"Nunca esperé tener tanta suerte contigo en esta vida".
Daphne
Después de aquel encontronazo con aquel desagradable chico sexy del aeropuerto y de haber cogido mis maletas, busqué con la mirada a la que sería mi compañera de piso.
Según Mike era morena, de ojos marrones y siempre tenía una sonrisa en la cara. Se supone que estaría esperándome a la salida del aeropuerto.
A los 5 minutos visualicé mi nombre escrito en un cartel, el cual era sostenido por la viva imagen de lo que me habían descrito.
Caminé hacia ella esbozando una sonrisa, la verdad es que parecía muy maja.
—Hola, tú debes de ser Julia —dije mientras le estrechaba la mano y empezaba a hablar en inglés.
—Y tú Daphne, por lo que veo.
—Sí, encantada.
Tras conocernos un poquito más, pusimos rumbo a lo que sería mi nueva casa, —o al menos de momento —cogimos un taxi ya que el hermano de Julia solo la podía traer.
Al cabo de una hora éste paró en frente de una lujosa mansión.
—Esto no es un piso, ¡es una mansión! —exclamé, algo incrédula.
Ella rió, le divertía la situación en la que estaba, es decir, asombrada por las dimensiones del edificio.
Para poder llegar a la puerta principal, tuvimos que atravesar un hermoso jardín repleto de rosas blancas, azules y rojas.
Acto seguido entramos a lo que parecía el vestíbulo. Y cómo no, era enorme. Nada más entrar pude apreciar una alfombra roja, la cual cubría unas escaleras que llevaban al segundo piso.
Más tarde, por lo que pude comprobar, había también una tercera planta.
Me quedé tan absorta admirando la estancia que no me di cuenta de que Julia me llamaba.
—¿Daphne?
—¿Eh? Dime —dije, espabilando.
Volvió a reír.
—Me alegra que te haya gustado, pero esto es solo el vestíbulo. Te acompaño a la habitación, que supongo que debes estar cansada —yo asentí.
Subimos despacio por la alfombra que antes me había cautivado y nos detuvimos en el primer descansillo.
La tercera puerta empezando por la izquierda era mi nuevo cuarto.
Como supuse, éste era muy espacioso; estaba pintado de color crema y en el medio disponía de una gran cama de matrimonio que, a su vez, tenía al lado una puerta que conducía al vestidor.
Contaba con baño propio y lo que más me gustó fue que tenía una bañera con jacuzzi.
—Te dejo descansar, a las 10 es la cena, pero te recomendaría que duermas hasta mañana; debes de estar muy cansada.
Me acerqué a ella y por acto reflejo la abracé.
—Muchas gracias por permitirme vivir aquí... Estoy convencida de que tendré a una buena amiga con la que contar.
—¡Por supuesto! —esbozó una sonrisa —. Te dejo que descanses.
—Hasta mañana, Julia.
—Hasta mañana, Daphne —dijo mientras cerraba la puerta.
Bostecé. Antes de dormir tenía varias cosas que hacer, así que me puse manos a la obra. Ordené y acomodé todo en los armarios y cajones.
Una vez hecho eso, me tumbé en la cama, quedándome profundamente dormida.