―¿De qué hablas? ―Le objeta Sam. Se asegura de desactivar la cámara. Que David no se entere del rostro tan agobiado con el que continúa recorriendo los pasillos del lugar. Mas se encarga de que su voz demuestre ante él entereza, serenidad y sobre todo, indiferencia―. Acordamos que yo me llevaría a Ben, ¿no es así?...No te preocupes ―responde ella ante la disculpa que David le da―, si no puedes acompañarnos de igual forma Ben y yo la pasaremos fenomenal, ¿no es así, cariño? ―Sam le entrega el celular a Ben y el pequeño le dice a su papá que sí, que no se preocupe, pues él y Sam la pasarán genial juntos. Claro en los términos de un niño de tres años. El teléfono vuelve a manos de Sam y con su falsa indiferencia apropiándose de ella, una vez más, termina de despedirse―. Nos vemos en un par de horas ―le dice y finaliza la llamada.
Pero en realidad Sam no quiere…No desea tener que ver a David al término de ese par de horas. Sabe que él en este momento se encuentra con Rebeca; que de seguro estará con ella cuando tenga que llevarle al niño de vuelta. De verdad que este no ha sido su día y se lamenta profundamente en sus adentros.
Rechazo y desprecio, eso fue todo lo que recibió de su hija esta mañana y bien que sabe que se lo merece, pero no por ello deja de doler…y ahora esto ―piensa Sam—. No debió ofrecerse para cuidar de Ben; no para que él salga con esa mujer. No debió decir todo aquello, no debió decir tantas cosas. No ahora que se ha dado cuenta de que no quiere ver a David al lado de nadie más, que no sea ella misma ―Pero, ¿cómo se lo voy a decir? ―Gimotea con el temblor de sus labios―. Si es más que claro que él ya está con ella.
Su mirada se vuelve a inundar.
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Por lo general una película infantil no sobrepasa los noventa minutos, y lo peor del caso es que en esta ocasión así fue. Sam camina de regreso con Ben más pronto de lo que en realidad hubiese deseado; pero no le queda de otra y no sabe por qué, pero con la inercia de una costumbre ya adquirida, se detiene y compra dos bebidas calientes. Dos Capuccinos para ser más exactos. O será más bien la incomprensión de una esperanza fugaz y que la lleva a pensar en la posibilidad de que quizás David se encuentre solo.
«Tal vez esa mujer se haya marchado; entonces su pequeño, David y ella podrían ir a comer algo juntos, sólo los tres».
La albergada esperanza aflora en su rostro en cuanto mira a David a lo lejos; al parecer está esperando por ellos y su alegría se debe a que lo observa sin compañía. No hay señales de la estirada esa por ninguna parte; así que Sam se apresura y camina hasta él, brindándole la mejor de sus sonrisas y liberando de su mano al pequeño Ben, quien corre y se lanza a los brazos de su padre. El niño recibe de él besos y sonrisas al tiempo que le preguntan cómo estuvo la película.
―Hola.
―Hola ―pronuncia Sam, terminando de acercarse. Mantiene de su lado la mejor de sus sonrisas y complementa el saludo hacia David ofrendando el Capuccino caliente que, ahora mismo, pone a su disposición...
...Ah, ah, mala idea.
―Oye, gracias. Nos trajiste algo de beber ―menciona Rebeca. Intercepta el vaso en el aire, desarticulando así las intenciones de Sam…Lista para beber.
«¡No puede ser! ―Aúllan los pensamientos de ésta con desespero―. ¿Pero es qué acaso esta mujer siempre se las ingenia para esconderse y salir en el preciso momento, cuando ella menos se lo espera?» ―Con un movimiento rapaz y de felino lanza el zarpazo y arrebata el Capuccino de las fauces de la atrevida―. Las bebidas no son para ellos, sino que le pertenecen a ella ―le informa llena de rabia.
―Vaya, que geniecito. No creo que las dos sean para ti.
―Por supuesto que no. Una es para mi acompañante ―desenfunda Sam con una rápida jugada de sus pensamientos.
― ¿Ah, eso quiere decir que vienes con tu novio? Que comprensivo ―menciona Rebeca. Se toma del brazo de David manifestando lo bondadoso que ha de ser el mencionado caballero, al permitirle llevar al niño con ella―. ¿No es así? ―Y gira el rostro hacia David en busca de sus afirmaciones. Mas no recibe contestación alguna por parte de éste; porque la sangre que ha comenzado a hervir a través de sus venas, es claro ver cómo le ha encendido el rostro.
Por otro lado, Sam no atiende ni a las palabras de Rebeca, ni a los manifiestos reclamos que arden de las miradas de David. Se limita abrazar a Ben, le da un dulce beso en la cabecita y se despide de su pequeño.
―Adiós ―deja ir en dirección a David.
Él no responde, sino que continúa con serios y apostados reclamos fijos sobre los pasos de Sam. Después de unos pocos segundos más se decide.
―Esto no se quedará así ―expulsa lleno de rabia y con apurados movimientos la sigue. Se apresura un poco más hasta que logra llegar a Sam y la toma por el brazo, provocando que el café se derrame de uno de los envases y apelando así a la seriedad que la acusa para detenerla.
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Editado: 12.05.2024