Tres Falsas Esperanzas

Capítulo 4

"No todo lo que te enseña la vida es bueno, aceptémoslo"

Daphne

No sé qué me sorprendió más, ver tan poco profesionalismo por parte de él o saber que el chico era el mismo que el del aeropuerto.

Él hizo una mueca de desagrado al reconocerme pero rápidamente recuperó su compostura seria.

Tosí falsamente y puse mi sonrisa más cínica.

—¿Interrumpo algo?

—No, Amanda ya se iba —dijo con esa voz tan varonil que me había sorprendido desde el primer momento en el que choqué con él.

Ella se acomodó la ropa antes de salir, no sin antes lanzarle una mirada lasciva.

—¿Qué coño haces aquí? —preguntó acomodándose también la ropa como anteriormente había hecho la tal Amanda.

Me contuve para no largarle unas cuantas palabras y no bonitas, precisamente. Inspiré, y acto seguido hablé alto y claro.

—Quiero hablar con el jefe —exigí con una falsa tranquilidad que me sorprendió hasta a mí.

Se levantó de su silla y luego avanzó hacia mí con aires de superioridad.

«¿Quién se cree que es?»

—Primero, bonita, tú no me hablas así —puso su asquerosa mano en mi mentón mientras yo se la quitaba en milésimas de segundo con un manotazo—. Segundo, el jefe soy yo, y te pido que te vayas ahora de mi oficina, porque espero a alguien importante.

—Mira, señor "tengo el ego por los aires", vengo desde Rusia con una carta de recomendación así que ahora mismo me vas recibiendo ya que hice ese viaje para poder trabajar aquí.

«Todos sabemos que fue porque no te querías comprometer con un extraño», dijo una pequeña voz en mi cabeza, recordándome el verdadero motivo de mi estancia en Nueva York.

Dante

Mi día no puede ir a peor, primero a mi secretaria le da por hacerlo en mi despacho y ahora viene esta tipa loca a tocarme la moral. «¿Quién sabe? Puede que me lance otra tarta a la cara», reí por mi pensamiento, pero maldije internamente cuando por fin mis neuronas relacionaron la información: ella era la persona que yo esperaba.

Bufé, hace pocos días me llegó una carta desde una de las empresas más importantes de Rusia hablando de un trabajador muy eficaz, eficiente e inteligente que podría trabajar en la mía. Y, claro, como buen hombre de negocios, acepté sin dudar ni un segundo.

Pero cuando pedí la foto y las características del intercambio nadie me respondió. Lo que no me esperaba es que la rubia con la que choqué en el aeropuerto y que manchó mi nuevo traje fuera esa persona.

«¿Qué tendría que ver con esa empresa?».

Estaba tan absorto intentando adivinar la respuesta que ni me di cuenta de que ella todavía estaba aquí, recobré mi compostura firme aunque no pude evitar esbozar una sonrisa socarrona.

—Bueno, bonita, al parecer seré tu jefe.

Daphne

Qué ganas tenía de borrarle esa sonrisa de la cara pero, desgraciadamente, no me podía permitir no tener empleo.

Aunque tuviese esta mala suerte tenía que agradecerle mil cosas a Mike por haberme ayudado. Si no, ahora estaría casada.

Puse una mueca de disgusto al recordarlo.

—¿Pasa algo? —su voz me sacó de mis pensamientos.

—¿Eh? ¡No! —pensé qué le podría decir— ¡No me llames bonita!

—Pues acostúmbrate querida, porque te repito que soy tu nuevo jefe y te llamaré como me dé la gana.

El simple hecho de que se refiriera a mí de esa manera hacía que se me pusieran los pelos de punta.

«¿Qué digo? Siempre le dirá eso a todas». Pero ahora no me podía preocupar por eso, así que mentalmente cambié de tema.

—¿Así sin más? —cuestioné haciéndome un poco la desentendida y un poco atónita.

—Sí. Qué quieres, ¿que te haga una entrevista?

—Exacto. No me parece justo que me admitas así, sin más.

—Uno, acostúmbrate porque la justicia aquí en Nueva York y en los negocios es prácticamente inexistente. Dos, soy un hombre demasiado ocupado como para hacerte una entrevista, ¿lo tomas o lo dejas?

No sabéis las ganas que tenía de dejarle allí plantado.

—Acepto —murmuré con un hilo de voz.

—¿Qué has dicho? —se hizo el sueco.

—Que acepto —dije en voz más alta, de manera que lo pudo entender perfectamente.

—¿Podrías repetírmelo? —preguntó con una sonrisa cínica.

«Maldita seas...»

—Serás... —susurré, e iba a seguir pero fui interrumpida.

—No, bonita, aquí nada de palabrotas a tu jefe si no quieres ser despedida antes de empezar.

Apreté los puños de impotencia.



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En el texto hay: romance

Editado: 05.11.2018

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