Tú eres el hombre que amo

Capítulo 7

Owen

—Estoy por ahorcar a alguien—le comento a Carter quien se ríe. La fiesta está siendo un total martirio. La cabeza comienza a dolerme. Tomo un trago más de mi copa mientras mi amigo pasea la vista por el lugar.

—Pensé que iba a ser un compromiso sin tantas personas—ruedo los ojos, como si eso fuese posible con los suegros que tengo, ellos están totalmente fuera de sus cabales.

Tengo ganas de abandonar esta maldita fiesta e irme a dormir, porque la cabeza me duele bastante y tener a Beatrice mirándome tampoco aporta. Su sonrisa me deja claro que cree que tiene poder sobre mí, pobre ilusa.

Quiero ir donde mis queridos suegros y ahorcarlos por hacer esta estupidez de fiesta. Solo eran algunos invitados, pero el salón repleto me dice que se pasaron la sugerencia por el culo e hicieron lo que les vino en gana.

Beatrice está con todo el circo al que llama amigas, su amiguita, a quien cometí el error de follar, me lanza miraditas cuando Beatrice no me observa, ruedo los ojos cuando mis suegros dan conmigo sin permitirme huir como llevo haciéndolo durante toda la fiesta.

—Deberías sonreír, y no deberías estar solo. Tu prometida tampoco—habla la madre de Beatrice y estoy por mandarla al diablo, pero me tranquilizo y le regalo una sonrisa tensa—ustedes son una pareja hermosa, todos lo han comentado. Saben que mi Beatrice es el mejor partido que pudiste conseguir—casi y quiero reírme por lo mal que está.

—Supongo—es todo lo que menciono.

—Ve por tu prometida, la gente está hablando de por qué el novio no parece feliz con el compromiso, sonríe—no digo nada más y me alejo hacia Beatrice, ella al verme llegar deja un beso en mi boca y me fuerzo a corresponderle. Parece que actúo en automático en lo que la fiesta trascurre. El salón es amplio, así que pasamos a saludar a los invitados.

Mi sangre hierve cuando doy con los Beckett.

Hago una mueca encontrándome con esos ojos azules que posee la madre de Celeste tan parecido a los de su hija. Me tenso cuando me topo con Caín quien sonríe de manera arrogante, ya estoy calculando como puedo darle un puñetazo y que no se haga un escándalo, pero me controlo cuando Beatrice hace fuerza en mi brazo.

—Es un placer para nosotros verlos aquí, espero que estén disfrutando la velada. Gracias por sus presencias—habla ella con calma. Me trago el nido de insultos que quiero lanzarle a esos malditos infelices.

El padre de Celeste solo la mira y sonríe. Yo me tenso tan rápido que cada musculo en mi cuerpo protesta.

—Tienes un gusto cuestionable señorita Morrison, pudo conseguir mejores socios que los Remington—me rio sin nada de gracia.

—Hasta donde recuerdo, mi fortuna sigue siendo mayor que la tuya Beckett, así que, si nos disculpan, tenemos más invitados que atender—me llevo casi a rastras a Beatrice con el cuerpo tenso.

Seguir saludando, por un momento una mujer de vestido dorado transparentoso llama mi atención, está espaldas, pienso en caminar, pero Beatrice me planta frente a otros invitados y la mujer se pierde de mi vista. Saludo cada vez más tenso, quiero que esta fiesta acabe pronto.

Cuando puedo me le pierdo a Beatrice refugiándome en la cocina. La cabeza me palpita más fuerte y es Carter quien me encuentra, me pasa un trago que tomo con rapidez.

—Quiero que este circo acabe—comento—es más, lo mejor será que me vaya a casa—él niega.

—No puedes hacerlo, iré por Clara, estás más insoportable hoy—no digo nada dejando que se aleje. Cuando pienso que puedo huir, Beatrice da conmigo. Pongo los ojos en blanco porque parece que tiene un maldito radar para dar con mi presencia.

—Daremos un discurso, bailaremos y nos tomarán fotos. Aguanta hasta entonces y deja de gruñirme—comenta ella.

—Maldita sea—susurro con ganas de estrangularla.

Ella me lleva hacia el salón, subimos las escaleras y Beatrice llama la atención de todos. Siendo el centro de atención inicia un discurso mientras aprieto los labios con fastidio. Y pensar que me voy a casar con ella, en el momento en que acepté este tormento definitivamente no estaba en mis malditos cinco sentidos.

Cuando me dan la palabra inicio con la mierda de discurso que no planee, pero hablo de lo beneficioso que es este compromiso pasando mi rostro hacia mis suegros quienes parecen satisfecho de que hable y luego a mis padres. Frunzo el ceño cuando me encuentro con el rostro pálido de mi madre. Navego hasta que mis ojos dan con una figura que me hace tambalearme. La sangre abandona mi rostro, mi corazón se acelera, mi pulso enloquece, mi temperatura aumenta. El sudor frio recorre mi frente y todo esto ocasiona que los murmullos comiencen a resonar.

Parpadeo pensando que los tragos que me tomé ya me están jugando una mala pasada, pero no. El rostro maduro de Celeste está a unos pasos de mí, enfundada en un vestido precioso que no hace nada por ocultar cada una de sus preciosas curvas. Mi respiración parece abandornarme porque no puedo hacer más que mirarla. La copa en mis manos estalla, pero siento que todo me está fallando.

Ya me estoy volviendo loco.

Definitivamente loco.

Años sin verla. Años sin que esos ojos me perforen de esa manera. El recuerdo de ella empañada en lágrimas, el dolor en su voz, la manera en que parecía tan frágil en el pasado.

Siento que voy a vomitar.

Todos los recuerdos de ella navegan mi mente empujándome a la locura, siento que no soy yo mismo, Beatrice me observa sin comprender porque estoy volviéndome nada, cuando nunca nadie me había destabilizado en estos años.

Nadie aparte de ella... Celeste.

—Celeste—su nombre sale de mis labios como un fantasma. Pienso que realmente enloquecí cuando ella me sonríe.

—Celeste Beckett—hablan, pero mi vista no se puede apartar de la mujer que un día puso de cabezas mi mundo y que parece que volvió con el mismo propósito—la princesa del imperio Beckett—nuestros encuentros de miradas termina cuando ella gira hacia Caín—hola hermanita—le dedica la misma fría sonrisa.




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