Estábamos en la secundaria y aún creían que para disciplinarnos era buena idea hacer una formación cada vez que terminaba el descanso.
Aún recuerdo el día en que bajaron a tus amigas y a ti llamándolas por el micrófono.
Estaban en el tercer piso, y aunque nos obligaron a estar de espaldas a tu edificio, volteaba a verte por el puro placer de ver la vergüenza en tu cara.
De escuchar cómo te regañaban. Por el micrófono. All the way down.
Para cuando llegaste hasta abajo y entraste en el campo de visión de la maestra ésta se calló.
Pero ya todos te veían con burla y entre risas.
Mantuviste la mirada al frente ignorando a todos, pero no me importó.
Te lo merecías.
Y tu cara lastimera y tu piel completamente roja no iban a hacer que sintiera pena por ti.
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Editado: 02.09.2019