El siguiente contenido no forma parte importante de la historia. Es algo canónico que sucede como por haya del 2020, cuando Axel y Julieth aun no eran pareja oficial, pero ya casi.
Hablamos de una Julieth, Manuel y Amelí de 16 años, y un Jean de 18 años okey.
Bueno, continuemos con esto...
Lee Jong Suk es tan alto, se ve increíblemente majestuoso con ese traje negro y la camisa blanca que se pega a su cuerpo mojado por el agua. No puedo creer que haya saltado a la piscina solo para salvarme. Ahora que lo veo de cerca, puedo morir en paz. La televisión no le hace justicia, es más guapo en persona, tan fornido, tan sexy, y esos labios, pulidos por los mismos dioses. Lee Jong Suk me dice algo, pero no escucho nada. Tal vez si me acerco un poco más a su rostro, solo un poco más...
¡Ah how you like that?!
— ¡Ah! —Despierto de golpe en la mejor parte de mi sueño. Universo, si siempre me haces soñar con mis actores favoritos de esas series coreanas, ¡al menos deja que los bese! — ¡Estúpido celular! ¿Quién rayos marca a estas horas? —
Busco el teléfono entre la oscuridad de mi habitación, más dormida que despierta, hasta que lo encuentro sobre mi taburete con la pantalla hacia abajo; lo levanto y contesto con los ojos entre cerrados, cegada por la luz de la brillante pantalla, y respondo furiosa a quien sea que se atrevió a interrumpir mi magnífico sueño.
— No tengo idea de qué malditas horas sean, pero estoy segura de que no son horas de estar marcando. Quien quiera que seas, más te vale tener una buena razón para despertarme, o de lo contrario juro que… —
— Tenemos que hablar ¡Ahora! —interrumpe la voz al otro lado de la línea.
— ¿Maru? —pregunto confundida al escuchar su voz.
— Sí, soy yo, abre la puerta —
— ¿Dónde estás? —
— Afuera de tu casa, genio —dice con obviedad.
— Pero… —retiro el celular para ver la hora con los ojos entrecerrados — Manuel, son las 2:40 de la madrugada, ¿Qué haces aquí? —
— Me vas a abrir, sí o no —dice impaciente.
— Está bien, está bien, cálmate. Bajo en cinco minutos —digo colgando el teléfono.
Enciendo la luz y busco una bata para cubrirme. Bajo por las escaleras aún medio dormida y sin entender qué está pasando, o si esto es real u otro de mis sueños raros. Tan pronto como abro la puerta, un Manuel sin gafas, en chaqueta de piel y jeans negros, entra a mi casa más rápido que señoras en un mercado con 80% de descuento.
— ¿Qué rayos pasa contigo? —digo mirando a Maru con desconcierto.
— Besé a alguien —confiesa sin más.
— ¿Eh? —digo confundida. Mi cerebro tarda en procesar la información, y cuando por fin lo hace, toda somnolencia desaparece de golpe — ¡¿Eh?!, ¡¿Qué hiciste qué?! —pregunto alterada y sorprendida.
— ¡Que besé a alguien, maldita sea! —comienza a hablar rápidamente, apenas respirando — Besé a alguien bajo las influencias del alcohol, y ahora no sé qué hacer. Me va a odiar, ¡maldición! Me hará picadillo mañana que lo recuerde. Oh, por Atenea, soy hombre muerto —.
Manuel camina en círculos por toda la sala; esta inquieto, nervioso y... ¿borracho? Bueno, de eso no estoy segura, pero de que huele a alcohol, eso sí está claro. Yo tampoco entiendo lo que está pasando. ¿Cómo es posible que mi mejor amigo haya besado a alguien? ¿El mismo chico que no es capaz de tomar la mano de otra chica porque cree que sería invasión a la privacidad? Imposible.
— Haber, espérate tantito —digo intentando calmarlo, para que me explique mejor la situación en la que está envuelto—. Me hablas a las tres de la mañana diciendo que estás afuera de mi casa, no traes tus gafas y es obvio que no escogiste tú, tu ropa. Entras todo alterado y apestando a alcohol; diciendo que besaste a alguien, sin su consentimiento por lo que logro entender, ¿cierto? —
— Sí, exacto —dice él.
— ¡Pues dónde demonios estabas! —pregunto alterada.
— En casa de los Barrow —responde — se suponía que solo era una fiesta de final de curso, o al menos eso dijeron los Barrow, pero hoy entendí que no puedes confiar en uno —explica a paso veloz.
— ¿Fiesta? ¿Los Barrow? —pregunto, a lo que él asiente y abro los ojos por la impresión—. ¡¿Los hermanos Barrow?! — vuelvo a preguntar esperando haber escuchado mal.
— ¡Pues quién más! —dice igual de alterado.
— ¡¿Es en serio, Manuel?! —pregunto incrédula, Manuel vuelve a asentir—. ¡¿Fuiste a una fiesta con los hermanos Barrow?! No lo puedo creer, ¿acaso dejaste de pensar o qué? —
Una luz en el segundo piso se encendió, interrumpiendo nuestra nada tranquila conversación. Ambos nos miramos aterrados. Es cierto que Maru es mi mejor amigo y mis padres lo considera familia, pero no podían verlo en mi sala a estas horas. Lo primero que harían sería preocuparse como yo o incluso más. Terminarían llamando a sus padres y es obvio que él no quiere eso.
Unos pasos se escucharon bajar las escaleras con lentitud. Le hago señas a Manuel para que se esconda en algún lugar. Tomo mi teléfono y finjo una llamada. Había que inventar una excusa creíble y el sonambulismo no parecía ser una buena opción.
— ¿Cariño? —pregunta mi padre al pie de las escaleras— ¿Qué haces despierta a estas horas? —
— Lo siento papá, no quería despertarte —finjo tapar la bocina del teléfono.