Tu amor en mi piel "En cuanto te vi"

Escape nocturno

   Al siguiente día, después de desayunar, decidieron partir al río porque el calor era agobiante para andar de turistas por la ciudad. Pasaron una tarde muy divertida, Esteban encontró nuevas amigas para divertirse, Violeta y Jonathan lo acompañaban felices, pues sabían que, a la noche, la diversión sería de ellos.     

  El atardecer los encontró volviendo al hogar para realizar sus actividades cotidianas, se bañaron, pusieron un poco de orden en la habitación que compartían y se dispusieron a esperar.

  Al momento de la cena, el silencio de Tatú no pasó desapercibido porque todo el día había estado lleno de alegría, hablando con todos y riendo a carcajadas.

  —¿Hijo te ha sucedido algo?

  Dejó el vaso que tenía en la mano, miró a Eva y levantó la ceja antes de preguntar:

  —¿Qué?

  —Que obviamente algo te ha puesto mal. Estuviste tan alegre todo el día y de un momento a otro te quedaste tan callado.

  —No es nada, mami, solo tengo muchísimo sueño. 

  —Yo también estoy muerta de sueño —mintió Violeta—, voy a levantar mi plato y me voy a acostar.

  Los demás la imitaron y comenzaron a levantarse de la mesa. Luego de lavar lo que utilizaron en la cena y limpiar un poco la cocina, todos se recostaron.

  —Viole ¿posta te vas a dormir? —preguntó Esteban incrédulo.

  —Sí, estoy muy cansada —contestó mientras contaba mentalmente cuántas mentiras había dicho desde el comienzo de sus vacaciones. “Es por una causa justa”, se consolaba.

  —¿Violeta? —insistió Esteban.

  —¡Uf nene! ¡Qué plomo! Ya te dije que me quiero dormir.

  —Entonces… ¿por qué no te pusiste el pijama?

  Pensaba que había sido cuidadosa, se había metido a la cama antes de que los chicos volvieran del baño. Sabía que Esteban no perdía ningún detalle y esa ocasión no había sido diferente, el radar de su amigo estaba alerta. 

  —Está bien —claudicó—. ¿Qué querés saber?

  —¿Desde cuándo estás tan loca que pensás escaparte de noche para ir a buscar a un pibe que no conocés?

  —Esteban, vos sos el que siempre dice que no hay que meterse en la vida de los demás.

  —Pero si veo que mi mejor amiga se está metiendo a la boca del lobo, prefiero hablar.

  —Yo en esta ocasión prefiero que te quedes callado, no me interesa tu opinión. ¡Me voy a ir! ¡Te guste o no! —remató ella decidida.

  —¡Ah bueno! Cuatro días en las sierras y estás más loca que antes.

  —¡No te metas! 

  —¡Basta! Hagan silencio que nos van a escuchar.

  —Tatú —llamó a su amigo pero luego tomó un momento para calmarse, mientras apretaba ambos puños—. ¡Explicale que lo que quiere hacer está mal! ¡Le puede pasar algo!

  —No creo que Marcelo le haga daño y… no va a ir sola, yo la voy a acompañar.

  —¡Ah bueno! ¿Le vas a seguir el capricho? ¡Qué bicho te picó! ¿Querés que nos pongan en penitencia para toda la vida?

  —¡Qué exagerado! Vamos y volvemos, nadie se va a enterar. 

  —¡Gracias por acompañarme, es importante para mí! —agradeció Violeta a Tatú.

  Tatú le guiñó el ojo y luego miró a Esteban. 

  —Te prometo que nadie se va a enterar.

  —¡No hagas promesas que no podés cumplir! —exclamó Esteban antes de taparse la cara con la sábana. Estaba enfurecido, no quería que se fueran. “¡Qué cambiados estaban desde que habían conocido a esos dos”, pensaba. Su enojo era más grande con Tatú porque Violeta se dejaba llevar como siempre por lo que sentía, él lo sabía, pero Tatú… “¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba tan raro?”, a pesar del enojo se quedó dormido.

  —Viole, vamos.

  —Sí, Tatú, salgamos por la ventana.

  —Esperá que primero miro si están todos dormidos.

  —Tu papá seguro duerme, desde acá se escuchan los ronquidos.

  Tatú rio antes de salir al comedor, revisó las habitaciones y volvió con su mochila colgada al hombro; mediante señas le indicó a Violeta que saliera ella primero.

  —No tengo idea de cómo vamos a hacer para llegar al hotel.  

  —Ayer, en la cena, los chicos dijeron la dirección. Traigo el mapa que compró mi viejo de la ciudad.

  —¡Qué genio Tatú! Igual… ¿Por qué me acompañás? Normalmente hubieras querido matarme por mis ideas locas.

  —Te has enamorado, vamos a estar pocos días en la ciudad, quiero ayudarte.

  —Mmm, no será por otra cosa.

  —¡No empieces!

  —Tatú —lo frenó tomándolo del brazo, se colocó enfrente y disparó—. Contame por qué estás tan extraño.

  —¡Violeta!

  —Podés ser sincero conmigo.

  —¡Si querés que te acompañe no vuelvas a hablarme en todo el camino! —retomó la marcha, estaba avergonzado y también enojado consigo mismo porque sabía que actuaba como un loco, pero el deseo de ver a Jonathan era más fuerte y siguió adelante sin preocuparse por escuchar a Violeta que corría a su lado para seguirle el paso. 




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