Tormentas de Skellige (the Witcher 3)

Capítulo 6

Eve había pasado la noche en vela por los sollozos de su hermano. Las tres habitaciones se hallaban en la planta de arriba y la de Olgried y Eve estaban al lado. La de Vlodimir se encontraba junto a las escaleras.

En medio de la oscuridad, Eve no podía dejar de escuchar a Olgried. Antes de dormir, le había preparado una infusión de valeriana, pero no había servido de nada. El motivo del llanto es que no había recibido noticias de Iris desde que habían dejado la mansión. La única contestación había sido por parte del padre de ella, que concertaba una reunión para mañana en casa de los Bilewitz. Olgried sospechaba de que se trataba, pero Eve no había tenido el valor de hablarle de los rumores.

Como no podía dormir, Eve decidió levantarse de la cama y encender una vela. Sus ojos tardaron en acostumbrarse a la potente luz que la mezcla de hierbas varias y dimerita provocaba. Receta de la profesora Ludivicka.

Su cama era modesta, tan solo un colchón de paja en el suelo. Eve no necesitaba más porque no esperaba compañía y además así tenía suficiente espacio para amontonar todos sus libros en el suelo.  En medio de las pilas ordenadas por temas, había un escritorio que sostenía un pequeño armario con todos los materiales que Eve había recolectado. Tan solo eran 10 especies de plantas y algún metal que le sobraba al herrero del pueblo. Lo suficiente para poder ofrecer un buen servicio a los campesinos, y sobre todo a las campesinas que se habían quedado embarazadas sin querer.

Eve terminó rápido el ungüento contra la urticaria que el mediano del pueblo le había solicitado a cambio de un par de días trabajando con sus hermanos. Era ágil y rápido, así que les serviría para recoger los tomates que ya había madurado. Era una buena vida, desde luego, mejor que la que tenía la mayoría de la gente en tiempos de guerra. Para los von Everec no era suficiente.

Eve abrió el doble fondo del armario y sacó el proyecto de su vida. Un pequeño trozo de plomo que estaba sufriendo cambios provocados por un racimo de acónito. Si los cálculos de Eve eran correctos, solo tendría que destilar un poco de agua, mezclarla con una de esas moléculas y añadir un poco de plutonio para poder cambiar los átomos del plomo. El metal que iba a utilizar era demasiado peligroso y volátil para ello necesitaba una guía para tratarlo. El libro centenario Usos y desusos del plutonio, el uranio y el neptuno para principiantes: una guía para no morir daba todas las claves y Eve ya lo había utilizado en más de una ocasión. El problema es que solo había un ejemplar, en la universidad de Oxenfurt.

La muchacha gruñó. Desde que había llegado allí no podía realizar su método de hipótesis-observación-comprobación. Sus hipótesis eran que los campesinos se aburrían demasiado, sus observaciones habían sido moscas follando y su comprobación era que echaba de menos al gilipollas de Albert. 

Eve suspiró y se tumbó en la cama. Otro sollozo de Olgried. Cada minutos que pasaba más tenía en consideración la propuesta de la profesora Ludivicka. Sin embargo, pensaba mucho en lo que le había dicho Shani: “hazlo por ti y por tu familia”. Eve tenía ganas de salir de allí, pero no sabía si eso era lo que le convenía a su familia. Ganaría más dinero que como herborista y sus hermanos tendrían una boca menos que alimentar. Su temor era a dejar un gran vacío que el trabajo no pudiera llenar. Tenía tanto miedo a que Olgried se sintiera que lo estaba abandonando que ni siquiera le había hablado de la posibilidad.

Eve tenía miedo del silencio de la noche, del dolor de Olgried e incluso de sí misma.

***

Hjalmar miraba al techo de su habitación en la oscuridad. La luna empezaba a asomar por la diminuta ventana, lo que significaba que el sol no tardaría en salir. Hjalmar no había podido dormir en toda la noche. Las palabras de su padre todavía le dolían en lo más profundo de su alma.

¿Quién era él sino el hijo de Cranch an Craite? ¿Alguien lo querría si solo fuera Hjalmar Bocatorcida? ¿Alguien le daría la oportunidad de ser algo más que las cicatrices de su rostro?

Miró sus manos. Estaban cubiertas de callos provocados por su espada de madera, ninguno de arar el campo y muy pocos por empuñar una espada de verdad. Entrenaba día y noche, pero nunca nadie nombraba su nombre por alguna de sus obras. Solo hablaban de aquella que Ciri lo derrotó.

Cuando eran pequeños, Lugos y el resto de chicos de la edad de Cerys lo admiraban porque año tras año lograba ganar el torneo de patinaje que ellos mismos organizaban. Cuando los inviernos helaban los lagos, los niños hacían una competición para ver quien conseguía saltar más obstáculos. Hjalmar siempre era el más rápido y el que más alto saltaba. Hasta que llegó Ciri.

Ciri consiguió saltar por encima de nada menos que 12 barriles y dos escudos de madera. Hjalmar no pudo resistir la humillación, así que le dijo a su hermana, que observaba desde la distancia, que añadiera otro barril más. Todos pensaban que era una locura, excepto Hjalmar.

El muchacho cogió impulso y se lanzó con todas sus fuerzas contra la muralla. Saltó. Por un momento creyó que lo iba a conseguir. Estaba volando. Sin embargo, uno de sus patines se enganchó con la esquina del escudo y cayó al suelo de bruces. Se abrió la cara y dejó un reguero de sangre a su paso.

A partir de ese momento, sus cicatrices le dieron el nombre de Bocatorcida. Cada vez que se hablaba del hijo de Cranch, esa absurda anécdota salía al descubierto. Nunca hablaban cuando por su nobleza había intentado salvar a aquella niña albina. Porque había fracasado. Porque Hjalmar Bocatorcida siempre fracasaba.




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