Travesía por el Nilo

Castigo

El barco avanzaba por el serpenteante río asustando a los peces y aves que allí se alimentaban, haciendo que su bamboleo fuera bastante brusco para los pasajeros, quienes escuchaban el ruidoso motor tanto en los camarotes como en cubierta. Dentro de su habitación, Aiman y Julie se encontraban preocupados por Gafar, quien seguía inconsciente, el anciano continuaba abrazándolo mientras la arqueóloga lo intentaba despertar con un poco de alcohol que se incluía en el botiquín de primeros auxilios.

 

El joven despertó lentamente y miró a ambos desconcertado—. Abuelo, ¿dónde estamos? —dijo roncamente.

 

—Dentro de un barco, al parecer vamos con prisa —. La dulce voz de Julie calmaba un poco a Gafar.

 

—Mi niño, ¿estás bien? —preguntó Aiman con voz preocupada—. Ese hombre te golpeo muy fuerte, creí que te perdería porque no despertabas desde hace más de una hora —. Su voz se volvía ronca y vacía.

 

—Estoy bien abuelo, no te preocupes —dijo sentándose en la roída alfombra —. Pero, no pude avisar a mi amigo dónde estoy... Se va preocupar, porque quedé de verlo en cuanto te encontrara —Miró hacia otro lado, ya que estaba a punto de soltarse en llanto.

 

—¡Oh! Mi niño, no te preocupes saldremos con bien —. Con su áspera mano izquierda Aiman pellizcaban la mejilla derecha de su nieto para consolarlo.

 

El joven sonreía, aunque por dentro estaba muriendo de miedo al igual que los adultos, quienes sentían que la incertidumbre de la situación les quemaba suavemente el alma. Mientras la arqueóloga guardaba los frascos en la cómoda se preguntaba quién sería el amigo de Gafar y si cabría la posibilidad de que aquella persona los salvase de esta situación, además, recordaba la piedrecilla en forma de cocodrilo que hacía cinco años habían encontrado en una tumba sin nombre, exactamente el mismo lugar donde la curiosa tablilla estaba y por la cual había sido secuestrada.

 

El navío estaba próximo a su destino, por lo que el capitán aceleraba al ruidoso motor con cierto desagrado mientras rompía la verde superficie del río, en donde Bek nadaba con cierta velocidad. El reptil atravesaba de forma violenta las dulces aguas del río, limitándose a sacar su cabeza cuando el ruido del barco se alejaba, para lo cual el cocodrilo se detenía a mirar el horizonte buscando el humo negro que despedía aquel barco y así seguirlo.

 

Mientras tato, los mercenarios se encontraban en la cubierta limpiando sus armas por si surgía algún problema con los guardias del lugar, posiblemente las usarían en caso de que los sorprendieran entrando al templo con tres personas secuestradas, una de ellas reconocida recientemente por sus investigaciones en el museo del Cairo y famosa en televisión por las entrevistas que le habían estado haciendo durante los últimos meses relacionadas a los faraones de la Dinastía I , además, de que no podían darse el lujo de que llamasen a las autoridades de la región, puesto que no tenían enlaces con el gobierno de Ombos.

 

Los minutos pasaban lentos para Gafar, Aiman y Julie, quienes esperaban sentados en el camastro del camarote a llegar a su destino. El silencio entre ellos se había prolongado debido a que estaban demasiado cansados, además, de que no habían comido nada durante la mañana, lo cual les restaba energías. Por lo anterior los tres pensaban en dormitar un rato mientras los mercenarios venían por ellos, sin embargo, el joven badawi sentía como si alguien lo estuviese mirando a través de la pared de la habitación contigua, lo cual le generaba un escalofrío familiar en su espalda y por alguna razón le recordaba las memorias que había tenido camino a Edfu, cuando casi se ahogaba.

 

En el otro camarote, el terrible Seth miraba fijamente al niño que sostenía la piedra de turmalina que había pertenecido a Adyib y se daba cuenta que el generoso Sobek no venía a cobrar venganza, sino que estaba siendo atraído por la estatuilla que alguna vez le había entregado al joven faraón, lo cual significaba que el badawi era la reencarnación del hermano menor de Uadyet. La preocupación invadió al caótico dios, puesto que aquello sería un problema para la ceremonia, pero se recordó así mismo que su trato con el segundo faraón sólo consistía en proteger sus restos y entregarlos a sus hombres para que realizaran el ritual, ya que sólo ellos conocían las instrucciones especificas para hacerlo.

 

Mientras aquello ocurría el navío llegaba al muelle, sacando de su trance a Seth, quien se preparaba para volverse invisible, en caso de que Sobek lo detectara. Gafar dejó de percibir la extraña mirada que provenía del otro camarote y decidió guardar al pequeño cocodrilo negro para evitar que alguien se lo quitara. En ese momento, los tres escucharon las voces de varios hombres que se acercaban a su camarote, ya que el ruido del motor cesaba.

Dos de los mercenarios entraron para atarles las manos detrás de la espalda y los sacaron a cubierta, a pesar de ya era mediodía el puente se alzaba tenebroso en la zona de descarga, por lo que los prisioneros se negaban a bajar del barco. Los mercenarios los empujaron con fuerza para obligarlos a decender, mientras los líderes de la secta subían a sus vehículos blindados para adelantarse al templo y finalizar con los detalles de la ceremonia.

 

El cocodrilo negro estaba muy cerca del lugar, avanzaba con prisa e intentaba esquivar algunas de las hélices que se encontraban allí. Sin embargo, tardo en darse cuenta que los barcos no eran apilados por tamaño y su cabeza chocó contra uno de ellos, provocando que éste se abollara. Con el golpe, la cabeza de Bek dio vueltas, sus ojos se cerraron y sus sentidos quedaron noqueados por unos minutos. Mientras su cuerpo se recuperaba del golpe un recuerdo atravesaba su mente.

La puerta estaba cerrada a sus espaldas, una docena de antorchas cubría las paredes mientras cuatro espejos reflejaban su luz, ésta cubría el centro de la estancia; en donde dos mujeres estaban reclinadas en unos asientos de piedra, ambas lo miraban con desaprobación. Una de ellas tenía una pluma blanca sobre su cabello, la otra usaba un entallado vestido verde con toques dorados. La mujer de la pluma mantenía una mirada fría, mientras que la otra hablaba fuertemente ante los presentes.



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En el texto hay: suspenso, dioses de egipto, egipto

Editado: 30.12.2020

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