Linda
Sus ojos me analizan, no me gustó lo que hicimos. Al principio me pareció divertido, pero luego me dolió y no lo disfruté, pero no puedo decirle eso o él se enojará y creerá que no lo quiero. Me quedo sentada en el asiento de copiloto viéndolo fumar el cigarro que tiene entre las manos, no me gusta que fume, pero me quedo callada.
—¿Quién era el hombre con el que estabas hablando?—confusa lo miro de manera interrogante.
—¿De qué hombre hablas?—cuestiono, él gira hacia mí y me observa, me toma del cuello y me acerca a su rostro.
—Con el que tenía pinta de querer cogerte, con ese imbécil estabas hablando—me encojo de hombros.
—No sé de quien me hablas—veo como hay enfado en su mirada, su expresión cambia y el agarre en mi cuello toma un poco de fuerza haciendo que duele un poco.
—Hace una hora, en tu maldita clase, cuando fui por ti estabas con un hombre, ¿quién era?—cuestiona y su voz suena enojada, me encojo un poco en el asiento, pero su agarre en la parte trasera de mi cuello comienza a doler mucho más.
—Me haces daño—murmuro.
—Responde Linda, ¿quién era?—inquiere una vez más.
—Solo es un compañero que me hizo el favor de ayudarme en algo, solo eso—respondo en voz baja.
—No quiero que hables con ese imbécil, descubro que me llevas la contraria y habrá consecuencias—me suelto y lo miro confusa.
—Solo te quiero a ti—él sonríe y me observa con atención, acaricia mi cuello donde apretaba y suspiro cuando se inclina y me besa.
—Lo sé, lo sé, pero protejo lo que me importa y tú eres muy importante para mí. ¿Sabes que te amo?—me derrito con esas palabras y sonrío con fuerza.
Quizás estaba tan enamorada que nunca vi las señales de que él sería mi destrucción. Si, fui demasiado ingenua para eso.
Despierto agitada como cada noche en la que él se inmiscuye en mis sueños. Siento temblores en todas mis extremidades y mi corazón acelerado, respiro hondo y me ordeno calmarme, porque sé que físicamente él ya no está cerca de mí, sin embargo, siento que él nunca me dejará, por más que huya y por más lejos que esté. Siento su presencia conmigo en cada momento en donde me siento vulnerable y desearía que eso no fuese de esa manera, ya siento demasiado con tenerlo en mis sueños, arruinándolos, convirtiéndolos en pesadillas.
Me levanto de la cama y enciendo la luz despacio. Paso las manos por mi pelo y muerdo mi labio inferior.
Hoy es de esos días en donde despierto y siento un vacío en mi alma que no puede ser llenado con nada, a veces siento que él robó todo de mí. Mi inocencia, mis sueños, lo que quería darle al mundo, mi futuro, lo que soy.
Sigo peleando cada día contra mí para recuperar pedazos de lo que fui antes de que él apareciera en mi vida, pero voy perdiendo la pelea. Camino por mi pequeño apartamento. Realmente es pequeño. Tiene un pequeño bajo, la sala parece miniatura y a dos pasos la cocina, mi habitación y ya.
Mi antigua casa no era enorme, pero vivíamos cómodos, sin embargo, me he encariñado con este lugar, lo siento tan cómodo para mí, porque los espacios no se sienten fríos ni vacíos, por eso lo elegí, además de que la renta no es tan alta como en los otros lugares.
Tomo uno de mis libros sentándome en el sofá y me pongo a leer porque sé que no volveré a dormir. La lectura me transporta a un lugar en donde yo no hui como una cobarde, donde él no me lastimó tanto que los pedazos de mi corazón aún no se han recuperado del todo.
Aunque quizás fui demasiado fantasiosa soñando con flores y arcoíris cuando el mundo es un lugar cruel del que aprendo algo peor todos los días.
Me concentro en mi lectura, en como el encuentro de los protagonistas fue tan intenso que ella aun lo recuerda a través del tiempo y mi cabeza vuelve a lo que ocurrió hace más de un mes, a ese momento en donde conocí a un extraño que logró despertar una chispa en mí, algo que yo creí que ya no era posible.
—Lástima que sea un imbécil—susurro y vuelvo a mi lectura, leo hasta que mi alarma anuncia que es momento se ponerme de pie y arreglarme para mi trabajo.
Lo hago todo con calma porque voy con el tiempo suficiente, el día está algo gris cuando salgo a la calle y mi cabello aun húmedo me hace estremecer aun con el abrigo que me cubre.
La empresa en la que trabajo como secretaria no me queda muy lejos de mi casa, y es algo que amo porque no tengo dinero suficiente para comprarme un auto, gano un sueldo decente para una secretaria, pero la mitad se va en el gasto de mi apartamento, una parte en compras del hogar y la otra la dejo para poder trasportarme de un lugar a otro.
No estudié en una universidad, apenas y pude hacer un curso como secretaría para que me dieran el empleo, así que agradezco mucho la oportunidad que tuve.
Cuando llego mi jefa aún no ha llegado por lo que me encargo de comenzar a trabajar aun cuando faltan más de 20 minutos para que inicie mi turno. Me frustra no estar haciendo algo y me gusta trabajar porque eso hace que los pensamientos en mi cabeza se apaguen por completo. No tengo que pensar si estoy ocupada, así que este es mi segundo método para huir: el trabajo.
Tomo una revista y la ojeo de manera distraída y me sorprendo cuando me fijo en la portada, es Celeste, Owen, uno de los dueños de la empresa y una niña que declaran es hija de mi jefa. No es como si se si es real ya que nunca la he visto con una niña, y siendo sincera, el cuerpazo que tiene mi jefa no parece haber pasado por un embarazo.
La manera en cómo hablan de Celeste en esta revista me cabrea porque la chica es dulce y buena, nunca se ha mostrado como aquí la muestran y la manera en cómo se refieren a su hija es algo que molestaría a cualquiera.
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Editado: 15.09.2024