Aquel tipo de bromas eran automáticas entre nosotros. No importaba el lugar donde estuviésemos ni a quién hiciésemos pasar vergüenza ajena con nuestras payasadas. En un primer momento me había costado ganarme a la pelirroja, pero al final había logrado que aquella chica de cabello indomable y amante de las sudaderas dejase de mirarme con desconfianza cada día que me sentaba a su mesa en el comedor. No tenía ninguna duda de que tanto esfuerzo por su amistad había merecido la pena.
—Cuidado, Romeo.
Junior tiró de mi brazo para evitar que chocara con una morena que reconocí como Amber, una de las últimas conquistas de mi amigo. Saludé a la chica con una pequeña sonrisa a modo de disculpa, pero Junior no le dedicó ni una mirada.
—¿Ya te has cansado de ella? —pregunté a pesar de estar seguro de la respuesta.
—¿De quién? ¿Amber? Vas muy atrasado, Rainer—dijo con absoluta tranquilidad mientras encogía los hombros con indiferencia—.Fue solo algo de una fiesta.
—Yo recuerdo más de una fiesta.
Sabía a ciencia cierta que habían estado intercambiando mensajes después de esa noche en la que habían intimado. Recordaba perfectamente como el móvil de Junior no paraba de vibrar mientras le destrozaba a nuestro juego favorito de Play Station, el Injustice.
—¿Si? Suerte que te tengo a ti para que me recuerdes mi vida amorosa. ¿Te imaginas que me confunda de nombre? Que drama sería—dijo con sarcasmo.
Junior chocó la mano con otro jugador del equipo de fútbol, que caminaba en dirección contraria. Todos parecían querer recibir un saludo de Corvey. Interpretaba el convincente papel de ser el rey de todos ellos, saludando a sus súbditos con grandes sonrisas ensayadas durante años y ser el ídolo que todos deseaban adorar. Yo no era idiota, era muy consciente de la farsa, pero aun así estaba loco por él. Porque cuando mostraba al verdadero Junior descubría su mejor versión y esa era la única que realmente me importaba.
—Burton, ¿vuelves a la Tierra?
Pidió el moreno palmeando mi hombro para reclamar mi atención. Había vuelto a quedarme absorto en mis pensamientos, como tantas otras veces, y él ni siquiera era consciente que era el motivo principal de mis constantes faltas de atención.
—Nuestras taquillas son esas y tenemos un minuto para subir corriendo a la segunda planta—añadió consultando su reloj de muñeca.
Asentí avergonzado. Era mi amigo y una parte de mi me decía que no estaba bien dejar libertad a mi imaginación. Revolví mi pelo, una tediosa costumbre que había adquirido para calmar mis nervios, y me apresuré a introducir la combinación de mi taquilla que había recibido el día anterior por mail. Al menos las nuevas tecnologías facilitaban la vida de los alumnos.
—Te estaba diciendo que mañana tenemos nuestro primer entrenamiento serio antes de que comience la temporada y Turner aún no se ha recuperado de la lesión—Junior continuó absorto en su monologo, totalmente ajeno a mi encrucijada interior—.¿Qué se supone que vamos a hacer cuándo nuestro nuevo capitán se ha destrozado los tendones durante el verano?
—¿Buscar un nuevo capitán?—sugerí sin apartar la vista de mi taquilla. Metí mi mochila en esta, sacando tan solo un archivador y un pequeño estuche negro con el material necesario—. ¿No?
—¿En serio? Nunca lo habría pensado—ironizó. Su mal humor estaba bien marcado en cada una de sus palabras—. Lo que quiero decir es que…
—¿Qué quieres ser capitán?—aventuré pensando en la única opción lógica que se me ocurría. Quizás la idea de no ser elegido era la que provocaba ese mal humor.
—¿¡Qué!? ¡No!—espetó saliendo de detrás de su taquilla, cerrando la puerta bruscamente—. Lo que quiero decir es justo lo contrario. No quiero ser capitán.
Junior llevaba el libro extra que nos habían recomendado para Estadística, algo que me hizo sonreír.
—¿Qué pasa ahora?—inquirió extrañado ante mi sonrisa, adoptando una expresión de recelo. En esos momentos incluso lo encontraba más irresistible que con su habitual sonrisa cordial.
—Nada. Pero…¿Hace cuánto que compraste ese libro, June? Es un mes y medio de espera.
En mi caso aún estaría esperando una semana más hasta que me llegase. Junior aseguró el libro bajo el brazo con la misma firmeza que utilizaría al custodiar un auténtico tesoro y dijo con orgullo:
—Pedí todo el material al saber de la excedencia de la profesora Forbes y que tendríamos nuevo profesor en último momento.
Cerré mi taquilla y comenzamos a caminar por los pasillos, conscientes de que el timbre sonaría en cualquier momento. Íbamos a llegar tarde, pero hasta que no sonase no comenzaríamos a correr.
—Ya sabes que me gusta empezar con buen pie—puntualizó.
Por supuesto que sabía de esa necesidad que tenía Junior por encajar en cualquier sitio, demostrar que era el mejor haciendo cualquier cosa que se propusiese hacer. Él siempre tenía que destacar para bien.
—A veces pienso que te esfuerzas demasiado. Siempre he pensado que tenía que ser agotador intentar caer bien a todo el mundo—confesé.
—No pretendo caerle bien todo el mundo—mintió. Sonreía, pero tamborileaba los dedos con apremio sobre la cubierta—.Solo quiero hacer las cosas bien.