—¡Demonios! —Vociferó entonces la ebria. Era la primera vez que una expresión de esa índole lograba salirse de su fino vocabulario; pero cómo no hacerlo— ¡David! — Exclamó con la voz entrecortada.
Parecía que un camión le hubiese pasado por encima. Los mayores daños se presentaban en su desfigurado rostro, según pudo observar a grandes rasgos. Notó que caminaba sin ningún problema, pero exhibía un extenso puente sobre la frente que le contenía la herida. El ojo izquierdo yacía trágico y espeluznante bajo esa misma herida, estaba cerrado por completo y simulaba que el hueso del pómulo desafiaba salirse por medio del corte de su hinchazón. Pero su labio inferior, cielos, esa fue la peor parte para Sam...—Pobre David ―pensó al borde del desmayo; si no hubiese estado sumergida en el suelo sin poder levantarse, de seguro que habría caído redondita debido a la impresión. Su labio estaba por completo reventado, abierto por un corte vertical de lado a lado. Con negras y gruesas suturas que entretejían puntadas de púas atravesando su estática expresión. El más mínimo de los movimientos amenazaba con romperlas y estallar la herida, dejándolo expuesto en la agonía del dolor.
Aún así leves y costosas pronunciaciones de asombro lograron fluir a través de ellas.
—¡¿Sam? ¿Qué estás haciendo aquí?! —Preguntó él acercándose hasta ella.
—Dios mío, David, cuanto lo siento. Por favor, perdóname —gimoteó Sam e impulsándose de frente, intentó ponerse en pie. Lo más que logró fue no irse de bruces, gracias a que él la interceptase en el aire.
—¿Qué haces? Si tus padres se llegan a enterar de que estás aquí estarás en problemas.
David enseguida notó que algo no andaba bien con ella, la ayudó a levantarse y con muchas dificultades logró llevarla y sentarla junto a él en la cama. Sam continuó llorando; su rostro inconsolable y sumergido sobre el pecho de David se disculpaba una y otra vez con sus lágrimas. Esos ademanes y esa forma tan peculiar de expresarse sólo le significaron a David una cosa.
—¿Has estado bebiendo, Sam?
Ella continuó sollozando.
—Tú madre tiene razón. Soy una mala influencia para ti, todo fue por mi culpa.
—¿Mi madre? ¿Cuándo hablaste con mi madre?
—En el hospital —contestó ella, secándose las lágrimas con la pijama de David—; dijo que todo ocurrió por causa mía y tiene razón. Mira cómo te dejaron por mi culpa.
La botella de whisky aún permanecía asida con fuerza en su mano y llevándola a los labios, Sam bebió honda y amargamente por la pena de verlo así, en esas condiciones.
—Eso no es verdad —consiguió responder él con cierta dificultad. La miró directo a los ojos con su único elemento bueno y limpió con cuidado las lágrimas que rodaban por las mejillas de su borracha vecina―. Lo que sucedió no fue tu culpa, ¿comprendes? ―En cuanto David atisbó el brazo de Sam levantándose de nuevo y con todas las intenciones de mitigar la pena que sentía, se apresuró y consiguió detenerlo justo a tiempo―. Dame eso —mencionó quitándole la botella de la mano—, ya no debes beber más.
—¿Por qué? —Resongó ella a través de rastreros pucheros de niña consentida.
—Porque no. No es bueno para ti. Escucha, ¿saben tus padres que estás fuera? — Preguntó él empleando graves tonos de preocupación.
—Piensan que estoy en casa de Casey...pero, Shhhh —siseó ella con cautela, poniendo el dedo índice sobre los labios de David, muy cerquita de su herida y exponiéndolo al peligro— Cállate, ellos no saben nada de lo ocurrido. Adam prometió no decir nada; hasta lo juramos entrelazando nuestros deditos...¡Hip! David, prométeme tú lo mismo, prométeme que no dirás nada a nadie... Porrr..avor, Porrr..avorrr, David.
Sam alzó su meñique esperando muy afligida por el juramento de David. No tuvo que esperar mucho para verlo alzar el suyo. Ahora ambos dedos se posaban frente a ella y cualquiera le serviría para sellar el pacto de su silencio; así que vaticinando su verdadera posición, se adueñó del primer dedo que su descoordinada percepción le permitiese capturar.
—Gracias. —Y respiró con alivio.
—Sabes que puedes confiar en mí, jamás te defraudaría.
—Lo sé —respondió Sam. Con un sumo agradecimiento, proveniente desde lo más profundo de su ser y se refugió una vez más sobre su pecho. El corazón de David saltó enseguida, dando fuertes golpes de emoción contra su adolorido esternón―. Por un segundo llegué a pensar que te habían matado, tuve tanto miedo —continuó ella y se aferró con más fuerza a la inmovilidad que abrazaba.
David no sabía cómo actuar, él jamás...bueno. Sam había sido la única chica por la que se había interesado y ella nunca había mostrado ningún tipo de reciprocidad hacia él. Ahora, el muy tonto comenzaba a pensar que todos los golpes recibidos habían valido por completo la pena. Sólo por el hecho de poder estar unos cuantos segundos así, junto a ella. En otras circunstancias jamás habría tenido la oportunidad...por las diferencias que los separaban.
...Sam, ella era la más bella y popular. La perfección de sus sueños hechos realidad. Porque para David, Sam no poseía defecto alguno...Mas en cambio él. Sería muy bonito decir que David siempre se sintió como un pez fuera del agua junto a los otros chicos; pero quizás, la alegoría correcta en este caso sería mencionar que siempre se sintió como un renacuajo fuera del estanque. Y ahora, al verla allí, junto a él. Al poder sentirla así, refugiándose entre sus brazos; simplemente era algo que le significaba el mundo entero a un chico, cuyas pretensiones jamás le alcanzaron para ir más allá de un anhelo.
—¿Es verdad que te irás a estudiar fuera? —Preguntó ella sin salir de su refugio.
La mirada de David de inmediato escudriñó el rostro de Sam...«Cierto, mi madre» ―concluyó sin preguntar. Él no le había mencionado a nadie que se marcharía y la verdad, es que a ese nadie, le hubiese interesado por poco o menos el saberlo, así que para qué molestarse. Pero ahora, que sentía había alguien quien si se interesaba y no sólo eso, sino que además de todo era ella.
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Editado: 12.05.2024