Ginny se vestía de forma apresurada, pero tratando de ser lo más sigilosa posible. No quería despertar a su mejor amiga, quien dormía plácidamente en su cama. La morena había tenido un día duro, así que necesitaba descansar.
Primero la ropa interior blanca de encaje, después los pantalones negros de lino, la blusa blanca algo vaporosa y la americana rosa palo algo ancha que Ginny remangaba hasta la altura de los codos. Ya solo le quedaba ajustarse sus estiletos de color negro, con el tacón y la punta dorados, cuando notó que Barbie la miraba confusa.
—¿Qué haces?—preguntó entre bostezos.
—Nada, sigue durmiendo—respondió la pelirroja mientras avanzaba hasta la puerta.
—¿A dónde vas?—insistió.
—Tengo que atender unos asuntos, sigue durmiendo—contestó tratando de sonar amable, sin embargo no podía perder mucho tiempo.
Miró su reloj, ya llegaba tarde, así que salió del lugar sin dar demasiadas explicaciones y espero hasta que el taxi la llevase hasta la cárcel.
Nada más llegar depositó su bolso en una especie de caja para que pasase los escáneres y pasó por el detector. Una vez le indicaron que todo estaba correcto comenzó a caminar por el pasillo ante la atenta mirada de todos los trabajadores de la prisión. Finalmente llegó a una pequeña sala en la que se encontraban un hombre de avanzada edad con la barba mal rasurada y el pelo canoso, y un joven de unos 22 años con el pelo castaño, pero casi rapado al cero y la piel bronceada.
Los miró con media sonrisa e intentó por todos los medios resistir el impulso que la obligaba a abrazarlos. Había tenido que pedir mil favores para que la dejasen verlos a solas, pero una de las condiciones que había prometido era que no habría contacto alguno.
—Te dije que no volvieses—la regañó el señor.
—Tío... —pidió ella.
En realidad Tony no era su tío de sangre, pero era alguien que había estado con ella desde que era una niña, y por tanto ella lo consideraba como tal.
—Me lo prometiste—insistió serio.
—Lo sé, y no lo hubiese hecho si no fuese importante.
—No, vuélvete a casa.
—Padre, déjala que hable—interrumpió el chico.
Ginny le dedicó una sonrisa. Al ser hijo de Tony, Lucas y ella se habían criado prácticamente juntos.
Tony negó con la cabeza, era demasiado peligroso que la chica estuviese allí, si su padre se enterase...
—Mi padre ha tenido que irse del país, ahora tenemos una oportunidad—dijo entusiasmada.
Lucas esbozó una gran sonrisa y miró a su padre, quien no sonreía. Miró a los dos chiquillos y rió sin ganas.
—Mi pequeña, tu padre se ha ido, pero sigue manejando todos sus asuntos desde donde quiera que este.
La pelirroja se quedó unos instantes en silencio, parecía que Tony ya sabía la noticia acerca de la huida de su padre, sin embargo no parecía entusiasmarle.
—Cariño, esto está perdido, márchate y olvídate de nosotros—le pidió—. Estaremos bien—insitió para tranquilizarla.
—No—se apresuró a responder ella.
No podía dejar que las dos personas a las que más quería en el mundo se pudriesen en la cárcel por culpa de su padre, y en parte, por culpa suya.
—Mi niña, piénsalo, ¿te ha dejado sola o ha puesto a alguien a tu cargo? —preguntó el señor.
Ginny desvió la mirada, era cierto que su padre lo había dejado todo bastante bien atado antes de irse, pero aun así tenía que haber algo que ella pudiese hacer para ayudarlos.
—Me ha dejado con Nick.
—¿Te refieres a Nicholas Varela?—preguntó Tony con una mezcla de angustia y preocupación.
Ella asintió con la cabeza.
—Ginny, escúchame atentamente, ese hombre es peligroso, es la mano derecha de tu padre, no te fíes de él.
—No es tan malo—lo defendió ella.
—Pequeña, no conoces de nada a ese hombre. Hazme caso y mantente lejos de él—advirtió.
—¡Espera!—interrumpió Lucas—. Si es la mano derecha del señor Avellaneda, es quien ahora está al mando. Por ahí podemos conseguir algo—dijo mirando a Ginny.
Esta tragó saliva.
—¡No!—gritó Tony enfadado mirando a su hijo y después se giró hacia Ginny—. No te entrometas con ese hombre, ¿me has escuchado?
Ginny ignoró sus palabras y se giró hacia Lucas.
—¿Él podría ayudarnos?
—Si es quien está al mando ahora mismo debe ser quien controle esta cárcel—respondió mirando a la puerta—. Se acerca alguien—advirtió.
Nada más decirlo la puerta se abrió de forma violenta y Ginny vio como Nicholas entraba y la cogía del brazo.
—Esta reunión se ha acabado. Nos vamos a casa—dijo seco mientras la arrastraba hasta el coche.