Regresamos a casa después de la película; el tiempo había pasado volando y debía apresurarme. ¿La razón? Sali sin permiso de casa. Sí, ya sé que legalmente soy una adulta y no tendría que estar pidiendo permiso a estas alturas; pero sigo viviendo en casa de mis padres, y las reglas son las reglas.
Mis padres no siempre fueron tan sobreprotectores conmigo, pero desde lo que paso con Axel y como me afecto emocionalmente, se volvieron muy estrictos en cuanto los chicos con los que me relacionaba. Y Jean, pues bueno no tiene la mejor reputación de todas. No les agrado la idea de que fuéramos amigos, menos si se llegan a enterar que somo algo más.
Olvídenlo. Mantendré a Jean lo más lejos de mis padres de lo que sea posible. Se que todo esa fachado de niño malo y revoltoso solo fue una época de su vida, una que ya quedo atrás y que principalmente era para molestar a su padre. Ahora que lo conozco mejor me doy cuenta que es un chico dulce, atento y muy divertido; pero tendré que trabajar primero el terreno con mis padres si no quiero que lo torturen psicológicamente. Por algo mi madre es Psicóloga.
—Gracias por traerme a casa —digo, sonriendo mientras bajamos del coche.
Jean me devuelve la sonrisa, sosteniendo mi mano un poco más de lo necesario antes de soltarla.
—No hay de qué, Triki. Me lo pasé genial contigo hoy —responde, mirándome con ternura.
Jean insiste en acompañarme hasta la puerta, no le veo problema ya que aún falta para que lleguen mis padres. Antes de que entre, Jean me entrega la bolsa de compras que ha estado cargando desde que estuvimos en el área de tecnología.
—Es un regalo —dice, sonriendo.
Miro la bolsa, sorprendida y un poco confundida.
—Creí que era de Amelí —contesto tomando bolsa.
—Pequeña mentira — responde con una sonrisa.
La abro y descubro el micrófono profesional que había visto en la tienda. Mi corazón da un vuelco y no sé qué decir.
—Jean, no puedo aceptar esto. —protesto, tratando de devolverle la bolsa. — Pronto recibiré mi pago de YouTube, y comprare lo que necesito. Será mejor que lo regreses —
Él niega con la cabeza, su expresión seria pero tierna.
—Se que no necesitas de mi dinero; y no te estoy comprando, Triki. Es algo que quiero hacer por ti. Así que, acéptalo esta vez, ¿sí? —
¡No me mires así! Debería ser ilegal caminar por ahí con cara de cachorro.
—Pero…—
—Prometo solemnemente, no volver a comprar nada a mi novia sin antes preguntarle. —Comienza a decir Jean con una mano el corazón. Suelto una ligera risa ante su impecable interpretación — A excepción de sus cumpleaños, años nuevo, nuestros aniversarios y demás fechas festivas que considere importante celebrar —
—¿Lo prometes? — pregunto a media sonrisa.
—Solo si aceptas esto — dije con sonrisa.
—Está bien — digo finalmente —No me queda más remedio que aceptar—
Ambos reímos en la puerta de mi casa, realmente no quiero que este día termine tan pronto.
—Gracias, Jean. De verdad muchas gracias — digo con sinceridad.
—Quiero que tengas todo lo que necesitas para hacer lo que amas. Se que puedes conseguir todo por tu propia cuanta, pero déjame ayudar un poco —responde, acariciando mi mejilla.
Nos quedamos en silencio por un momento, mirándonos a los ojos. Luego, Jean se inclina y nos besamos, un beso suave y lleno de promesas. Sí, eh vuelto a creer en las promesas.
—Ya deberías irte — digo a mitad del beso.
—Vivo cerca —susurra sobre mis labrios y vuelve a besarme.
Sus manos toman mis mejillas intensificando el beso, mientras yo lo sujeto de su camisa. Nuestros labios se separan un instante y ambos reímos suavemente, sin despegar nuestros rostros.
—Si viviéramos en la época antigua. Ya habría ofrecido todo lo que tengo por llevarte conmigo —dice Jean.
Me rio ante la idea de Jean llegando a mi casa para negociar con mi padre mi mano. Me pregunto ¿cuándo habría ofrecido si estuviéramos en esas épocas? ¿Valdré más de una vaca?
—Posiblemente me suicidaría antes de que me vendieran —contesto con una sonrisa burlona.
Ambos volvemos a unir nuestros labios, ahora en un beso lento. En ese instante, escuchamos un coche detenerse en la entrada. Me separo de Jean justo cuando mis padres bajan del coche. Mi madre nos mira con curiosidad, mientras mi padre alza una ceja.
—Vaya, parece que tenemos una sorpresa —dice mi madre, sonriendo.
Mi corazón se detiene en ese momento. Mi madre sonriendo antes esta escena, es señal de mal augurio.
—¿Qué hacen aquí? — pregunto torpemente.
—Vivimos aquí Julieth — contesta mi padre con seriedad —Y no eres tú la que hace las preguntas —su mirada se dirigió a Jean, y juro que escuche como se tensaba cada musculo de su ser. — Creí que haber escuchado ese día que eras un amigo de mi hija. Tiene muchas cosas que explicar joven —