Tu inocencia

Capítulo 17

Ginny entró de manera apresurada a la habitación del hospital donde Isaac permanecía dormido de manera apacible. Se acercó hacia la cama y contempló como los rizos pelirrojos del joven descansaban sobre la almohada, y como su piel, normalmente blanca como la porcelana, tenía cierto color amarillento. Deslizó sus dedos por el cabello del joven para apartarle uno de los mechones que caía sobre su rostro, y Isaac comenzó poco a poco a abrir los ojos. Al verla una enorme sonrisa iluminó su pálida piel.

— Estas aquí—dijo en un susurro apenas inaudible pero lleno de esperanza.

Ella sonrió olvidando todo lo ocurrido. Aun con su apecto debilucho a casua del labado de estómago seguía estando adorable. 

—Descansa—le dijo con voz dulce.

Él negó con la cabeza, ahora que ella estaba ahí no quería seguir durmiendo. La miro y no pudo reprimir de nuevo una gigantesca sonrisa. Apenas tenía fuerzas para hablar después de que le hubiesen realizado un lavado de estómago, pero Ginny estaba ahí con él, y eso era mucho más de lo que necesitaba.

Barbie abrió la puerta de la habitación y fue a colocarse junto a su amiga, pero al ver cómo el chico la miraba echó un pie atrás. Estaba claro que sobraba. Ella lo había estado cuidando toda la noche y la madrugada, y en ningún momento la había mirado así. Tan solo había estado preguntando por Ginny... Isaac siempre había tenido sus ojos siempre solo para la pelirroja. Ginny era la única capaz de lograr una sonrisa de este sin siquiera intentarlo, sin pretenderlo, tan solo con su presencia, o aveces, incluso solo con su voz o, con un mensaje o una fotografía...

Bárbara se giró tratando de no hacer ruido y se dirigió a la cafetería para dejarlos a solas. Sabía que en verdad eso era lo que Isaac quería, y ella no iba a interponerse, al menos ahora que el chico estaba hospitalizado. Sin embargo, debía admitir que había algo en su interior que se revolvía de forma incontrolada e, inexplicablemente, le hacía sentirse mal. ¿Por qué le causaba ese gran vacío ver a sus dos mejores amigos así?, ¿por qué le dolía tanto que solo Ginny lograse causar ese efecto en Isaac? No entendía qué le estaba ocurriendo...

Isaac continuo absorto en la sonrisa de su mejor amiga. Ni siquiera se percató de que Bárbara había entrado, o de que había abandonado la habitación del hospital.

  —Ginny, no sé muy bien qué ha pasado—comenzó el joven, pero la pelirroja enseguida posó su dedo índice sobre los labios de este para callarlo.

No quería que se disculpase por nada, ni que hablasen de ese tema. No había sido él, habían sido las drogas, y lo mejor era fingir que eso nunca había pasado.

—¿Cómo estas?—preguntó ella preocupada.

Los ojos color miel del joven tenían un brillo especial, por primera vez sentía que esa conexión que él había sentido durante toda su vida era mutua, que no eran imaginaciones suyas. Ginny estaba ahí con él, y no parecía tan solo una amiga preocupada. Sentía que había algo más.

—Bien—mintió tratando de hacerse el duro.

—¡Isaac!—le reprimió ella.

—Cómo si un grupo de elefantes me hubiese pasado por encima—rectificó él tratando de soltar una pequeña carcajada, pero estaba demasiado cansado y dolorido como para reír.

Ginny, en cambió, sí que soltó una enorme carcajada. 

—Eso me lo creo más—respondió sin dejar de reír.

Isaac la miró un segundo en silencio y se percató de algo en lo que antes no había caído.

—Estás en pijama—señaló.

Ginny se encogió de hombros.

—¿Vengo a verte y te atreves a criticar mi estilismo?—bromeó.

  —Oh, no—dijo con una sonrisa—. No seré yo quién lo haga—añadió señalando su bata de hospital.

Ginny volvió a reír.

—¿Ves?, ¡vamos a juego!—respondió entre risas.

El joven pelirrojo esbozó una sonrisa. Le encantaba estar así los dos a solas sin pensar en nada más.

—Bueno, ¿y cuándo te puedo sacar de aquí?—preguntó con una tierna sonrisa.

—Hoy mismo me dan el alta—respondió orgulloso.

Mientras Isaac pronunciaba esas palabras la puerta se abrió y Nicholas entró con cara de pocos amigos. El pelirrojo lo miró con una mezcla de confusión y enfado. No entendía qué demonios hacía ese tipo en su habitación de hospital.

—Guinevere, tenemos que hablar—dijo con tono serio.

Ginny se levantó de la silla y se acercó hacia él.

—No es un buen momento—respondió tratando de sonar tranquila.

—Nunca va a ser un buen momento—aseguró él.

—Eh, ¿es qué no la has escuchado?—dijo Isaac haciendo acopio de toda su fuerza para que su voz sonase firme.



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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