Amelí y yo estamos paradas frente a frente en el centro del auditorio, las miradas de ambos clubes fijas en nosotras mientras la discusión continúa sin tregua.
—¡No puedes simplemente negarte a compartir el auditorio, Amelí! —exclamo, tratando de contener mi frustración—. Nuestro club también tiene derecho a utilizar estas instalaciones. —
Amelí me mira con desdén, cruzando los brazos sobre el pecho de manera desafiante.
—¿Y qué te hace pensar que merecen estar aquí? —responde, su tono lleno de arrogancia—. El club de teatro necesita más espacio que ustedes. Usen la biblioteca, y dejen de molestarnos. Al fin y al cabo, su club es pequeño, ¿Qué tanto espacio puede ocupar los nerds? — pregunta con sarcasmo.
Aprieto los puños, luchando por mantener la compostura mientras el calor de la discusión comienza a subir.
—No hablemos de cantidad Amelí—replico, intentando hacerle entender mi punto de vista. —Porque en ese punto, ambos clubs están parejos —
—Este auditorio es para el club de teatro, y punto —dice, sin la mínima intención de ceder.
—¡Es imposible razonar contigo! —exclamo exasperada, sintiendo cómo la frustración hierve dentro de mí.
—No necesito razonar contigo, Julieth —responde con firmeza—. Este auditorio es para el club de teatro, y esa mi ultima palabra como presidenta. Así que hazle como quieras manchitas, pero no voy a cambiar de opinión. —
El insulto me golpea con fuerza, y siento un destello de ira arder en mi pecho. Antes de que pueda responder, una voz irrumpe en la discusión, cortando el silencio con autoridad.
—¡Basta ya! —grita Santiago, el vicepresidente del club de teatro, mientras se acerca al centro del auditorio.
A su lado, Manuel, con su impecable serenidad, aun en esta situación
—Esto es no nos está llevando a nada —continúa Santiago, su tono lleno de indignación—. Se supone que ustedes son las presidentas, y deben establecer el orden, no el caos —
Amelí frunce el ceño, pero Santiago no le da oportunidad de replicar.
—Santiago tiene razón — Interrumpe Maru. Amelí parece frustrada, pero no replica — Los problemas que tengan entre ustedes, resuélvanlos aparte, no involucren a los clubs y sus miembros —
Amelí y yo nos miramos brevemente, reconociendo la madures de sus palabras. Aunque la que tiene más culpa en esto es Amelí, que se reúsa a compartir.
—Entiendo lo que están diciendo, pero la solución no es tan simple como parece —dice ella, tratando de mantener su postura— Es cierto que por el momento somos pocos, pero falta muy poco para que inicie el nuevo año, eso significa más alumnos y más miembros en el club. Necesitaremos más espacio —
—Para eso todavía faltan meses, — agrego con firmeza —Y no puede asegurar que tu club crecerá tanto como para usar todo el auditorio. Es una suposición sin fundamentos —
Santiago y Manuel intercambian miradas preocupadas, nuevamente hemos tomado el control de la situación. El ambiente es tenso y juro que si vuelve a insultarme a mi o a mis compañero, no respondo.
—Mi clubs crecerá —Afirma Amelí con determinación — Ten por seguro que, dentro de unos meses, tendremos el doble...No, el triple de miembros que ustedes —
—Julieth... —
Maru intenta intervenir, sabe que no es bueno provocarme; pero es demasiado tarde. Antes que pueda decir algo yo lo hago.
—Muy bien, señorita "Me creo la gran cosa" —respondo con sarcasmo — Si tan segura estas de eso. Entonces apostemos. Quien gane se queda con el auditorio —
—¿Una apuesta? —replica Amelí. —Y dices que la infantil soy yo —
—Solo me rebajo a tu nivel —contesto en una clara provocación — Si estás tan segura de que tu club crecerá tanto, no deberías tener miedo de ponerlo a prueba. ¿O acaso tus palabras son solo eso, palabras vacías? —
La tensión en el aire es palpable mientras los miembros de ambos clubes contienen el aliento. Santiago y Manuel se mantienen al margen; no parecen estar de acuerdo con esto, pero saben cualquier cosa que digan será ignorada.
—Está bien, Julieth —dice Amelí —. Acepto tu apuesta. Pero prepárate para perder, porque cuando este club se convierta en el más grande de la escuela, no quedará espacio para los perdedores. —
La seguridad en las palabras de Amelí, así como su enorme ego, no hacen mas que alimentar mis instintos competitivos.
—¿Qué propones exactamente? —pregunta, su voz firme.
No tengo mucho que pensar; la idea para esta apuesta es clara y sencilla; algo que incluso ella podrá entender fácilmente.
—¿Qué te parece si compartimos el auditorio hasta finales de curso? Hasta entonces cada uno se encargará de traer nuevos miembros a su respectivo club. La fecha límite para reclutarlo será durante el festival escolar de fin de curso. En ese día, contaremos cuántos nuevos integrantes ha sumado cada club. El que tenga más miembros se quedará con el auditorio —
Amelí parece pensarlo, pero ya es inútil. Ella acepto antes de saberlo así que no puede echarse para atrás, no se qué tanto piensa.
—¿Y el castigo? —pregunta finalmente.
—¿Qué? — pregunto confundida.
—Dijiste que era una apuesta. Una apuesta no es una verdadera apuesta si no hay un castigo —
—El perdedor pierde el auditorio, lo dije claramente. No entiendo tu pregunta —
—No, ese el castigo para todo el club. La presidenta debería tener otro castigo ¿No te parece? —
La tensión aumenta a cada instante, así como los murmullos. Santiago y Manuel intentan interceder, pero Amelí y yo estamos decididas a llevar esto hasta el final.
—Chicas, están siendo muy inmaduras. No necesitamos castigos para resolver esto —dice Santiago, con tono serio pero comprensivo.
Sin embargo, ignoro su consejo. Estoy decidida a hacer que Amelí sienta las consecuencias de sus acciones.
—Está bien, propongo un castigo para ti, Amelí —digo con determinación, mirándola directamente a los ojos.