Poco antes de que los rayos del sol terminen de hundirse en el ocaso, la camioneta de David se encuentra estacionada en frente de la mansión Kendall.
—Ya sabes, mi amor —menciona Sam sobre el tierno rostro de su niño—. Hazle caso a nana en todo, ¿entendiste? Papá y yo estaremos de vuelta muy pronto.
Y poniendo muchos besos sobre el cabello y los cachetitos de su hijo, yergue la postura frente a él.
El pequeño no podría mostrarse más emocionado por la misión que sus padres van a llevar a cabo; tanto así, que presuroso de que éstos se marchen cuanto antes, la emprende con leves empujones sobre el trasero de su mamá para que se vaya.
—Espera, amor, aún debo despedirme de “Su”.
Jim no le quita la mirada de encima a su hija, aún con todo y el tonel de maquillaje con el que ella intentó vestir su demacrado rostro, éste se percata de que algo no anda bien en ella.
—¿Estás enferma? —Demanda saber.
Inmediatas negativas son puestas delante de él.
—No, papi, no te preocupes. Es que no he dormido bien en las últimas noches, pero eso es todo —pronuncia Sam, asegurándose de aprisionar una mano sobre la otra, con la única intención de ocultar el temblor de su cuerpo en frente de su padre.
«Con que papi, ¿eh?». Esa tonadita Jim ya se la conoce muy bien. Además, ¿qué podría andar bien entre ellos dos, después de lo sucedido?
—David, ven conmigo —Y arrastrando la humanidad de David junto con él, ambos salen del salón dejando a Sam a solas con los niños y con nana.
Alexandra, ni siquiera, se ha dejado asomar por allí. Todavía se encuentra furiosa e indignada ante el desastre descubierto de su hija. Algo que Sam agradece en gran manera, porque ahora no está en disposición de resistir los enfrentamientos generados siempre por su madre. Además, los niños están junto a ella y no quiere que presencien más problemas. Sobre todo Susan, si bien la niña no sabe qué es exactamente lo que está ocurriendo. Si se percató de que en algo le concernía a ella todo aquello. David no dejó de mirarla ni un instante. Con esa mirada tan intensa y profunda que tanto lo caracteriza y con la cual tuvo que contenerse para no ir hasta a ella, tomarla entre sus brazos y acogerla bajo su tutela para siempre. Pero ellos han decidido no decirle nada a la niña, no hasta que hayan resuelto todos sus problemas. Por eso la expresión de tristeza que acompañó aquella intensidad tan increíble. Misma que Susan reconoció del día anterior, cuando vio salir a David de su habitación con el niño en brazos y éste le dio la espalda sin saber cuándo la volvería a ver.
—Ven, cariño —pronuncia Sam y adueñándose de los hombros de su niña, la conduce hasta el pie de los escalones—. Ven, siéntate a mi lado.
—¿Aquí?
—Así es —responde Sam con una divertida sonrisa invadiéndole los labios. Se preocupa por atrapar las gotas de sudor que todavía descienden sobre su frente—. No te preocupes, mamá no bajará por ahora; así que no podrá reprendernos debido a nuestras vulgaridades.
Susan acata las palabras de Sam y se sienta al borde del último escalón, poniendo todas sus atenciones sobre el rostro de su madre.
—¿Sucede algo malo?
—¡No! No, mi amor —Es la inmediata respuesta de Sam—; pero ya estás en edad de saber ciertas cosas. Tú no eres tan chica como…—Y Sam ladea la cabeza, señalando al pequeñito que acaba de acomodarse entre sus piernas—. A ti te debo una explicación de qué es lo que está sucediendo.
—¿Te refieres a David?
—Si…me refiero a David —menciona ella mirando a su hija directo a los ojos.
—¿Qué fue lo que sucedió ayer? ¿Por qué él se enfadó tanto así? Dejó la cocina hecha un desastre, yo jamás había visto a alguien hacer algo igual.
El semblante de Sam, de inmediato, se turba. No quiere que su niña tenga un mal concepto de su padre. No, sin que sepa cómo es él en realidad.
—Escucha, mi amor. Él y yo estaremos ausentes por unos días.
—¿Te irás de vacaciones con tu novio?
—¡Papi y mami van a “hablaish” con Santa! —Interviene el niño con sus emociones, por lo que Sam se encarga de ponerlo de nuevo bajo el resguardo de los brazos de nana.
—¿Te encargas de él mientras hablo con “Su”, nana?
—Claro que sí, mi niña.
—No, no serán vacaciones —reanuda ella su conversación con la niña mientras nana sale del salón con el pequeño en brazos—; pero si estaremos fuera de la ciudad. Tenemos mucho de qué hablar…Mi amor, por favor, no pienses mal de él —menciona Sam al cabo de unos cuantos segundos en silencio y tomando el rostro de Susan entre las manos procura que ella le preste toda su atención—. Él se puso así de furioso porque yo le mentí acerca de algo que es muy, pero muy importante. Y no es que esté tratando de justificar su conducta, porque no fue la correcta, pero…«Dios, ¿cómo hago para que me entiendas?» —repone Sam con frustración dentro de sus pensamientos—. Hay ocasiones en las que herimos a las personas de tal forma y a tal grado, que sus miedos y resentimientos se transforman en ira y cuando esta clase de emociones nos toman por sorpresa, muchas veces no sabemos cómo reaccionar de la mejor forma; por eso cometemos imprudencias.
—¿Como lo sucedido en la cocina?
—Como lo sucedido en la cocina —reitera Sam, validando los entendimientos de su hija.
—¿Tanto así lo heriste?
—Más de lo que podrías imaginar, hija. Si, lo lastimé y mucho —«Él enloqueció cuando se dio cuenta de que lo separé de ti», piensa Sam acariciando la colorada mejilla de su niña—. Pero si hay algo que debes entender, “Su”, es que tu…Es que David es un buen hombre, amor. El mejor que existe sobre la faz de la Tierra, que de eso no te quede la menor duda.
—Está bien —responde la niña con simplicidad—. Aunque hay algo en lo que te equivocas.
—¿En qué? —Repone Sam poniendo sumo interés sobre los pareceres de su hija.
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Editado: 29.05.2024