La valentía de Sam se congela, lo mismo que el ritmo de sus pasos; pero la mano de Lorie la toma con firme sujeción del brazo y la pone de nuevo en circulación. La alienta a fuerza de pequeños empujones.
—Vamos, tú puedes hacerlo ―le dice.
Para entonces parece que David la ha descubierto a lo lejos; porque erguido en sus pasos y con rápido andar, Sam lo mira dirigirse con bastante fluidez hacia ella. Su cuerpo comienza a temblar de pies a cabeza. En cuanto lo siente llegar los temblores se han convertido ya en incontrolables espasmos y sin mayor preámbulo, un beso es plasmado con amigables sonrisas sobre la mejilla izquierda de Sam.
—Hola.
—Hola —le saluda ella en completa apatía.
—Dra. Sullivan, ¿cómo se encuentra usted? —Saluda David a Lorie. Con todo el respeto que la dama se merece, por supuesto.
Lorie, por supuesto, se muestra encantada.
—Muy bien —le responde—. Veo que es usted muy puntual, señor Oliver. Eso deja hablar muy bien de un caballero...¿No cree usted lo mismo, Dra. Kendall?
Si las miradas fuesen lanzas, ya una de éstas hubiera atravesado a Lorie y si las palabras fuesen proyectiles...Uhmm. Por eso Sam mejor se abstiene de emitir su opinión al respecto; con su buena puntería piensa que es preferible no desenfundar, no quisiera terminar con la vida de nadie en estos momentos.
—Creo que su turno ya finalizó, ¿no es así?
—Así es, Dra. Sullivan —responde ella en su dificultad. El rastrillar de los dientes refrena un poco sus palabras―. Únicamente falta valorar el paciente que le mencioné con anterioridad.
—Oh, no se preocupe por eso, yo me puedo encargar de él. Usted puede retirarse a descansar.
—Muchas gracias, Dra. Sullivan ―El sarcasmo desencadena una lánguida sonrisa en la apatía que muestra Sam frente a David. Odia admitirlo, pero reconoce sus debilidades y el necesitar de ligeros impulsos para llevar a cabo ciertas tareas...Y Lorie, ella por su parte se ha hecho experta en brindarle este tipo de asistencias a Sam. Ya lo ha hecho en el pasado. Así que son segundos para dejarla a merced de la compañía de David. Sin excusa laboral alguna que le permita deshacerse de él. Se despide con amables disculpas del galante caballero y se esfuma dejándoles a solas en medio del gentío que entra y sale de la institución médica.
Sam sigue el recorrido del traicionero abandono de su amiga, aunque con el rabillo del ojo puede advertir como el peso de aquella mirada se deposita sobre ella. Levanta la vista y se topa de frente con la estúpida sonrisa de David.
—¿Qué? —Le riñe a su tonta contemplación.
Sin embargo, el mal humor que tanto se carga Sam, no logra opacar el hermoso día por el que se miran envueltos. El sol del medio día ilumina el entorno de ambos con calurosos destellos dorados. Todo se mira más colorido y brillante bajo el sutil contacto de sus rayos...Todo, incluso el color de los castaños cabellos de David. Algo de lo que Sam se percata enseguida. De su barba cuidadosamente recortada y de cómo cubre con varoniles rasgos el corte angular de su cara. Aún con todo y la rabia que siente por él, Sam no puede evitar pensar en lo apuesto y atractivo que se ha puesto su viejo "amigo" y en el azul cristalino de esos ojos, tan intensos delante de ella, como nunca antes lo hubiese podido recordar. Quizás todo por culpa de la luz que ilumina de forma perpendicular su faz. ¿Quién sabe? Pero se ve obligada a desviar la mirada de él y la dirige con apenada zozobra hasta el suelo.
—Entonces...así que una doctora, ¿eh? —Le escucha mencionar Sam en medio de su huida. Alza de nuevo la mirada hacia David y se encuentra con la misma sonrisita. Considerada tan estúpida por ella, así como la insulsa forma que tiene de preguntarle las cosas.
—Sí, ¿por qué? ¿Acaso te sorprende?
—Para nada —responde él de inmediato—; siempre supe lo lista que eras. Lo que sucede es que no te aplicabas en lo absoluto.
La verdad la abofetea en la cara, así que sonríe pues sabe que David tiene razón.
—¿Y tú? —Le menciona ella con sorna―. Supongo debes representar la eminencia de tu gremio en alguna rama de la ciencia...Es decir, lo último que recuerdo es que te marchabas para ir a estudiar a una muy aclamada universidad. Así que deduzco que como mínimo debes ser un médico cirujano de gran prestigio o algo parecido.
David retrae la expresión.
—No —La aversión demostrada en su tono de voz es evidente―...La sangre y esas cosas no se me dan como a ti. Prefiero que los elementos con los que trabaje sean inorgánicos, por eso decidí ser ingeniero.
—Ahhh siii. ¿Y qué tipo de ingeniero eres?...Digo, por lo que acabas de decir, supongo no ha de ser agrícola.
En cuanto David le revela a Sam que es un ingeniero aeroespacial, ella no se sorprende para nada. Era lógico que un cerebrito como él terminase siendo un científico. Destacándose en alguna rama de la ciencia como lo pronosticó en primera instancia. Aún así decide que no va a permitir deslumbrarse por sus logros.
—Ah, entonces te diviertes haciendo juguetitos ―Y lanza la satírica broma sin importar la ofensa que aquella pueda provocar. Sin embargo, para su sorpresa, David reacciona dejando salir una jocosa carcajada. La verdad es que su trabajo le apasiona. Disfruta en gran manera lo que hace. Así que sí...
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Editado: 12.05.2024