Tormenta Black

XXIX

15 de septiembre, 2015

Charlotte

***

¿Cómo sucedió esto?

No podia evitar preguntarmelo una y otra vez. No lo podía aceptar, me negaba hacerlo.

Nuestra vida se fue al carajo en un abrir y cerrar de ojos.

Solo en cuestión de segundos me arrancaron el corazón de la manera más despiadada. De la manera más cruel. Tenía un hueco en mi pecho y dolía, dolía demasiado.

Las lágrimas se me secaron, ya no había nada dentro de mí.

¿Cómo continuaría?

Nunca lo haría, ya no había motivo para hacerlo.

–Charlie –me llamo Elliot.

Levante la cabeza que la tenía recostada en mis rodillas mientras estaba sentada en el suelo arrimada a una pared del hospital. No me había dado cuenta que se había sentado a lado mío.

–Todo es una mierda –dije mirándolo con los ojos hinchados. Su rostro estaba tan lleno de tristeza que solo quise abrazarlo hasta dejar de sentir que todo se me caía encima.

–Lo sé, cariño. –miro hacia al frente apretando sus labios. Sus ojos se volvieron a cristalizar. –Vamos a casa, tienes que descansar. –Habían pasado horas, todos se habían marchado. Los amigos de mi Seth se estaban encargando de todo lo que se tenía que hacer a partir de ahora.

A partir de que...

–No –susurre –No voy a dejarlo.

–No lo vas a dejar. Solo necesito que descanses por un momento –su voz se volvió ronca –Quiero que estés bien.

–No lo estoy y nunca lo volveré estar.

Él me contesta, pero realmente no le prestó atención. Sentí como Elliot se levantada y hablaba con Dylan por el teléfono. Mire a mi alrededor como pasan todas las personas por mi vista. Algunas preocupadas o triste y otras como yo. Rotas.

–Regresaron los chicos. –aviso observándome.

–Bien –fue lo único que respondí.

–Vamos a casa –tiro de mi brazo suavemente levantándome. No me sentía con fuerzas para pelear con él. –Estas demasiado pálida.

–Yo... –trate hablar tambaleándome, pero mi visión se estaba volviendo opaca. Cuando quise tratar de enfocarlo y hablar no pude.

– ¡Charlie! –exclamo Elliot.

Todo se volvió oscuro.

Abrí los ojos poco a poco acostumbrándome a la luz. No recordaba cómo había llegado aquí. Lo último que supe fue que Elliot me quería llevar a casa.

No fue un sueño.

–Esto realmente sucedió –me tape la boca con las manos.

Cuando pensé que no había quedado nada de mí, nuevamente las lágrimas acudieron cristalizando mis ojos. Solloce desde lo más profundo de mi pecho.

Esto no era una pesadilla. Es la vida real.

–Charlie –mi papá apreció entrando a la habitación. Tenía sus ojos húmedos mientras me observaba. –Tienes que cambiarte, ya mismo llega Elliot para llevarte. –volví a soltar otro sollozó escuchándolo. Esto tenía que ser una pesadilla. –Toda la familia esta lista, vamos a acompañarte en este momento tan duro y difícil para ti. –sostuvo mi mano entre las suyas. –No estás sola –Camino hasta mi armario de ropa y saco un vestido negro. –Cuando estés lista, baja. Te esperamos –beso mi frente saliendo.

–Mi Seth –lagrimas se deslizaron por mis mejillas. Camine a paso lento hacia el baño. Me metí con ropa y toda a la ducha. – ¡Ah! –grite con furia con todas mis fuerzas golpeando la pared. Mis lágrimas se estaban confundiendo con el agua que caía sobre mi rostro.

Quité toda mi ropa mojada y me envolví en una toalla. Busque prendas interiores en los cajones y me cambie, cuando llego el momento de ponerme el vestido no pude evitarlo y rompí en llanto nuevamente. Como pude me lo puse y bajé las escaleras encontrándome con todos allí.

Todos estaban igual que yo, estaban vestidos de negro.

–Ya está afuera Elliot –dijo Drew al verme.

No respondí nada, ni quiera lo mire. Camine directo hacia la salida. Visualicé el auto y me subí en el. Elliot sin decir nada encendió el coche y condujo al cementerio. Cuando se estaciono baje una vez que él lo hizo.

Todo ya estaba preparado.

En un abrir y cerrar de ojos la ceremonia para despedirlo había empezado. No podía escuchar lo que decía el sacerdote o los demás, mis ojos estaban fijos en la caja. No podía de dejar de mirarlo.

Todo había pasado demasiado rápido.

No sé cuánto tiempo había pasado cuando comenzaron a descender la caja donde estaba mi Seth. Mi amado Seth.

– ¡No! –grite desesperada queriendo ir tras de el –No me separen de el –llore.

– ¡Mi hijo! –grito esta vez Marie llorando desconsoladamente en brazos de Elliot.

Su corazón también estaba roto.

–Por favor, no se lo lleven –suplique cuando Colton y mi hermano me sostuvieron por los brazos evitando que me cayera. –Seth... amor no me dejes.

No nos dejes

***

– ¡No! –exclame sollozando levantándome de golpe.

Llore por un largo momento, no podía detener mi desconsuelo.

Recordar aquella escena mataba mi alma.

Cuando pude calmarme un poco parpadee algunas veces y observe todo mi alrededor aturdida. Estaba en un hospital.

¿Cómo había llegado aquí?

Mis sollozos se fueron apagando para dar lugar a un llanto silencioso. No recordaba lo que había pasado. Esto era como traer viejos recuerdos.

Feos y horribles recuerdos que rompían más mi corazón.

–Llora todo lo que tengas que llorar. No te contengas. –hablo una voz apareciendo de la nada sobresaltándome. Mire rápidamente al extraño que se había colado en mi cuarto de hospital.




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