Oswaldo conducía como un loco en la carretera, debieron llevar 2 o 3 horas de viaje, Lourdes estaba muy débil, no había consumido agua y alimentos desde la mañana del secuestro; se había rehusado a comer lo que José Luis y Oscar le habían llevado; ahora éste detalle estaba provocándole mareos y nauseas; iba recostada sobre el sillón, no había en la carretera nada que pudiera darle posibilidades de pedir ayuda. Oraba en silencio, suplicaba ayuda, suplicaba por Fernando y por su propia seguridad.
-¿Estás enamorada de ese hijo de perra verdad? Oswaldo la miró con los ojos de nuevo encendidos de ira. -No puedo creer que estás enamorada de él después de todo lo que te ha hecho-. Y golpeaba el timón del vehiculo con ira. -Pero ya estoy acá cariño....- Ahora sus palabras eran dulces, -Yo jamás te haré daño amor-., Lourdes estaba asustada, Oswaldo actuaba como un enfermo mental, los cambios en su personalidad y la sola idea de secuestrarla eran de una persona completamente enferma.
-Que pasará con él- y gritó. -¿Que nos importa?-. -¿que te importa a tí? -José Luis y Oscar tenían cuentas con él y deseaban cobrarselas como yo, sin embargo prefiero tenerte a tí cariño, deja que ellos acaben con él....- Ella lo observó y cayó. Su corazón latía de prisa, había tenido aquellos 2 hombres junto a ella, aquellos que habían marcado el resto de su vida y que ahora estaban a punto de acabar con la vida del hombre que amaba.
Lourdes estaba a punto de desmayarse, pero intentaba con todas sus fuerzas mantenerse despierta;el dolor y el miedo por la vida de Fernando estaba acabando con las pocas energías que le quedaban,; pero necesitaba observar por los lugares en que Oswaldo conducía; buscaría la manera de escapar y pedir ayuda para Fernando y para ella. De repente se salió abruptamente de la carretera y tomó una pequeña vereda de tierra, se acababa la carretera; cada minuto se incorporaba más en una zona boscosa que no aparecía habitada. Después de unos 20 minutos de viaje llegaron a una sencilla casa de madera. Oswaldo se bajó de prisa y rodeó el vehículo, bajo de prisa a Lourdes que no podía poderse de pie, por lo que terminó tomándola en brazos, ella intentó soltarse, pero él la tenía tomada con fuerza.
Atrás de la casa se encontraba estacionada una camioneta de color negro, la abrió con el mando a distancia e introdujo rápidamente en la parte trasera a Lourdes; comprobó que no pudiera abrirla por el cerrojo para niños y se subió a la camioneta de prisa; encendió la camioneta y salió de nuevo de prisa del lugar, ahora las esperanzas se esfumaban cada vez más, Lourdes tenía la esperanza que alguien hubiera dado algún dato de haber visto ese vehículo, pero ahora que cambiaban de camioneta, la situación era más complicada.
-Oswaldo-. Dijo Lourdes; cuando estaban cerca de una gasolinera. -¿Que quieres amor?-. -Voy a vomitar- -¿Qué dices?-. -Que no soporto el dolor de estómago, estoy a punto de vomitar-. -No, no...-Dijo furioso. -No lo harás en mi camioneta nueva-. la camioneta no era para nada un vehículo nuevo, al contrario, los sillones estaban rotos y podían verse algunos hierros y tornillos; por lo que era otra situación que indicaba que Oswaldo estaba mal de la cabeza y estaba viendo las cosas totalmente diferentes. El rostro y estómago de Lourdes se contrajeron; -Está bien- Dijo el hombre completamente impaciente-. -Escúchame Lourdes, me estacionaré....- Y sacó el arma, que había tenído escondida abajo de un sueter. -Sí gritas o pides ayuda, no te mataré a tí; mataré a la primera persona que se acerque a ayudarte.... por lo que piensálo, antes de gritar-. -Ella asintió. Él no contestó; se estacionó a unos metros de la gasolinera, se bajó rápidamente y sacó a Lourdes de prisa de la camioneta. Lourdes comenzó a vomitar. Oswaldo la amonestaba y con gestos bastante evidentes le indicaba su molestia por haberlo detenido; un trabajador de la gasolinera que regresaba de apagar una de las bombas de combustible se acercó a la pareja; Lourdes tuvo terror por la amenaza de Fernando, no quería que le hiciera daño al hombre. - Todo bien señores-. Dijo el trabajador. -Todo bien amigo...solamente que mi esposa no se siente muy bien de salud....- sin embargo el trabajador de la gasolinera había escuchado algunas quejas de Oswaldo y quería prestarle ayuda a la mujer; pensaba que estaba siendo violentada por su pareja.
-No se preocupe amigo- dijo impaciente Oswaldo - ya nos vamos-. Tomó a Lourdes y la obligó a ponerse casi de pie. -Cariño, vamos a la camioneta, te daré tus medicinas- dijo. Ella no contestó, continuaba temiendo por la vida del hombre. De pronto, Lourdes giró y miró al hombre, con rostro de súplica, pero que al mismo tiempo por su silencio indicaba que ambos corrian riesgo; de repente dejó caer algo de las manos. El hombre se quedó unos instantes observándo la escena; pero al ver que estaban a unos metros de distancia, corrió hacía el objeto que había caído de la mano de la mujer. Esa mañana Lourdes se había puesto una camiseta abajo de la blusa, porque no quería transpirar sobre la blusa de trabajo, por sus planes de ir primero a la playa, pero luego se había olvidado de guardar la blusa y finalmente se había quedado con ambas ropas. Durante el trayecto, Lourdes se había quitado la camiseta delgada y con un hierro delgado que salía de la camioneta se había hecho una herida; habia provocado la sangre para escribar "ayuda. L". Todo había sido gracias a que Oswaldo en el último trayecto la había trasladado a la parte trasera de la camioneta; si hubiese ido como copiloto, como lo había hecho en la primera parte del viaje, éste movimiento hubiese sido completamente imposible.
El trabajador corrió, tomó la camiseta y leyó el escrito; no sabía exactamente lo que pensaba la mujer, pero estaba seguro que era la manera de comunicarse y de pedir ayuda. Trató de memorizar las placas de la camioneta y corrió hacía el interior de la oficina de la gasolinera; llamó a la policia, les dió toda la información que consideraba útil y el estado de la valiente mujer que le había pedido auxilio.
Editado: 06.04.2020