A Laura le dolió en lo más profundo de su alma ver el reclamo de su hija en su mirada, incluso «¿odio?». Le quedó la pregunta como una espinita clavada en su corazón y que no la llamara mamá como siempre sino Laura, como a si fuera cualquier cosa menos su madre, ni hablar; pero la entendía, la amorosa y maternal Laura entendía y justificaba el comportamiento de Mariluna, el frío reclamo y ese aire de ira contenida, de rabia o de odio hacia ella. Seguramente la estaba culpando por la muerte de Andrés, más aún cuando no quiso comunicarse mentalmente con ella, pero tuvo sus motivos y jamás se imaginó que enseguida estuviera de vuelta. No se explicaba como supo que algo malo pasó. A pesar de que ella y su hija tenían un lazo demaciado fuerte que las unía, más allá del amor de madre e hija, mucho más que eso, se convirtieron en grandes amigas, confidentes. Laura sabía que Mariluna amaba a Andrés por encima de todo, así como él la amó a ella, pensó con pesar, si Mariluna tuviera que elegir entre uno de sus padres en ese momento le quedó más que claro a quién escogería.
Laura había decidido que no le iba a contar a Mariluna que su enamorado era un vampiro, ¿cómo le diría? en medio del dolor que estaba sintiendo y del conflicto interno, que sabía que iba a tener, cuando le dijera que su padre se convertirá en un vampiro y encima de eso, como si fuera poco lo anterior, que el hombre que amaba «porque estaba segura de que su hija se había enamorado perdidamente de ese ser que creía humano y que no lo era», que en realidad era un vampiro, que además tenía otro vampiro de rival que lo odiaba: porque fue evidente que el tal Maikel lo detestaba demasiado como para atreverse a atacar a la familia de su novia; tomándose incluso la molestia de dejar una nota acusando a Adrián de lo que le estaba pasando a su familia. Pero Laura lo dudaba, por una extraña razón creía que no era un vampiro malo como el que los atacó, lo que no le encajaba era el motivo que tuvo para matar a Andrés y convertirlo en vampiro, pero ahora no era el momento de hacerse esas preguntas, tenía que decirle a su hija lo que pasó.
No quería hacerla sufrir más de lo que ya estaba sufriendo, así que le contaría todo pero omitiendo lo de la carta. Le narró los hechos tal y como ocurrieron y que se lo dijo cuando ella estaba aturdida por el fuerte golpe que recibió en la cabeza, le contó parte de lo que decía la carta pero como si hubieran salido de la boca del malvado Maikel: que Andrés reviviría dentro de tres días pero ya no sería un humano sino un... vampiro, ocultando todo lo relacionado con Adrián, porque ya sabía que así se llamaba. No iba a dejar que su hija viera la carta que tenía muy bien guardada entre sus senos, dentro de la enorme bata de Sara que traía puesta y que se había colocado rápidamente para abrirle a su hija, por suerte tenía un elástico que la ceñía debajo de los senos y le aguantaba el papel bien doblado, luego se ocuparía de quemar la carta para que no quedara evidencia.
Mariluna, tras escuchar la alusión a los vampiros, sintió que su cabeza le daba vueltas, «¡un vampiro había atacado a sus padres!» no lo podía creer, sus padres Luxor y Mar de Luna e incluso sus tíos y el resto del clan, le dijeron que los últimos de esa raza los habían eliminado hacía muchísimos años atrás, en otra época, no podía ser que había quedado uno y que después de tantos largos años, como 281, estaba segura de ello, apareciera a cobrar venganza y precisamente contra sus padres humanos, o ya no tan humanos. Se sintió culpable del destino trágico de Andrés, indirectamente era culpable de su suerte, sólo por el hecho de ser una Loba, ¡la última de su especie! y le tocaba sufrir este desenlace. Lo peor era que se debatía internamente entre dejarlo volver a la vida o no, porque si regresaba ya no sería el mismo Andrés que conocieron, sería un ser maligno como todos los de esa especie ¡y se alimentaría de los humanos! Ella no podía permitir que eso pasara...; pero por otra parte no quería dejarlo ir, era su padre y lo adoraba, su lado egoísta le estaba ganando porque al estar debatiéndose o dudando en lo era su deber hacer, decidiendo entre matar a su padre o fallarle a la humanidad, era señal de que no era capaz de cumplir con el legado de su raza, que le estaba fallando a su especie.
Miró a su madre Laura a los ojos, ambas estaban frente a frente, una fuera y otra dentro de la habitación, los ojos de su madre le suplicaban una oportunidad para su padre, recordó lo mal que la trató y pensó de ella, incluso la llamó Laura a secas, no podía volver a fallarle a su madre, ella le había entregado todo su amor maternal, su afecto, su amistad, su comprensión. En ella había encontrado todo lo que necesitó para ser feliz, escuchó la voz suplicante y angustiada de Laura en su cabeza.
—Por favor hija, deja que tu padre vuelva a la vida, hazlo por los años que hemos compartido juntos, por el amor inmenso que te tengo y por el que te tenía tu padre, no le niegues la oportunidad de volver a la vida, te lo ruego. Yo lo aceptaré como sea y si nos toca encerrarlo en el sótano para que no lastime a nadie yo lo hago, te lo prometo. Somos lo suficientemente fuertes para luchar con él y mantenerlo a raya.
Las súplicas de su madre le llegaron a lo más profundo de su alma, las dudas que le quedaban al respecto se esfumaron, era verdad que entre ellas dos podían controlar a Andrés, ella se lo debía y su madre no podía dejarlo ir, ella ahora sentía de lo que se era capaz por el amor a un hombre y por amor a los seres queridos más, desde hacía mucho tiempo.
—De acuerdo mamá, pero es mi deber advertirte que papá nunca volverá a ser el mismo que conocimos, los vampiros son seres malvados, dañinos, que se alimentan de la sangre de los humanos y los matan, si papá mata a alguien es mi responsabilidad, porque yo lo dejé vivir y yo me debo a los humanos, mi rasa llegó a este mundo para cuidarlos. No lo olvides—habló afectada, articulando las palabras—¿Qué opinas Sara?
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Editado: 18.05.2022