—Pienso que tú y ella son las que más se parecen a tu madre... ¿Estás bien? — pregunta David luego de una breve pausa. La mirada de Sam se perdió una vez más, quizás por estar tratando de formar una idea en su cabeza con todos los datos recopilados.
—Si —responde sonriendo—; es sólo…Es que todo esto es un poco intenso para mí.
—¿Cuándo piensas volver a tu casa?
—No lo sé —responde ella. Aún sostiene la fotografía del hijo de David en la mano, así que intenta devolvérsela.
—No, está bien, consérvala —menciona él—. Hay más de donde vino esa.
Sam lo mira con detenimiento, y no quisiera ser descortés; pero, ¿para qué quiere ella una fotografía del hijo de David? ¿Para afligirse más viendo constantemente el retrato del hermano de su hija y pensar en todo lo que le espera? Igual resuelve que no será grosera con él y la guarda. Luego se deshará de ella —piensa con retraído semblante.
Mientras tanto, David observa la preocupación en el rostro de Sam en cuanto ésta introduce la fotografía en su cartera y advierte que ni siquiera ha tocado el resto de su comida. No le ha mencionado nada al respecto, pues de todas formas es igual de hermosa para él, pero está demasiado delgada a su parecer. Piensa que todo este lío debe mantenerla sin apetito. Si tan sólo confiara un poco en él y le contara qué sucede.
—No te preocupes —le menciona intentando solidarizarse con ella—, todo saldrá bien ―Y calla, pues es lo único que se le ocurre decir por el momento.
—¿Tú crees? —Devuelve ella a través de una satírica intención. Porque la verdad es que David ni siquiera sabe de lo que habla. Aún así le agradece el vago intento que, se nota, hace por ayudarla.
—Si necesitas que te acompañe cuando te decidas, sabes que puedes contar conmigo.
«Humm, sí claro, eso sería muy conveniente» —considera Sam en silencio. Llegar a su casa con el padre de la niña para dar la cara ante sus padres, sería lo ideal. El único problema es que, para eso, primero tendría que decirle toda la verdad a David y siendo sincera consigo misma no piensa hacerlo, al menos no por ahora.
—David, yo te lo agradezco; pero esto es algo que debo hacer yo sola.
—A veces no es bueno estar solo, Sam. Te lo digo por experiencia propia, créeme. Si tan sólo me dejaras ayudarte, quizás yo...
La humanidad de Sam se contorsiona hacia atrás escuchando las palabras de David. Sus cejas se elevan con asombro.
—¿Disculpa…? ―Le interrumpe con apremio―. ¿Si yo te dejara ayudarme? David, perdóname; pero…¿qué te hace suponer que tú podrías ayudarme?
—No lo sé —responde él—; si tan sólo me dijeras qué fue lo que sucedió, tal vez yo...
—No, no, no…espera —le interrumpe ella una vez más—. Quizás es que formulé mal la pregunta. Quizás lo que quise decir en realidad es: ¿Qué te hace suponer que "Yo" te pondría a ti en la lista de personas a las cuales acudir en caso de necesitar ayuda? Y que, por cierto, déjame aclararte, no es el caso.
David la mira.
—Bueno, creo que por el hecho de que somos amigos, ¿no es así? Simplemente por eso.
Sam responde a aquella mirada sin saber qué contestar porque, sí, está bien, ella decidió creerle; pero eso no quiere decir que lo considere dentro de su círculo de allegados como lo sería Lorie, por ejemplo. Y esto es algo que tiene que aclararle de inmediato; porque para ser sincera con él, ella aún no se siente muy convencida. Y no es que no quiera darle el beneficio de la duda, porque sí quiere…pero él debe comprender.
—¿Ah sí?…Si esto es así, entonces, dime —reclama David a voces abiertas. A decir verdad se siente muy ofendido…bastante ofendido por sus palabras. Entonces, para qué lo llamó diciendo que creía en él, si en realidad no era así—. ¿Qué es lo que necesitas para creerme? —Le pregunta—. ¿Acaso me estás pidiendo pruebas de ello? ¿Acaso ocupas que te valide con evidencias que todo lo que dije fue real?
—¿Pruebas? ¿Tú tienes pruebas de ello? —Le porfía Sam con una sonrisa burlona que no hace otra cosa que enardecer aún más los ánimos de David—. No seas ridículo, David. ¿Qué tipo de pruebas podrías presentarme como para convencerme de lo contrario?
—Las más concretas y relevantes como para hacer que te retractes ahora mismo por lo que acabas de decir.
—Ah sí…pues adelante —le desafía en abierta contienda—. Anda, vamos. Convénceme de todo lo contrario con tus supuestas evidencias... ¿Lo ves? ―menciona Sam luego de unos cuantos segundos en espera―. No haces otra cosa que desviar la mirada, David. Tu silencio habla por sí sólo...No eres más que un hablador —Declara Sam al tiempo que comienza a ponerse en pie.
David se apresura a tomarla de la mano.
—Entonces, cómo sé que no te gusta que te besen ni acaricien la zona que rodea el lóbulo de tu oreja izquierda ―Sam cae sentada de nuevo sobre el pasto―. O que te gusta que te arrullen con susurros de ternura los residuos de tu sensibilidad. Además, sé que desfalleces por el color de mis ojos y que cuando te miro fijamente te sientes atrapada en el tiempo, perdida por completo en mi intensidad. O al menos…al menos eso fue lo que dijiste alguna vez.
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Editado: 12.05.2024