción dentro de ella y anhelaba con desespero y mortificación enmendar el daño hecho.
—Yo no quise que nada de esto sucediera —lloró con lágrimas de borracha—. ¡Cómo iba yo a desear algo asííííí!...David...David —era en todo lo que podía pensar.
De pronto y para el sobresalto de Casey, Sam emergió de la coraza construida a base de su propia lástima.
—¡Debo ir a su casa! —Expresó con impulsivo arrebato, y sus continuos chillidos amenazaban con destruir los oídos de su amiga. La importunó con su necedad hasta el cansancio y rogó porque Casey encendiera su auto de una vez por todas y salieran de allí, rumbo a casa de los Oliver— ¿No lo entiendes? ―Insistió con su majadería― Debo ir con él y pedirle perdón, debo llegar hasta David. Si me escabullo por el pasadizo del muro podré colarme hasta su habitación y entonces podré verlo.
—¡Oh no! Tú no harás eso —respondió Casey bastante irritada—. Y dame esa botella, que esto es lo que nos tiene aquí para comenzar. Después de todo lo que te gritó la vieja Oliver ahora quieres irrumpir en su propiedad sin su permiso —Si una de las dos tenía que mostrar madurez y comportarse como era debido, esa sería ella. Las circunstancias requerían con urgencia de la presencia de un adulto interviniendo en la situación, pero ya que no lo había— Lo siento mucho, Sam —continuó hablando la chica envuelta en sensatez—; pero esta vez no accederé a tus locuras...Aghh, aghh...No, señorita, olvídalo.
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Editado: 12.05.2024